¿Morirse?
No, gracias. Al hombre, ese animal
también, estando sano, le repugna la muerte, aunque sea el único animal que se
sabe moriturus. Ese instintivo
rechazo a la muerte ha llevado al hombre a la búsqueda desesperada por estirar
lo más posible el chicle de la vida, por muy penosa y desgraciada que sea la
que le tocó vivir. Los sabios alquimistas buscaban la piedra filosofal que,
resumiendo, convertiría en oro lo que tocaba ¿y para qué el oro si la vida
cesa? Por esto, esa misma piedra daba lugar al elixir de la eterna juventud, a
la panacea universal… ¿Morirse? No,
gracias.
La
realidad, sin embargo, es muy testaruda. Todos los vivientes mueren. Hoy en el
siglo XXI y desde hace ya muchas décadas, el afortunado joven, varón, apuesto,
blanco, occidental, “libre”, universitario, con empleo… ¡y atlético! es el modelo, el ideal (también gracias al esfuerzo de
todos, la mujer se puede incluir en esos parámetros, aunque la violencia
bárbara de tantos brutos atente de forma casi epidémica contra ellas).
Las calles se pueblan de corredores y
andadores que buscan ese ideal, que corren o andan atosigados tras la panacea. Suspiran
por un cuerpo que se adecue a los cánones. Los gimnasios están a rebosar de
cuerpos que desean parecerse al Discóbolo
que desean y anhelan y miran. Somos los gordos…, nuevos marginados de la
sociedad: ¿qué puede esperarse de un gordo o una gorda? Hoy por hoy, poco. Está
fuera de la línea de salida de todo. Se halla de patas metido en enfermedades
sin cuento, con problemas de tallas a la hora de vestir… En realidad, todo
gordo, y toda gorda, es un enfermo potencial, un enfermo diagnosticado
socialmente, alguien que vive el margen, marginado, marginable. Los hospitales
psiquiátricos, las consultas de los psicólogos y psiquiatras se llenan de
personas con alteraciones esenciales para seguir una vida “normal”: anorexia,
bulimia, obesidad, depresión, autoconcepto dañado, sobrepeso… Dietistas,
nutricionistas, neurólogos, biólogos, gordólogos…
La publicidad de continuo nos recuerda
cómo debiéramos ser, pero el espejo nos devuelve la imagen inmisericorde y terrible
de la realidad. Nadie se contenta. “Dentro de cien años, todos calvos”, nadie
se consuela. Deseamos aproximarnos al modelo, a las modelos, a los cánones de belleza
que establecieron ¿quiénes?
— Lo siento: no hay pantalones de su talla.
— No tenemos tallas grandes, disculpe…
A lo peor alguno de ustedes que siguen con continuidad
este blog piense que ya definitivamente no tengo arreglo: que mi diagnóstico no
solo implica a mi peso, sino también a la regulación de mis neurotransmisores y
mis incapacidades. Diagnóstico fallido. Sigo comentando… libros.
Mi
colega Julio, al hilo de unos comentarios míos y unas preguntas que le hice
sobre lo que es el área de su conocimiento, el ejercicio físico y su educación,
solucionó el problema del mejor modo: dándome un libro. Contra la ignorancia,
la formación. “Primero, lees el libro, y cuando sepas algo… lo hablamos”,
impecable el razonamiento y el sentido común del caballero.
Nunca
leí un libro tan general de esta materia. Los había leído sobre deportes
concretos y los ejercicios que deben acompañarlos de forma específica. Creo que
el título es atractivo. Se ajusta a lo que yo dudaba e ilustra a la perfección
al lector, pues la redacción es sencilla y la comprensión fácil.
Quizá se
pueda opinar que el término mito es
excesivo para dar título a lo que son meros errores, falsas creencias o
sencillamente mentiras calculadas por calculado interés ¿económico? Me da la
impresión de que el libro nace de una investigación científica y es un resumen
divulgativo que pone al alcance de cualquier fortuna intelectual lo que vamos a
dejar en falsas creencias en las prácticas deportivas.
