6 de junio de 2013

Crouzet, Denis: CALVINO (I)



         Densa biografía sobre Calvino que también admite, sin duda, el calificativo de buena a medida que se va leyendo y que al final se me antoja excelente. Biografía, cierto, no estrictamente biográfica, si se me permite la aparente paradoja, sino ideológica, teológica, intelectual, dogmática. El comienzo de la obra es de una densidad apabullante en cuanto a los contenidos que el autor expone sobre el calvinismo y las relaciones que se hacen de las reformas. Será más adelante cuando el biógrafo nos muestre a Calvino en medio de las consecuencias que tiene la imposición, no siempre por las buenas ni de buen grado, de su nueva visión de Dios, del mundo, del hombre, de la religión, etc.

         Denis Crouzet se mantiene muy dentro de los límites formales de lo que está contando, insisto, con densidad y hondura, no siempre con claridad para el lector que debe estar, de continuo, sobrealerta. Añado: Hay que tener un conocimiento del momento y de muchos aspectos de la religión católica para contrastarlos con las innovaciones de este reformista llamado Juan Calvino.

         No cabe duda que, si se conoce la historia de la Iglesia en el momento en que nos encontramos (Calvino vivirá entre 1509-1564), comprenderemos que se está sentado sobre un polvorín donde se han mezclado un sinfín de productos inflamables, explosivos y poco estables.

         Huir del miedo es la señal del inicio intelectual de la marcha de Calvino de la Iglesia de Roma hacia su reconversión. Escribe Crouzet: “Contra el fantasma renaciente y culpabilizante de la disgregación o la fragmentación de sí, contra la angustia y el recelo, el reformador hizo de su existencia, enteramente dedicada al servicio de Dios, un universo subjetivo unificado en el «trabajo»”. Sin duda es tiempo de inseguridad, pues la fe que los hombres de Iglesia transmiten parece tambalearse, decrecer: la jerarquía no traslada ejemplos de vidas santas y el fiel laico se siente desorientado y perdido en un mundo cargado de dudas lacerantes, un mundo demasiado oscuro y terrible al que Dios parece haber abandonado a su mala suerte. En medio de todo ello, siguiendo la estela abierta por Lutero, “La vida de Calvino es conmovedora, patética, teatral, violentamente viva y vibrante en las historias paralelas o engastadas unas en otras que despliega, desde la infinita tristeza anterior a la conservación hasta la fe providencialista y la razón práctica de los años de combate”.

         Calvino, el niño asustado, estudia en Montiagu, donde ya lo hizo tiempo antes Erasmo y quien puso a esa institución a caer de un burro, pues cuanto allí había era penoso, desde la didáctica –por llamarla de algún modo- a las comidas. Poco a poco el joven Calvino se va creyendo un papel -que para Crouzet es teatral- y que consiste en representar, hasta alcanzar la convicción plena, de que es un profeta singular de Dios, un heraldo e intérprete de la recta palabra que Dios ha transmitido a los hombre por medio de la Biblia y que no cesa de seguir hablándoles, mas estos hombres, quienes están dentro de la Iglesia de Roma, han dejado de escucharlo, de atenderlo, es por ello que se necesita una Reforma y el llamado para llevar a término este proceso no es otro que él, un hombre de fe inquebrantable, providencialista sin límites, pero pragmático y racionalista hasta la previsión de lo más nimio en el mundo todo.

         No deja de llamarme la atención cómo, dando la impresión de que Calvino huye del oscurantismo de la Iglesia, desemboca, sin embargo, en un Dios triste y duro, que odia al pecador, un Dios implacable, un Dios encolerizado, eternamente irritado, que predestina al hombre a arrastrarse por una existencia cuyo final no está en las manos del propio hombre, sino que Dios ya “ha escrito”.

         Desconfío de las interpretaciones psicoanalíticas, lo confieso. Crouzet, sin embargo, por ellas transita cuando nos habla de la infancia de Calvino, niño siempre temeroso, huérfano de madre, con un padre inflexible, imagen que trasladará a su Dios… No me cuadra y se me antoja un sociologismo falaz, ¿pues cuántos niños no vivieron y estudiaron en el mismo colegio Montaigu, tuvieron situaciones semejantes, etc. y no desembocaron en lo mismo que Calvino, incluido el citado Erasmo?

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