13 de enero de 2012

Nadie es un ángel, y sin embargo Uršul’a, Rudolf Sloboda.


Rudolf Sloboda.
         Los motivos por los que he leído la novela de este escritor checo, para mí desconocido –y para la mayoría de los españoles, me temo-, son tres: primero, porque uno se deja convencer por cualquiera; segundo, porque la traductora de la obra poco menos que me lo metió en un bolsillo y me sacó del otro el precio del mismo; y tercero, porque muchas personas han citado como las mejores obras que han leído en el año pasado libros de los que no había oído hablar en  mi vida, “Aquí hay que estirarse, charlie, me dije” y ahí va uno a dárselas de no se sabe qué… Toma del frasco, Carrasco. En fin: efectivamente no es la mejor obra que he leído en el año, ni en mi vida ni en el mes…, y sin embargo Uršul’a. La vida en rama.
         El autor, Rudolf Sloboda, debe situarlo el lector entre 1938-1995, lo que nos coloca en una Checoslovaquia del socialismo real, país del Este y materialismo dialéctico. Recuerdo que el muro cae en 1989. Nos encontramos con un autor que no se enfrenta al sistema comunista ni lo comparte, que se dice católico, con una perra vida lastrada por lo padecido en casa de sus padres y por la propia vida elegida al lado de una hija y una mujer que no le hace fácil la existencia. Necesitado de dinero, sin empleo remunerado fijo, con el perro de la escritura mordiéndole de continuo en la mano… y una salud precaria: alcohólico durante años…
        Nadie es un ángel, y sin embargo Uršul’a es una obrita de 120 páginas que llegó a tener 500 antes de ser rechazada por la censura y de ser recortada, motu proprio, por el propio creador.
         A veces son inexplicables las sensaciones que nos deja una lectura, que nos transmite un texto. Esta novela, caigo en la cuenta, la he imaginado de continuo a media tarde o de noche y en blanco y negro. Es una obra que carece de color. Con una prosa que narra en ambientes lúgubres, con personas mediocres, de almas y vidas apelmazadas, sin ventilar. Se mueve la narración por una prosa tortuosa y torturada, seca, enjuta.
         Cuanto el autor nos narra padece un esquematismo abrupto. El escribidor de la contraportada no sé que entiende por una prosa ágil, pero no es en ningún caso lo mismo que yo entienda. Los personajes son títeres bastante lineales a los que, sin embargo, el autor dota de matices semejantes a todos ellos, y entre ellos. Los personajes se mueven en los diálogos, en sus idas y venidas por la realidad creada por el autor, con cierta desafortunada ortopedia que les hace parecer irreales: muñecos articulados, personas modulares, primos de Mazinger-Z… Mi amigo el zoólogo Joaquín Muñoz-Cobo los calificaría de animalescos, pues más tienen de tales que de racionales, sensibles… Son bebedores sin ton ni ton y al mismo tenor –ignoro si la expresión es correcta-, folladores, maltratadores, de grotescas costumbres y como en un momento dice el propio el narrador con vidas de mal gusto, carentes de sentido, obstruidas, jodidas y malbaratadas, desperdiciadas…
         El narrador se inmiscuye sin ambages en la narración, haciendo aclaraciones entre paréntesis, o de improviso, cayendo en la acción como si de un aparte teatral se tratara… y a los que el lector asiste no sin cierta vergüenza ajena, mirando hacia al blanco del margen, como si no lo hubiera visto.
         La prosa, los personajes, la trama… y, ya la estructura, por último, ésta padece de los mismos vicios y me acordé ya tarde de algo que oí a Torrente Ballester cuando mi mochila de la vida tenía un gran bolsillo cargado de ilusión...

3 comentarios:

  1. Releo, por motivos obvios, esta entrada. Supongo que este verano me haré con el librito, ahora me debo a otros menesteres. Ya en el momento que la publicaste me vinieron ecos y resonancias que me hicieron volver la mirada hacia este libro que comentas, quizás resonancias tangenciales: Shostakovich.

    Un abrazo Antonio.

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  2. Pues a mí... la historia me ha parecido fantástica, y la forma de escribir de Sloboda, dinámica y entretenida, con huecos para interesantes ejercicios de introspección de algunos de los personajes.
    Me ha recordado en ciertos momentos al Cándido de Voltaire e incluso a Los Buddenbrook de Th. Mann, en tanto que el autor juega muy bien -o eso me ha parecido- con la dicotomía forma/contenido, o apariencia/realidad emocional de los personajes.
    Saludos.

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    1. Por su inicio, de veras, pensé que me iba a contar un chiste de Jaimito, viejísimo, pero que conté hace poco en algún sitio por aquí... "Pues a mí... me gusta".
      Escrito esto, muchas gracias, por su comentario. Felicidades por disentir. Si esto da para más, más adelante me ocuparé con detalle sobre la obra y con extensión, aunque sinceramente dudo si no estaremos invirtiendo tiempo en... contar nubes como algún necio parece que hará pronto. Insisto. Muchas gracias.

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