En cuatro
capítulos despacha lo que conforma una religión de la que son adeptos y
fervientes creyentes los parroquianos del hambre, el gimnasio y la moda. Todos los capítulos se encabezan con: Mitos
y falsas creencias…
1.
relacionados con
la ingestión de sustancias
2.
relacionados con
la pérdida de peso
3.
relacionados con
la mejora de la forma física
4.
con el ejercicio
físico y la salud
Confieso que he hecho deporte durante toda mi vida y
lo hice además de forma exigente y con frecuencia de manera inadecuada. En los
años del baby boom daban clase de gimnasia profesores voluntariosos en
ocasiones y preparados a veces, pero no siempre. Nunca que yo recuerde hice
estiramientos antes de correr lo que entonces se llamaba “campo a través” (aún
me acuerdo de Mariano Haro que campaba campeón por las Españas), antes de correr
los cien metros, antes de iniciar un partido de tenis de mesa… ¿Estiramientos?
No, entonces no había ninguna cultura…, pero tampoco hoy la hay.
He querido sugerir con el enunciado de los epígrafes:
les aseguro que dentro hallarán por qué no se debe hacer deporte forrado de
plásticos, por qué no se debe tomar azúcar para evitar o paliar las agujetas o hacer
mil abdominales para perder directamente la panza… porque es inútil; de poca
utilidad para el caso sirve correr en las horas de más calor, salvo que se
desee ligar bronce o una insolación…
Obra de
misericordia corporal es enseñar a quien no sabe y de bien nacidos el ser
agradecidos…, por ello: muchas gracias don Julio.
touché, Feliz Navcidad!!!!
ResponderEliminarDon Antonio, me alegra que haya sido provechosa la lectura.
ResponderEliminarConozco personalmente a Pedro y el trabajo previo al libro es científico pero con fin divulgativo. Hay cosas que habría que actualizar, pero da una buena idea general a día de hoy.
Con respecto a tu primera reflexión, sobre el sobrepeso, la obesidad y, culturalmente, la "gordura", la veo acertada pero con falta de enfoque en algún punto.
Desde el punto de vista de la salud, el sobrepeso y la obesidad son enemigos públicos. Porque la simple relación cadera-abdomen ya nos indica un índice de posibles enfermedades. Potenciales, pero los números la avalan. Y mil cosas más. Es innegable: como decía mi abuela, si quieres vivir más, menos cuchara y más zapatilla.
En este sentido, dos reflexiones.La primera que son los intereses farmacéuticos circundantes a la gordura. Queremos remediarla siguiendo sentados en el sofá. Subiendo al primer piso en ascensor. Cogiendo el coche para llevar a mi hijo al colegio que está en esquina de enfrente. Y tomando una pastilla mágica. Y ahí el pasante que premia al médico que abrevia sus escasos cinco minutos con una receta... Estilos saludables de vida, verdadero ahorro a la administración. Pero no...no interesa o interesa poco.
Seguimos queriendo creer en milagros. Y acomodados en la televisión, la comida rápida y fácil.
Esa es la clave: fácil. Que sea fácil perder ese exceso de peso (en verdad, lo no saludable es la grasa interna adherida a las visceras: ese es el verdadero problema). De eso también vemos en nuestro centro todos los días: los niños buscan lo fácil. Que no requiera esfuerzo. Y cuando salen a la vida, hostia que te crió.
Las cosas requieren esfuerzo y dedicación. Cariño también.
La segunda reflexión, entorno a la idea de los motivos para correr, andar y, en general, esforzarse. Reconozco que los gimnasios están llenos de vigoréxicos. Y de gente sin formación alguna. Pero tampoco es cuestión de decir que la única motivación para realizar un esfuerzo continuado físico es la búsqueda de ese ideal Discóbolo.
Conozco muchos casos, entre ellos el mío, en el que ejercicio se convierte en religión: nos da la paz necesaria. El equilibrio entre nuestras contradicciones y egos. Unos la buscan en las iglesias, otros en los libros. En mi caso, la busco en el gran viaje interior, realmente instrospectivo hasta límites inimaginables, que supone enfrentarte en soledad a una larga distancia, a un esfuerzo de 30 o 40 horas seguidas... Ese viaje interior seguro que tú lo encuentras en los libros; ¡qué suerte tienes! Yo lo encuentro en la montaña, en hacer lo más natural para lo que el ser humano ha sido pensado: correr. En sentir frío, calor, sueño, dolor... En sentirte vivo de veras.
En fin, Don Antonio, gracias por tus reflexiones.
¡Te deseo un año lleno de lecturas reconfortantes!
Un abrazo, feliz año.
Quizá tengamos tiempo de hablar con calma de cuanto aquí me cuentas... De momento, gracias, por tu largo comentario. Un vez más... un abrazo.
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