Dos apartados más componen esta obra.
Más breves que la primera, pero no por ello con menos enjundia, no por ello con
menos sorna…
Se me olvidó decir en la anterior
entrada –que para esto también está esta- que el poeta teje un trazado
semejante al que da pie indirectamente, entiendo, con las palabras de Borges al
título del libro. Hace referencia a algunos otros de sus poemas o de sus
libros, de sus gustos literarios o musicales y genera así un mundo que no puede
ser tan cerrado y próximo al generado por el novelista –Faulkner o García
Márquez, me vienen ahora a los dedos-, pero no es una mera reiteración
repetitiva y redundante como sucede en algunos poetas de los que ahora no
quiero acordarme.
En la segunda parte, tras Álbum, El arte por no helarte escribe el poeta:
Y me dice: un poema
debe ser como esta
cartulina marchita:
debe reunir en un solo
instante de magia
lugares, tiempos, vidas,
sueños que se entrecruzan
con más sueños
y cosas que no pueden
entenderse.
¡Claro
mi amigo, claro! Para eso estás tú, para tantear con tus versos en lo
enigmático y misterioso del hondón de la existencia, de la realidad y de las
almas, del que va camino del Santiago eterno, bajo el status viatoris… Es el poeta el encargado de atisbar, de mostrar,
si puede, eso que es incomprensible y ahí están tus versos que me llevan por tu
Álbum a no quedarme helado y volver
sobre mi existencia y mis recuerdos. El poeta vidente, el poeta torre de Dios…
De
pasear por otros poetas, por otras voces, por otros ámbitos, te pasa a ti y nos
sucede a todos, que, al final Mis mejores
versos los escribieron otros poetas… Como bien escribes (hoy le comentaba a
un amigo de un cretino, bien podría ser político, que recomendaba entre todas
las obras habidas especialmente, encarecidamente… ¡las suyas! Mi repugnancia
más leal para él). Meditamos en los versos y los escritos de otros y nos parece
estar remedando, copistas en la torre, lo que otros pensaron, lo que otros
vieron… ¿No se trata, de eso, al final, Miguel, de ir y volver cien veces por
la misma vereda hasta llegar hasta a su final, allí, al otro lado de la pared
sin muro?
Darditos
envenenados para los eruditos a la violeta, para los sabios de salón, para los
listos de los congresos, para los publicones de necedades insustanciales… No
son citados con sus nombres quienes se autoproclamaron y denominaron enemigos
pero sí los amigos: Felipe Benítez, Andrés Trapiello…
Concluyo
con la cita que en la obra no es sino un trocito de pan, Mateo 5,11, pero que sopo y dice: Bienaventurados sois cuando por mi causa os
vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Me
quedo con la verdad indeleble de su poesía, don Miguel. Ahora vengo.
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