6 de junio de 2011

De los libros de la felicidad y dos…

    Digo yo, charlie, que miro en la biblioteca porque no recuerdo ya bien cuántos libros he leído y que reflexionen sobre la felicidad directamente, yendo por derecho, que diría un taurino, y enumero:

    Julián Marías, La felicidad humana.
    Enrique Rojas, Una teoria de la felicidad.
    Giuseppe Abba, Felicidad, vida buena y virtud.
    Manuel Álvarez Romero, ¿Quieres ser feliz?
    Raimon Gaja Jaumeandreu, Bienestar, autoestima y felicidad.
    Gustavo Bueno, El mito de la felicidad.


    Está bien. En el fondo, pienso, me sale al buen tuntún, que Cinco horas con Mario, por poner un poner, y relacionado, La colmena, de don Camilo, o el mismo Mio Cid, si me apuras, son un intento por alcanzar la felicidad, ¿qué no decir de La Celestina y el pobre Lázaro que pretendía arrimarse a los buenos? ¿Acaso no busca Rodrigo Díaz un casamiento arreglado para sus niñas, como Menchu para su hijo? ¿No pululan los personajes de Cela en la colmena de postguerra por alcanzar un mínimo de holgura que no lleve a la tomiza y la vigueta, que diría José Manuel T., donde poner fin a tanta penita negra?
    La madre de un amigo nuestro, charlie, recordarás, decía ya mayor que los años son unos pellejillos. Se permitía la buena mujer esta licencia, cuando se veía limitada para poder seguir sirviendo, como siempre lo hizo, a sus hijos. Pues otro tanto añado yo, ¿sabes? He olvidado con detalle los extremos de estos libros, pero sí recuerdo con mucho cariño el de Julián Marías, si no me fallan, por los pellejillos, la memoria, defendía que la felicidad es el imposible necesario. Hacía un recorrido histórico por el pensamiento de filósofos e ilustres para llegar a esa alberca.
    En mis cortas luces, Marías no está errado. El hombre necesita de forma instintiva una cierta cantidad de felicidad, de éxito, de holgura, de perfección, de disfrute de la belleza… Cuanto más humano, digamos, cuanto mejor, cuanto más formado, más se necesitan esas armonías. El instinto desde el fondo empuja. El animal racional dependiente, de MacIntyre, cuanto más animal, menos levanta la cara y más bajo busca, más hoza, digamos. Cuanto más racional más busca su propia perfección y la perfección cuanto le rodea como medio, digamos, de ascenso para ser feliz; necesita hacer prosélitos de la felicidad: quiere que los demás sean también felices y por ello y por ellos se juega la vida al tablero.
    Charlie, perdona estos fervorines, pero es que son necesarios para llegar a algún punto de encuentro en esto que trato, aunque sea en zapatillas. Ya sabes, nosotros somos unos intelectuales arrabaleros de escopeta y perro…, poca cosa. Ensayamos por aclararnos. No dejes de escribirme si ves mejoras, retoque en lo que afirmo. Anímame, pues me canso… Si no estás de acuerdo dilo sin ambages, es decir, no te cortes, que se dice ahora…

* * *

    Tormenta. Hay tormenta. Me asomo a ver mis plantas con sus hojas mojadas. Los geranios siguen en flor, charlie… Me animo y me voy a dar una vuelta con los amigos mientras el cielo ruge… y yo soy feliz.

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