16 de febrero de 2012

De la amistad fetén, 2.


Un buen modo de hacer amigos es comer sandía juntos...
         Padres y hermanos, parientes lejanos. La familia nos sobreviene, nos sucede como a todos los animales. Nacemos en una familia, en una tribu. A los amigos los elegimos nosotros y nos corresponden ellos; nos eligen ellos, correspondemos nosotros. El amor de paternidad no certifica la amistad. El amor fraterno no implica la amistad. El amor esponsal no presupone la amistad.
         En el mundo clásico y pagano la amistad, como no podía ser de otro modo, se tenía en altísima estima. Lo escrito por los sabios del mundo clásico sobre el particular era valido ayer y lo sigue siendo hoy. Así, el enamoramiento no tiene necesariamente que ser mutuo, la amistad, sin embargo, sí: mi amigo sabe que yo lo soy suyo y yo sé a cierraojos quiénes son mis amigos: no lo dudo. Lo más necesario para la vida, afirma Aristóteles, es la amistad, hasta el punto, insiste, de que nadie querría vivir sin amigos. No comprendo del todo, lo confieso, que la amistad sea una virtud: comprendo que las virtudes –muchas: lealtad, sinceridad, diligencia…- son necesarias e implican a la amistad, pero a esta la considero un valor, es decir, es una cualidad que sólo pueden tener las personas y que se prefiere, se quiere, se desea como todo bien que se tiene en gran estima.
         No deja de ser curioso que el Estagirita, en contra del común pensar hoy, afirma que con el amigo se comparte todo, pero no tanto lo malo como lo bueno, pues lo malo, cuanto menos se comparta, mejor… Se habla mucho del estar junto al amigo en la desgracia, pero lo normal del hombre sobre la tierra no es la desgracia continua, sino la indigencia continua, la limitación y, por tanto, se necesita del amigo, como norma, casi de continuo: con él se comparte todo, cierto que la desgracia, pero también la alegría… ¿De qué le valdría al hombre tenerlo todo si no tiene con quien compartirlo, con quien disfrutarlo?
         ¿Cómo nace una amistad? La amistad nace en el compartir. Creo que es Pieper quien afirma que los amantes se miran a los ojos, mientras los amigos miran en la misma dirección. Mi amigo me quiere y yo lo quiero: ambos lo sabemos. Nuestra amistad nació de algo que compartimos (quien comparte el pan es cum-panis…, compañero): un juego, un deporte, un trabajo, una afición, una realidad la que sea, pero que nos lleva a estar juntos… El adulador no es verdadero amigo: entre los amigos no hay aduladores, zalameros, servilismo, pues estas realidades, estos vicios, son contrarios al verdadero amor. La virtud del amigo consiste en querer. De lo antedicho, quienes tienen mucha actividad, quienes se mueven en muchos ámbitos suelen tener más amigos que aquellas otras personas solitarias, ensimismadas… Quien tiene muchos amigos es magnánimo, quien no los tiene puede que sea por su pusilanimidad, por su timidez, por su egoísmo… No obstante, para Aristóteles, no se pueden tener muchos amigos, pues al nacer la amistad de lo que compartimos, y cuanto sea compartir… requiere invertir tiempo…, ¡y el tiempo escasea!, pocos amigos verdadero se pueden tener. De ahí que muchos de esos supuestos amigos no pasen de ser conocidos, compañeros, colegas, camaradas…, pero de esto hablo más adelante.
         Si la amistad vive de sus argumentos, como afirma Julián Marías, la carencia de estos sume a la amistad en estado catatónico. Lo que fue amistad se apoya en los recuerdos de todo tipo, pero esa amistad ha mermado, adelgazado, posiblemente ha desaparecido. Es curioso también cómo el refranero sobre la amistad parece que desconfía de la amistad perdida, por mil motivos, pero como básico lo escrito, y que se desea reflotar: ya nada volverá a ser lo mismo… Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, que nos enseñó el poeta.

1 comentario:

  1. ¡y que poeta! ...son mas tristes los muelles cuando atraca la tarde...

    ResponderEliminar