He andado
muchos caminos,
he abierto
muchas veredas;
he navegado
en cien mares,
y atracado en cien riberas.
Escribió
Antonio Machado en sus Soledades. He
perdido el pulso de lo que venía escribiendo, y pido perdón al lector de este
blog por ello. Abordaba un asunto que veo, por la cantidad de visitas que tuvo,
que interesó. Hablaba de la autorrealización frente a la autotrascendencia. Las
corrientes que, en apariencia, opuestas debieran ser trenzadas, comprendidas…
Maslow y Frankl, escribí… Anduve caminos que me llevaron, y aún por ellos sigo,
y ya hablaré de Marañón… En un recodo del camino me encontré con Vargas Llosa y
el sueño de su celta: ya escribiré sobre él… Anduve mirando sobre el Zaide,
personaje del Lazarillo, del que me
envió documentación el doctor Fra -¡muchas gracias!-… El patio de la casa, las
macetas, el cambio de tierra… de plantas… me ha llevado su tiempo. Escribí que
colgaría una foto de cómo quedó el patio. Y aquí está. No me quedé sesteando en
el camino, no perdí el tiempo… Tengo más en la recámara y que me ocupó muchos
ratos: un libro nuevo por escribir, un proyecto nuevo por enfocar… Vuelvo, como
don Quijote, al camino de este mi costoso y trabajo proyecto que es el Prontuario para viajeros. Vamos allá.
* * *
Escribía
Frankl que el hombre que está muy pendiente de sí mismo está enfermo. Quien de
continuo se mira es porque no tiene un quién en quien mirarse, en quien
trascender… La persona que busca denodadamente la felicidad en la felicidad, la
plena libertad en sí, el desarrollo absoluto y pleno de su yo… en sí mismo es
una persona, por norma, enferma.
Me
cautiva observar cómo los antiguos, los clásicos -¡y justo por eso lo son!-
dicen verdades que observan en el mundo de su entorno, en su mundo interior, en
las vidas de los demás… y hoy son ratificadas con nombres extrañísimos, a
veces, por las neurociencias, los descubrimiento químicos a la sombra de la
antropología. Se siente el cobijo seguro del clásico que no se cimbrea, que
duda y confirma. ¡Qué hermoso ser y estar inserto en una cultura!
El
hombre es, y así debe aceptarse, como un ser incompleto. Mi amigo Rafa me ha
hablado del hombre… incompleto, el hombre… imperfecto…, el hombre… inconcluso,
algo así. Ignoro qué consecuencias profundas tiene el uso de una terminología u
otra y a qué rama quieren llevarnos (o nos llevan), pero lo cierto es que el
hombre busca mejorar y busca perfeccionar su entorno, de ahí la definición de
Polo: el hombre como el perfeccionador perfeccionable.
Me
dicen que la autorrealización tiende hacia buscar, parece, un equilibrio psíquico y somático en el hombre, frente a la
autotrascedencia que encuentra su sentido fuera del propio hombre. Necesariamente
me encuentro impelido al otro, fuera de mí, al mundo exterior… por eso insisto
con Kierkegaard que la felicidad es una puerta que abre hacia fuera. Necesito
desplegar mi vida, poner mi yo al sol de los demás, al servicio de los demás
para ser feliz. Sé que no estoy solo, que no soy solo y, por tanto, tomo sobre
mí la responsabilidad de mi existencia, de mi vida y me acerco a las personas y
a la realidad que conforma mi libertad. No, no en absoluto me olvido de mí,
digamos que me necesito para darme para ser también en los demás. De ahí
arranca esa realidad misteriosa de “amar al prójimo como a mí mismo”. Sí, sin
duda en el amor se encuentra la clave de la autotrascendencia: “amaos los unos
a los otros como yo os he amado”, clave en el recto proceso, por ejemplo, en la
obra del novelista español Miguel Delibes. Si la autorrealización conduce hacia
un yo exclusivo, cerrado, clausurado, que busca el propio beneficio… ¿qué
sentido tiene? ¿Qué sentido cobra este escrito, por ejemplo?
Recomiendo,
hoy, Día del Libro, una obra de Frankl que está al alcance de cualquiera… El hombre en busca de sentido. Este
puede ser un buen libro para seguir viaje.
Se avecina mayo, mes de patios, no sólo en Córdoba, por lo que veo.
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