8 de abril de 2012

ANTONIO MACHADO Y BAEZA A TRAVÉS DE LA CRÍTICA, Antonio Chicharro (Ed.). II


Y Baeza entre la niebla.
         Hechos los prolegómenos del libro. Me centro ahora un poquito en lo que el lector puede hallar en él…
         El título, sin duda sitúa perfectamente al lector, pues los artículos seleccionados por Antonio Chicharro son aquellos que hace referencia cuasi directa y exclusiva al paso del poeta sevillano por el pueblo del coordinador de la obra, Baeza, porque los Chicharro son baezanos y lo llevan a gala (Dámaso hizo la tesis sobre Alonso de Bonilla, poeta baezano, y adelantado conceptista en nuestro Barroco, poeta que vivió en la etapa de la Contrarreforma).
         Los baezanos yo bien lo sabía por don Alfonso Sancho hacían gala del paso del poeta por su pueblo, pero ponían sordina al rechazo del poeta al pueblo. El pueblo de Baeza, cuando Machado llega a él, el 1 de noviembre de 1912, era lo que el poeta dirá, un “poblachón moruno”. Baeza se le antoja al poeta el final del mundo, pensó quizá que era lo último que hubiera deseado –él no eligió Baeza, sino que fue lo primero que le ofrecieron como cambio a la Soria donde acababa de morir su mujer y él quería dejar atrás, lejos, lo antes posible-. Leí después la carta que le escribió Machado a Unamuno, famosa, en 1913 diciéndole del pueblo… Nada de todo esto aporta nada nuevo para mí. El poeta abandona el pueblo en octubre de 1919, siete años por tanto pasa Machado en Baeza. Llegó en mala hora, pobre poeta triste, cansado, pensativo y viejo… con una depresión enorme. Se marcha Machado curada el alma, con una buena gavilla de poemas, feliz, tras varios intentos por marcharse, camino de Soria, cerca ya del Madrid que ansiaba.
         Escribió Dámaso Alonso que Machado se agostó en Baeza. Es posible. Machado tras su paso por el pueblo giennense se volverá un poeta seco, recortado, sentencioso. Su poesía carecerá ya del tono íntimo, de la exaltación de lo insignificante hermoseado por la mirada amable del poeta. El mundo se volverá adusto para el sevillano tras su paso por Baeza.
         Es curioso que siempre supe que Machado llevaba garrota, pero pensé que era un motivo, digamos, más estético, algo de la moda, que necesario en el poeta. Había leído, por supuesto, lo escrito por Alcalá Laínez sobre Machado, que en el libro de Chicharro se reproduce también, ¡y no caí en que no era estética, sino necesidad de cojo! Machado era algo cojo… Lo ignoraba.
         Tampoco sabía que, la hija del director de instituto de Baeza, hizo sus pinitos, digamos, en torno al profesor-poeta-recién enviudado. Lo ignoraba. No parece, sin embargo, por lo que ahí se dice que Machado, con una depresión que le duró años, estuviera mucho por la labor de atender a esta señorita.
         Se repiten innumerables veces en los artículos seleccionados sus paseos, su modo de vestir, la tertulia de Almazán y quiénes asistían, las pobres clases que impartía, sus compasivas calificaciones –nunca suspendía a nadie-, sus paseos a Úbeda andando desde Baeza, su contemplación de los olivos y los montes sentado en la muralla de Baeza, su excursión a Cazorla, la llegada de Domínguez Berruete con Federico a Baeza…
         Decía don Alfonso que era extraño, y ciertamente no he leído comentario aclaratorio al respecto, que en la poesía del sevillano no están presentes ciudades tan hermosas como lo son en las que vivió. Recuerdo que don Alfonso decía Soria, Baeza y Segovia… Con mis años, quizá con impertinencia, añado yo ¡y París! ¿¡Y París, don Alfonso!? La ciudad de la luz no merece un mal poema del poeta sevillano. ¿Qué sabemos del paso de Machado por París? Perdón por alejarme: Sabemos que salió de prisa y corriendo con su hermano Manuel y que trabajó, como tantos otros, en la editorial Garnier, por cuatro perras… ¿pero qué hacía allí? ¿Cómo vivió allí?... Sobre esto solo he leído generalidades. Por segunda vez, becado, casado, se marcha Antonio a París; va con Leonor… ¿pero y qué hacen allí? Ella enferma, cierto… Antonio asiste a las clases de Bédier, de Bergson… ¿Y qué más hacía? No pasearon sus jardines… ¿Qué hay de la ciudad tildada de la luz? Nada. No conozco ningún poema de Machado sobre París.
         Baeza, Soria… los campos, los olivares, los olmos, los encinares, violetas, margaritas, un hombre siempre lejano cruza, un labriego, un pastor, un cazador de luenga capa… Las ciudades, sus monumentos quedan en esquemas. La Institución Libre de Enseñanza, es cierto…, enseñó el Guadarrama a sus alumnos, pero también el Prado, la arquitectura… Da la impresión de que Machado no se siente atraído por la belleza de los edificios y, sin embargo, ante una pequeña margarita, un chopo, un álamo, un jilguerillo se extasía el poeta sevillano… ¡Ah, Sevilla! Sí, Sevilla sí le resulta atractiva el poeta en su recuerdo, mas después, Sevilla, sin sevillanos… (¡y las quejas al poeta!).
         Mis felicitaciones para Antonio Chicharro. Es cierto que se repiten ideas en distintos de los artículos elegidos: inevitable. Que en la selección hay autores de gran altura intelectual, autoridades en la materia… y otros que no lo son tanto o no lo son en absoluto, pero… que ahí están: inevitable. He pasado unos ratos amables recorriendo poemas de Machado al hilo de Baeza, en la presencia de amigos ya fallecidos -¡pobre mi Juan Ruiz!- y de amigos vivos y felices -¡Pepe Martínez, Diego Orzáez, Fernando Rodrigo!-…
         Cierro el libro y se queda Baeza de nuevo extasiada, ensimismada, dormitando entre sus nieblas, sus panis, sus escudos, sus brillos opacados por una realidad que no miente, que no engaña… Nido real de gavilanes
Guimar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario