Azacán es una hermosa palabra de origen
árabe que designa a quien en castellano se denomina aguador. Me gusta más azacán. Cuenta Corominas en su diccionario
etimológico (si alguien desea deshacerse de alguno en papel, por favor, que me
lo me regale porque solo tengo el abreviado) que esta palabra se usaba ya en el
siglo XIII y que tiene la misma raíz, en árabe, que otra hermosa palabra, acequia… Agua, vida, frescura… No recoge
el Corominas breve, sin embargo, el verbo derivado del sustantivo, azacanear, que según me dice el
diccionario de la RAE se usa con andar
y estar y por tanto dan lugar a
perífrasis verbales… Me dijeron que el verbo azacanear, como neologismo, como derivado del sustantivo azacán, surge en el Toledo del Tajo
donde la ciudad necesita del agua del río y así el azacán siempre, en su
continuo subir y bajar con agobio da pie a ese estar azacaneado. Pues así voy, así estoy, así ando… azacaneado (y dejo aquí la anécdota de
Cela, ¡que me pierdo!).
Daniel
Arias de Saavedra, que no yo, Daniel, insisto, que es… mi amigo, es un señor a
quien los ordenadores se le resisten lo justo y necesario, pero que, en
general, los domina con suma facilidad. Daniel ha tenido la grandeza de echarme
una mano. A
partir de ahora mis libros, agotados en casi todas las librerías, él los ha subido al carrusel de la Red en el
caballito de AMAZON y ahí lo pueden ustedes mirar, curiosear… y bajar, si así lo desean, por unos
dólares.
De
los libros ahí colgados, se agotó Soy Gutiérrez
hace la tira de tiempo, pues fue un libro de una sola edición, razonable para
el caso, que se agotó en un pispás. Están Amanda, querida
y Escalera de sinvergüenzas de las que, en
papel, tengo aún ejemplares en casa para poder vender… La gran novedad es que España no perdona sale a la calle: sin
presentación, sin acto social, sin bendición casi... Ninguno de mis libros
antes salió así, pero la vida cambia y a veces manda.
Pienso
en mis libros como en los perros que tuve, como en los amigos que lo fueron una
vez hace tiempo, como en los niños que fuimos y dejamos de ser. Recuerdo a Soy Gutiérrez que
se marchó a Madrid de la mano de Sergio Munuera y allí, en la capital de las
Españas, pasaba por novela policíaca de las que se vendieron un buen puñado…
Escalera
de sinvergüenzas se tituló así en un último momento, en una conversación telefónica con
el editor, porque el libro se iba a llamar Juan
de Ochaendía con claros ecos barojianos, vascos, mas solo eran resonancias
de quien me inspiró el libro, aunque solo fuera por su título, mi amigo
inolvidable Juan Ochando.
Amanda, querida es
un libro que no termina de romper. Es
un libro que leen con bien y gusto, con agrado, las señoras cultas de cierta
edad, pero que se les cae de las manos a los más. “No pasa nada… Es como si
fuera la vida”, me han dicho muchas veces… ¡Pues sí!: es un cúmulo de pequeños
sucesos, como la vida en sí, vividos, mirados, contemplados por una mujer…
Hermoso libro Amanda, que anduvo en un PREMIO
PRIMAVERA DE NOVELA y alcanzó la final, aunque al final llegó el FINAL y ganó
quien debía ganar. Así es la vida. Amanda
es un libro muy especial para mí… Empezó este libro en una carta que escribí a
Julio Montero desde Dublín. Julio vivía entonces en Granada… ¡hace tanto
tiempo, Dios, mío! “¡Qué cosas, Amanda!”, termina el libro, si no recuerdo mal…
En la
siguiente entrada sigo… ¡¡Voy por agua!! Es lo propio del azacán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario