15 de junio de 2011

(Charlie-salida-13) Una definición de felicidad, mi definición...

    Charlie, ya tenemos al hombre, ese perfeccionador perfeccionable, ese ser que tiende a querer mejorar cuanto hay a su alrededor y que haciendo tal mejora él mismo. Para ello debemos situarlo en un mundo donde hay más personas, otras personas. Ahí está ya ese ser en el mundo… Insisto, trabajador, activo, actante, homo faber, bípedo implume, capaz de comunicarse… Quizá lo ignore, pero es una inteligencia deseante, que quiere, que ama… y, sobre todo, que necesita y por ello se mueve. El hombre, ser indigente, menesteroso, sale a la búsqueda y de excursiones vitales, en su despliegue se siente o se sabe feliz o no…
    Amigo mío, aquí te sirvo lo que entiendo por felicidad, lo que defino como felicidad. Lo sepan o no, creo que en esta definición se encierra aquello que los hombres anhelamos. La he pulido como la empuñadura de un cuchillo de monte que corta por los dos filos. Lo sé: nihil novum sub sole… Muy bien, charlie, gracias. Ahí va:
    La felicidad es un balance subjetivo, general y positivo, de la adecuación entre el yo personal y el ideal y entre la persona y su circunstancia.
    Creí no llegar nunca a escribir la definición. Me arranqué desde tan lejos, charlie, que temí no llegar, ¡qué barbaridad!
    Una vez aquí creo que hay que mover el cocotero, como tú dices, para conseguir más y más.
    No nos vamos a ir a cocotero lejano, que para eso tenemos el mío: ¿He sido feliz mientras escribía esta entrada o post –me dicen que son sinónimos en la red-?
    Ahora confieso que estoy feliz. He llegado a la definición, no sin dar muchas vueltas y revueltas. Me encontré a veces atorado. Veía lo pobre de mi exposición, siendo tan hermosos los campos, las montañas que me rodeaban. Seguí una humilde vereda intelectual. La que podía sobrellevar con mis conocimientos, con mi limitado bagaje intelectual. Deseaba hacer diáfano el camino sin otro afán que aclarar algo para otros, y también para mí. La felicidad me parece una realidad soslayada en la conversación ordinaria, pero de continuo presente en las vidas de las personas. Ahí estaba mi intención buena y recta: ayudar a quienes pudieran leer estas entradas. Te invito, les decía, a pensar conmigo, a seguirme por estos campos hermosos, fíjate, ¡qué maravilla! Podemos ser felices. Continúa. Detente lo justo. Mira, recréate y sigamos. Vamos juntos. Seamos amigos. Vamos arriba. Háblame. Cuéntame. Te iré diciendo con mis escritos lo que he pensado. Te lo regalo de buena ley. Me sirve. Lo quiero probar contigo, con tu lectura, con tus sugerencias, con tus desacuerdos… Quítale la ganga a cuanto te escribo y vamos… Seamos felices.
    ¡Qué barbaridad, charlie, sin duda que estoy –y soy- feliz en este momento! Desde esta altura de la definición creo que se comprende o puede comprender mejor lo escrito antes y lo que sucede ahora, lo que deseo seguir añadiendo sobre esta misma realidad. Reconozco mis limitaciones, pero no me arredran, no tanto porque la ignorancia sea atrevida, como por el afán de seguir aprendido desde la magnanimidad, desde el espíritu aventurero que me anima.

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