13 de febrero de 2012

De la amistad, amor verdadero y firme…


                                     A mis amigos, con agradecimiento sin tasa.

                                      ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
“Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!

¡y cuántas, hermosura soberana,
“Mañana le abriremos”, respondía,
                                      para lo mismo responder mañana!

        Creo que las flores, los poemas…, los libros de poesía…, quizá las corbatas y los manuales de Filosofía, si se tiene buen gusto, se debieran regalar y se dejan regalar con sumo gusto. Este poema de Lope, tantas veces meditado, es sin duda un obsequio del insigne poeta, inigualable dramaturgo y pobre pecador contrito… ¿hasta dónde no comprende y perdona el amigo, ¡y no digamos ya el Amigo!? En fin.
         Le toca el turno a la amistad en este viaje… De la felicidad nos paseamos por el amor y como apéndice magno de este nos hallamos en el llamado o conocido como amor de benevolencia, ese amor que se define como bonum bene aliqui… ese querer al otro en cuanto otro, amor desinteresado donde los halla. Es cierto que cualquier amor siempre hace grande al ser amado, incluso cuando no se corresponde con la realidad, pero en la amistad, además, se quiere sin esperar nada a cambio: absolutamente nada a cambio… Repelente por tanto el refrán que afirma, ¿lo recuerdas, Paco?: Amigo que no da, y cuchillo que no corta, si se pierden poco importa.
         Sí: quien tiene un amigo tiene un tesoro. No cabe duda, y aquel que sabe del tesoro en un campo, va y vende cuanto tiene… para comprar el campo, para quedarse con el tesoro… Sin duda alguna la vida no es lo más valioso. Me pone los pelos de punta que tres policías españoles hayan muerto por rescatar con vida a un estudiante eslovaco imprudente, hoy desaparecido, que se adentra en un mar con temporal: sin duda ni siquiera la vida es el mayor bien. ¿Qué no estaría uno dispuesto a hacer por un amigo?
         (Hoy mismo me dice un amigo y frustrado lector de este blog que no logra pasar del cuarto renglón de mis entradas: que escribo para eruditos, que no se me entiende. Dicho así: me encuentro agarrotado, encogido, lastrado, se me engarfian los dedos sobre el teclado y me patinan las palabras queriendo escoger jerigonza que no palabros, sermo vulgaris, nivel común alejado de… ¿¡qué hago, Rafa!?).
         Me voy, de momento, a los libros que tengo en las estanterías y que hablan de la amistad. Una vez más me reafirmo, me confirmo, en que las bibliotecas, como el DNI y los calzoncillos, no son fácilmente transferibles, adecuadas para cualquiera… ¿Se puede saber por qué tengo estos títulos sobre la amistad, textos anotados que tratan de ella? ¿Quién tendría algo así y por qué? No lo sé… Los he ido leyendo en estos años. Son asuntos de la vida sobre los que me interesó saber para alcanzar la vida buena…, para luchar por llegar a ella, una vida digna y digna de ser vivida. En fin, los libros, tantas horas, tanta pasión… ¡tanto encanto!
         Sobre la amistad de Pedro Laín Entralgo… ¿sabrá mi lector quién es este médico sin necesidad de mirar en la Wikipedia? Tengo varios libros de él: quizá el primero de los suyos que leí fue sobre la generación del 98; me lo recomendó don Alfonso Sancho. Busco el libro de Andrés Vázquez de Prada, Estudio sobre la amistad y no lo hallo: ¿a quién se lo presté y no lo devolvió? Aristóteles dedicó los libros VIII y IX de su Ética a Nicómaco a la amistad. ¿Y el Lisis platónico? Busco los Diálogos y ahí están. Me detengo en la insustituible obra de Pieper Las virtudes fundamentales… Me echa una mirada estremecedora un libro de Aurelio Arteta, La virtud en la mirada… Me acerco y compruebo que en su sitio está el libro de MacIntyre Animales racionales dependientes… Y ya estoy en el final de la entrada, lector amigo.

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