4 de octubre de 2012

Sigo con eso de las lecturas de los ricos (y II)


Otro lector empedernido: el Pocero en su yate...

         Alguno se me puede encampanar con aquello del mecenazgo de los poderosos y todo eso que ocurría en el mundo clásico, el mundo del Renacimiento, las fundaciones hoy de personas adineradas, etc.; mas no creo que debiéramos confundir almorranas y témporas, es decir, la ostentación, la vanidad, la pompa y el alarde con el cultivo parsimonioso, un tanto ridículo y tan poco productivo en dinerito contante y sonante como es la lectura. El rico se hizo construir palacios y casas, en la urbe y el campo. Se hizo representar en cuadros o esculturas. Pagó a actores y teatros particulares, y a los pintores o adquirió cuadros. Hoy invierte en arte, en obras de arte. Conocidas colecciones nacen a la sombra de hombres poderosos y enriquecidos, de familias durante generaciones. ¿Qué leerá Tita Cervera, la varonesa Thyssen o como se escriba –que a mí me suena a marca de ascensores y sus revisiones-? ¿Y su señor niño, ese grandón que siempre sale vacando con la nuera detestada por la señora varonesa? ¿Qué leerá don Borja Thyssen? ¿Y Ronaldo y Messi y Maradona y Nadal… esos chicos ricos… qué leen? O alegan que “realmente los viajes, las concentraciones, los entrenamientos me lo impiden”.
         ¿Y nuestros políticos, esos hombres que declaran algunos millones de euros? Sí, unos mindundis entre los ricos, pero son hombres acaudalados y de acción. El lector suele ser intelectual inservible para la política, para los negocios, donde se necesitan hombres decididos, sin muchos escrúpulos y escasos remilgos. La cavilación no tiene cabida en el apunta y dispara, para después indagar. Me pregunto ahora si Maquiavelo fue rico, si lo fue Aristóteles, el preceptor del poderoso Alejandro… No lo sabría decir, pero me temo que no. Me suena más bien que sus vidas fueran austeras, sobrias, frugales, templadas…
         Es curioso cómo cambian las tornas. En el mundo clásico el hombre de letras cultivaba las llamadas artes liberales, pues se entendía que disponía de su tiempo para ello: era rico. Después se dijo que estudiar letras era camino digno de la pobreza, pues las carreras que daban el dinero estaban entre las llamadas artes serviles. Hoy pasa otro tanto: médicos, ingenieros, arquitectos, economistas, empresarios…
         Mucho me temo que son escasos los ricos que entre viaje y viaje, entre cacería y cacería, entre idas y venidas, leen. No ha mucho creo que un hijo del mítico don Juan March, el banquero famoso, hablaba con fruición de los libros: una pedrada en un ojo, un mirlo blanco, una perdiz albina.
         Perdóneme. Voy a dar un paso más al frente. ¿Qué leen, sin ir más lejos, nuestros profesores? Sí, nuestros profesores universitarios y no universitarios, los maestros y licenciados… ¿Cuántos libros compran y leen en un año? Los hay que muchos. “Hace dieciocho años que no he leído nada de mi materia”, me dijo un profesor hoy ya jubilado y a quien Dios conserve muchos años cavando olivos.
         En realidad, ¿para qué discutimos? ¿De qué hablamos? Los ricos y los menos ricos… se lee poco, pero los ricos, de veras: creo sinceramente que los ricos ricos no leen NADA DE NADA.
         ¿Y usted qué sostiene?

2 comentarios:

  1. Oye, aclara una cosa NO LEER NADA NO TE HACE RICO, mas bien todo lo contrario

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  2. Lamento tener que reconocer que la lectura produce una riqueza que nada tiene que ver con la disposición arbitraria del tiempo, ni con la libertad que procura el dinero, ni lo superfluo que el empleo resulta al rico... La lectura procura una felicidad que se puede apoyar en la belleza, el bien, la verdad... La lectura tramita bellos saltos de calidad personal. Hace la lectura amigos con mucho bien de por medio..., pero ¿ricos... lo que se dice RICOS..., querida amiga? Nada de nada. Es lo que hay.

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