Me hace gracia porque los periodistas,
la mayoría, como quizá sea lógico, viven de la actualidad y cuanto más
escabrosa, oblicua, sicalíptica y sangrante… ¡mejor!: que la sangre, sea física
o moral, siempre alimentó mucho. Esta es una reflexión que hace Bergoglio: los
argentinos y en general el hombre (añado yo: ese bicho social, torcidamente
curioso y a veces muy cutre) vive del chisme en los “conventillos” los llama él
–“capillitas”, decimos en el castellano europeo-. El grupo reducido, la
murmuración, la calumnia, el cuchillo por la espalda, la mentira, la sombra,
lejos de la luz… y no podía ser menos en el nombramiento de un Papa, que esas
personas, a lo primero a lo que dieron pábulo –esos periódicos- fueron a su relación
–todo contado desde ese ángulo oscuro- con los dos jesuitas que deseaban
constituir una nueva orden, que fueron detenidos por los militares de la
dictadura… y que todo ello, con la palabra de Bergoglio, queda en nada por
cuanto a su implicación con todo este suceso. Queda acallado y sellado el
morbo.
No dejan de insistir los publicistas en
cómo vive Bergoglio y su relación con la pobreza. Nada nuevo. Conozco a muchas
personas que viven así, pudiéndolo hacer de otro modo. La austeridad, virtud
que tiene que ver con la templanza, no es comunitaria, sino personal, íntima.
¿Quién sabe de qué prescinde nuestro vecino por virtud? Dormitorios como los de
Bergoglio los he visto a cientos entre quienes pudieron, como él, disponer de
mobiliario más confortable, etc. Me parece bien y lo aplaudo, pero ya está: no
me mueve, lo siento. Todo cuanto se ha afirmado de su acercamiento a los
pobres… no es nuevo en la Iglesia ni entre lo papas recientes.
A nadie le leí lo que a continuación
digo y ahí escrito y explicado, sin mojigatería, me parece iluminador con
respecto al temple de este hombre que hoy es Papa y tiene un temple bien
distinto: Su afán por amar, su rechazo a la soberbia y su condición de pecador.
Comenta cómo se confesó de tal o cual asunto porque eran pecados que ofendieron
a Dios y le arañaban el alma, incluso, algunos de ellos, cuando pasado el
tiempo él comprendió que ese pecado –que en su momento pasó desapercibido-
estaba anidando y ensuciando su alma. Hermosa la condición del pecador que se
sabe tal (él afirma que quien se niega a reconocerse como tal, en el fondo, lo
confiese o no, se sabe así, pecador, y yo añado: y soberbio por no reconocerlo,
además de tener una conciencia culpable). Todos somos pecadores, pero el Papa
no tiene inconveniente en decirlo públicamente: para mí, con todos mis
respetos, es un acto de humildad que va más allá del lavatorio de los pies a los
presos, viejos, limpios o sucios del cuerpo, pues en el fondo ese acto de
servicio es acto de amor que me hace recordar mi condición de pecador. El
siervo de los siervos de Dios, el Papa, se humilla hasta la condición de
pecador, insisto, y lo dice públicamente. ¡Imponente!
No le importa decir, y hablar de sus defectos,
lo que es tanto como mostrar flancos
débiles, cuando lo valioso hoy es mostrarse, perfectos, intachables,
incorruptibles…, literalmente impecables. Mostrar debilidades es invitar a otro
a atacarnos por ahí (¿o es que Bergoglio solo ve en el otro al hermano, al
amigo y nunca al enemigo?). Mis primeras reacciones ante lo bueno o lo malo,
confiesa, son malas. No reacciona bien: necesita de la paciencia y de la prudencia
ante lo inesperado. Se me antoja excelente que se conozca y obre en
consecuencia y me admira su humildad. Muchos periodistas a esto lo llaman gestos porque ignoran qué es la gesta de luchar por Amor contra los
propios defectos, luchar por ser santo, lo que es la ascética del momento a
momento, minuto tras minuto, hora tras hora...
Continúa…
Uhm, se va poniendo interesante la entrega. Gracias Antonio, sigo leyendote con atención.
ResponderEliminarEXACTAMENTE, cualquier buen cristiano de a pie entiende mejor que algunos doctos periodistas
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