17 de julio de 2011

Alejandro Llano, “Olor a yerba seca” (I).

   A veces llega la visita inoportuna. Es la visita inesperada, ineludible. La visita que interrumpe lo importante, lo urgente… Es la llamada telefónica larga, interminable, que no hay forma humana de cortar. Luego, pasa el rato, y la visita o la llamada dejan el regusto amable del tiempo bien invertido. Algo así sucede, a veces, con los libros que llegan inoportunos. Hacía una consulta en Internet sobre un asunto que ya olvidé y me enteré, de pronto, de sopetón, de que Alejandro Llano ha publicado dos libros de memorias. Inopinado hallazgo cuando ya estaban planeadas las lecturas de estos primeros días de julio.
    Arribo donde no hay Internet. “No, no hay en la casa”, me confirman. Bien, me digo: leo y escribo sin red, como los grandes trapecistas. Que repiquen los tambores. Leo y escribo como antes. De momento leo el primer volumen de Llano a un ritmo decente. No hay Internet acá, pero sí moscas: esos animales prehistóricos con los que decían despistábamos nuestros ratos de estudio. Moscas, fresco, calma.
    Conocí a Llano por medio de su libro La nueva sensibilidad, obra que me dejó una inmejorable imagen de su autor. Me pareció el libro de alguien que se asomaba por encima de una alta tapia y nos anunciaba lo que venía, había visto con claridad lo que pasó y daba pistas para mejorar el presente de entonces y el futuro que se nos avecinaba. Tras este libro leí otros que me parecieron igualmente iluminadores: La vida lograda, El diablo es conservador y Humanismo cívico. Por él llegué a Spaemann y leí varios de sus libros; recalé en Alasdayir MacIntyre y también lo leí con calma… A Jesús Ballesteros, Postmodernidad: decadencia o resistencia. Por aquel entonces se desmoronaba el muro.
    Cuando todo parece estar cerrado, cuando ya es tiempo de marchar hacia donde no hay Internet y habitan las moscas…, me encuentro con dos obras de Llano que pido con urgencia en la librería y me llegan cuando estoy con las maletas cerradas: Olor a yerba seca y Segunda navegación. Marcho feliz.
    Más de media entrada consumida y aún no he hablado de la obra en sí. Me recuerda a muchas críticas que leía –y leo- en las que el crítico conoce las obras anteriores del autor y sobre ellas comenta. Lee un poquito de la obra objeto del comentario y con eso más las solapas y las contraportadas se cobra una pasta, que si no es mucha, menos da una piedra. No es el caso. Estoy poniendo en suerte la obra que deseo comentar. Si esta entrada no diera para más, no importa: escribo otra. No hay Internet. Hay moscas.
    Cuando don Camilo José Cela era autor tremendista afirmaba que para narrar con contar lo que se ve, se cumple. Algo así sucede con Olor a yerba seca: Llano cuenta lo que vio y lo que pensó, con contención, pero sin puritanismo, con el pudor necesario para no caer en la grosería o lo chabacano.
    Rico por su casa, como él mismo escribe de otro, vive Llano una infancia muy de la alta burguesía de mediados del siglo pasado: un colegio excelente –El Pilar-, tatas en el hogar, vacaciones en su mar asturiano donde radica la casona familiar; muchos hermanos, muchos primos, muchas relaciones relevantes: si el dinero llama al dinero, otro tanto ocurre con sus compañeros y amigos del cogollito de Madrid donde estudia y habita. Todo ello lo cuenta, insisto, como quien asume la realidad con la naturalidad propia de quien afirma que sirve a la verdad.
    Sin duda alguna uno de los sucesos que marcarán su vida es su vocación al Opus Dei, que conocerá por sus amigos y sus hermanos. Este suceso lo llevará a Valencia y sellará, entiendo, un estilo y un modo de vida. El Opus Dei se convierte en su familia y su obligación. Sería absurdo por su parte ocultar - no tendría por qué- su pertenencia a la Prelatura de la Iglesia, si bien, considero que en parte por pudor no cuenta con suficiente detalle el peso que ello comporta. No se trata solo de los encargos que de la Obra recibe: secretario del Colegio Mayor La Alameda de Valencia, posteriormente director; supongo, aunque no lo dice, que director de otros centros, así como los encargos que asume en la que será, entiendo, su mayor ilusión como proyecto laboral: la Universidad de Navarra, sino que ser de la Obra comporta un compromiso ineludible -con todos los reparos que se quieran- con el bien, la verdad, la libertad… sin ambages y todo ello, entiendo, como se decía antes, “para servir a Dios y a usted”.

1 comentario:

  1. Hola Charlie, parece que te faltó tiempo en aterrizar en casa donde no hay moscas pero si internet y dedicarte a lo tuyo: Darnos tu crítica sobre lo leido. Aunque comentas que no paraste de leer y escribir donde había moscas. Espero con ansiedad que cuelgues
    "Olor a yerba seca" II, que a seguro la concebiste con moscas. Se feliz y sueña en colores.

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