Termino
abrumado el libro de Grisar sobre Lutero. La cantidad de información en letra
menuda y apretada, más menuda aún en algunas páginas y en el propio texto, las
referencias a estudios y estudiosos… me ha anonadado y salgo, bien lo sabe
Dios, con la cabeza caliente y los pies helados en este otoño… He leído el
libro en un período muy largo de tiempo: empecé en primavera y termino en otoño,
mientras otros asuntos se cruzaban, incluidos varios libros leídos entre medias,
etc. y sé que no saco una idea cabal, sino muchas ideas sueltas, un alubión, y
un tanto deslavazado todo: lo reconozco.
El
libro es un volumen editado en España en el año 34 (no lo hallé de año
posterior), que he conseguido nuevo (estaba intonso) en una librería de
Valencia y al que me enviaban como referencia de una obra donde bien podría
hacerme una idea de quién era Lutero, por qué actúo Lutero cómo lo hizo… y bien
es cierto que todo ello está ahí en el monumental trabajo de este jesuita alemán
llamado Hartmann Grisar.
Saco
en claro que el ambiente familiar en que Lutero se cría lo condiciona, mas
desconfío de estos condicionamientos excesivamente sociologistas, como me
parece que lo hace Grisar, pues todos tenemos la experiencia de hermanos de
padre y madre y que, viviendo en un mismo ambiente, tienen trayectorias vitales
absolutamente desemejantes. Ambiente de pobreza, en zona minera, creyentes en
brujas y supersticiosos, todo ello envuelto en una profunda ignorancia y
carencia de formación, hace que el niño Martín, aún siendo mayor, siga
obsesionado con esas ideas y que el demonio se halle presente muy de continuo
en sus homilías y sus escritos y la presencia física del maligno la viva como
una realidad manifiesta, material, en apariciones que dijo padecer etcétera.
Otro
asunto al que continuamente hace referencia Grisar es al estado psíquico
desequilibrado de Lutero desde que era muy joven y que condicionará toda su
vida, su creación, su pensamiento y que da razón de muchas de sus teorías y de
sus planteamientos personales, espirituales y doctrinales, vitales.
Craso
error, por lo que observo, el de Lutero que hace extensiva su vivencia y
experiencia personales a todos los demás. Es cierto que los animales,
racionales, dependientes (A. MacIntyre) nos parecemos mucho, pero de ahí a
generalizar como evidencia que lo que a mí me sucede le sucede al resto… media
un trecho. (Algo así hizo Freud al mentirnos con sus teorías, al partir de sus
fracasos personales y las experiencias con sus enfermos).
He
podido ver con más claridad todo lo que hace referencia a la fe en la doctrina
luterana y el problema que le plantean las buenas obras, las virtudes y la
justificación, la gracia divina, etc. Lastimoso el vericuetismo que lleva al
portalón sin salida de altas paredes y donde hay que empezar a inventar
historias, como Sherezade, para que no se cumpla el final horrendo de quedar en
ridículo contra cualquier inteligencia medianamente bien formada.
Ha
logrado Grisar que pase en el libro de una especie de rechazo a Lutero por su
testarudez (todo tonto lo es) a una suerte de compasión por él y quienes
creyeron en él, que no en Dios, de quien con tanto tino muchas veces predica y
dice. Ya se ve que la buena voluntad mezcla a veces con la soberbia y la
ignorancia, dando al traste con lo mejor pintado.
Al
final me quedo con una pregunta y esta no tiene respuesta, pero aventuro una
solución. Afirmo: con una visión de humana, de contable humano, sin duda,
Lutero supuso con mucho una gran quiebra en la Iglesia, un auténtico desfalco,
donde muchas almas toman un sendero errado: todo ello fue una quiebra mayor que
la organizada por Calvino, Enrique VIII… Y ahora pregunto: ¿Y cómo, si Dios
existe, y asiste a su Iglesia, permitió que tal sucediera? La respuesta en san
Pablo, Rom., VIII, 28.
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