25 de abril de 2012

Autorrealización / autotrascendencia (y II)


He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

         Escribió Antonio Machado en sus Soledades. He perdido el pulso de lo que venía escribiendo, y pido perdón al lector de este blog por ello. Abordaba un asunto que veo, por la cantidad de visitas que tuvo, que interesó. Hablaba de la autorrealización frente a la autotrascendencia. Las corrientes que, en apariencia, opuestas debieran ser trenzadas, comprendidas… Maslow y Frankl, escribí… Anduve caminos que me llevaron, y aún por ellos sigo, y ya hablaré de Marañón… En un recodo del camino me encontré con Vargas Llosa y el sueño de su celta: ya escribiré sobre él… Anduve mirando sobre el Zaide, personaje del Lazarillo, del que me envió documentación el doctor Fra -¡muchas gracias!-… El patio de la casa, las macetas, el cambio de tierra… de plantas… me ha llevado su tiempo. Escribí que colgaría una foto de cómo quedó el patio. Y aquí está. No me quedé sesteando en el camino, no perdí el tiempo… Tengo más en la recámara y que me ocupó muchos ratos: un libro nuevo por escribir, un proyecto nuevo por enfocar… Vuelvo, como don Quijote, al camino de este mi costoso y trabajo proyecto que es el Prontuario para viajeros. Vamos allá.


 * * *

         Escribía Frankl que el hombre que está muy pendiente de sí mismo está enfermo. Quien de continuo se mira es porque no tiene un quién en quien mirarse, en quien trascender… La persona que busca denodadamente la felicidad en la felicidad, la plena libertad en sí, el desarrollo absoluto y pleno de su yo… en sí mismo es una persona, por norma, enferma.
         Me cautiva observar cómo los antiguos, los clásicos -¡y justo por eso lo son!- dicen verdades que observan en el mundo de su entorno, en su mundo interior, en las vidas de los demás… y hoy son ratificadas con nombres extrañísimos, a veces, por las neurociencias, los descubrimiento químicos a la sombra de la antropología. Se siente el cobijo seguro del clásico que no se cimbrea, que duda y confirma. ¡Qué hermoso ser y estar inserto en una cultura!
         El hombre es, y así debe aceptarse, como un ser incompleto. Mi amigo Rafa me ha hablado del hombre… incompleto, el hombre… imperfecto…, el hombre… inconcluso, algo así. Ignoro qué consecuencias profundas tiene el uso de una terminología u otra y a qué rama quieren llevarnos (o nos llevan), pero lo cierto es que el hombre busca mejorar y busca perfeccionar su entorno, de ahí la definición de Polo: el hombre como el perfeccionador perfeccionable.
         Me dicen que la autorrealización tiende hacia buscar, parece, un equilibrio psíquico y somático en el hombre, frente a la autotrascedencia que encuentra su sentido fuera del propio hombre. Necesariamente me encuentro impelido al otro, fuera de mí, al mundo exterior… por eso insisto con Kierkegaard que la felicidad es una puerta que abre hacia fuera. Necesito desplegar mi vida, poner mi yo al sol de los demás, al servicio de los demás para ser feliz. Sé que no estoy solo, que no soy solo y, por tanto, tomo sobre mí la responsabilidad de mi existencia, de mi vida y me acerco a las personas y a la realidad que conforma mi libertad. No, no en absoluto me olvido de mí, digamos que me necesito para darme para ser también en los demás. De ahí arranca esa realidad misteriosa de “amar al prójimo como a mí mismo”. Sí, sin duda en el amor se encuentra la clave de la autotrascendencia: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, clave en el recto proceso, por ejemplo, en la obra del novelista español Miguel Delibes. Si la autorrealización conduce hacia un yo exclusivo, cerrado, clausurado, que busca el propio beneficio… ¿qué sentido tiene? ¿Qué sentido cobra este escrito, por ejemplo?
         Recomiendo, hoy, Día del Libro, una obra de Frankl que está al alcance de cualquiera… El hombre en busca de sentido. Este puede ser un buen libro para seguir viaje.

1 comentario:

  1. Se avecina mayo, mes de patios, no sólo en Córdoba, por lo que veo.

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