De
unas fechas a esta parte, con frecuencia, me llegan al buzón del correo
electrónico un par de artículos escritos por Antonio Muñoz Molina: Hora de despertar y La libertad más frágil. En el primero, el autor hace una llamada,
como la hecha por Manrique con la sana intención de que los españoles tomemos
conciencia de la situación en que estamos: Avive
el seso y despierte. En el segundo artículo lo que hace MM es una defensa
de la libertad. Este par de artículos tienen el fondo de sensatez que dan la
experiencia y los años. Los escritos como tales están a la altura del excelente
escritor que siempre fue Muñoz Molina, a quien empecé a leer en el Cultural de ABC de los años ochenta,
quizá. Perdón si no doy con las fechas exactas, pero es que me han cerrado, como
a don Quijote, la puerta donde podría comprobarlo y no han sido ni los
encantadores, ni mi sobrina ni mi ama de llaves: han sido los albañiles…
No
obstante –y me dirijo a los remitentes- no tengo entre las personas que puedan
dar lecciones en estas materias a MM. Me temo que mis remitentes lo hacen con
la mejor intención, pero desconocen la trayectoria del escritor.
Por
muchas razones, bien podría decir que tendría, para tenerle a Muñoz Molina,
verdadero y vivo afecto y admiración. Pronto supe, hace muchos años, entonces
un muchacho, que era paisano, conocido de amigos y amigo de conocidos que
llegaba tan lejos, en principio, como el Lazarillo, con sus solas fuerzas y a
base de mucho escribir y pulir lo escrito: desde muy abajo a base de estudio y
valor y de su valerse personal ascendió... Mas no es así; no le tengo en alta
estima. Lo siento. Desde que lo escuché por primera vez, Muñoz Molina no tenía
en absoluto el habla de Úbeda y, me temo, para entonces no era el muchacho
sencillo y tímido, que me dicen que fue en los Salesianos. Su habla era como de
otros pueblos… de Graná, en concreto,
y esto carece de importancia, pero su actitud era la típica que se les achaca a
quienes son de allí. Esa actitud la padecía en mi infancia y desde entonces le
tengo harto despego: me produce desprecio su jactancia, su confundido sentido
de superioridad, su vanidad… (su malafollá).
Desde la primera vez, y todas las siguientes, siempre que lo oí… MM, para mí,
era un granaíno con muchas vocales…,
con todo el mérito que se le desee atribuir, mas no con tanto como él creía
atesorar. Si antes se me antojó que iba a caballo, con toda la carga que a esto
le da Sabina, pronto cabalgó a sillón, el que ocupó en la Docta Casa, siendo,
creo, el académico más joven que había alcanzado condición tal. Lo escribió
Unamuno: el gran negocio del mundo es comprar a la gente por lo que vale y
venderla por lo que cree valer.
…/…
Me ha llamado Muñoz Molina desde Nueva York( él dijo niuyork) para que te diga que eres un cabrón, un envidioso y un jaenero.
ResponderEliminarTe comprendo. Eres un absoluto mediocre que has escrito cuatro librejos autopublicados seguramente, y te mueres de envidia con MM. Haces juegos de palabras para compararte ya que, si no tienes ni un uno por ciento de su éxito ni de su talento, te quieres hacer el importante teniendo un enemigo importante. Pues hasta en eso vas a ser un desgraciado, porque no te va a hacer ni puto caso. Porque eres solo otro gordo muerto de envidia.
ResponderEliminarCuenta Kamen en su FELIPE II que este gustaba de ir los domingos de palacio a la iglesia andando, con grave riesgo de su integridad. Lo hacía para que la gente del pueblo que lo desease le diera directamente sus cartas, con sus quejas, peticiones, etc. Las cartas anónimas no las leía y las tiraba directamente. El anónimo no se hace responsable de lo que escribe. El anónimo se ocultaba no tanto por cobarde como por miedoso, o temeroso. A estas alturas de la historia sin duda lo es todo eso: cobarde, miedoso, temeroso…, pusilánime, encogidillo…, mas nada hay que temer, entiendo.
ResponderEliminarComo no soy Felipe II y, aun pudiendo moderar y despreciar los comentarios, no he querido dejar de publicar este florilegio que bien retrata a su autor a quien le doy las gracias por habérmelo escrito. Agradecido, admito el RESPICE POST TE, HOMINEM TE ESSE MEMENTO y, como premio, manumito al timorato esclavo que me lo recuerda.
El primer comentario ANÓNIMO es de un íntimo y querido amigo. Para el SEGUNDO, mi agradecimiento, insisto, y mi respuesta.
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