9 de enero de 2011

Mi castañazo de filosofía

    Mi querido D.

    Al comentarte que tu hermana L. tenía una curiosa herramienta vital que denominé filosofía parda, no esperaba que me contestaras con una pregunta. Posiblemente previsible en ti, pero no en ese momento por mi parte. ¿Eso qué quiere decir?, me preguntaste.
    Me fui dándole vueltas a mi afirmación y a tu pregunta. Ya sabes, el hombre tiene una misión de claridad sobre la tierra. Necesito poner en claro. Dar y darme cuenta y razón de lo que me rodea, la circunstancia. Posiblemente sean pocos quienes dijeron siempre la verdad. Esto nos condena a ser unos mentirosos. Así lo afirma Aristóteles en su Ética a Nicómaco. A nadie conozco que le agrade que le mientan, afirma un profesor de Retórica natural de Hipona, que llegaría a ser obispo y santo. La mentira, el equívoco, la oscuridad generan una densa bruma que impiden ver. La claridad no es la verdad, pero ayuda a verla.

    Hice un paralelismo entre gramática parda y filosofía parda. Me acordé del libro de Juan García Hortelano, Gramática parda. Imaginé que la expresión la hallaría explicada por alguien en Internet y estaba seguro de hallarla en El porqué de los dichos de Iribarren (a tu madre le regalé otro libro semejante a éste y ella debe de tenerlo; me dijo que le interesaban este tipo de explicaciones y se lo regalé; el de Iribarren estaba agotado y le busqué otro, pero no recuerdo cuál…). Déjame que te sintetice lo que hallo y lo que quise decir.
    Cuando afirmé tal de L., en absoluto, pretendí ser peyorativo con sus  medios: cada uno hace lo que puede, y le dejan y etcétera. En el caso de L. no se trata obviamente que carezca de estudios. Tiene dos títulos universitarios, siempre fue una buena estudiante, viajada, leída… Por tanto, al calificar yo su filosofía de parda, lo que yo pretendía decir es que ella tiene una herramienta heurística donde abunda la astucia y la triquiñuela del inteligente, el vuelo raso; un menaje que tanto le sirve para plancharse un huevo como para freírse una corbata y, además, salir airosa, indemne. Con este tipo de artefacto quizá no se alcance a pensar a Juan Bautista Vico ni a Platón, pero da para pasar por la vida sobria y templadamente.
    Sus planteamientos son del estilo “Virgencita que me quede…”. Sí, entiendo que así es feliz. Para ella, como para Schumacher, Lo pequeño es hermoso: quizá también de ahí su coche nuevo. Me alegro. Inútil zafarme. Su filosofía parda es una mezcla de estoicismo que renuncia y soporta, que pasa, ya te dije, con sobriedad por la vida, sin dispendios de ninguna índole. Su escepticismo, en muchos ámbitos, le hace suspender el juicio, y de decir algo, por norma, piensa bien y lo mejor para los demás y de los demás: es generosa. Su recorrido puede parece hosco, pero siempre está patente su bondad. ¿Y su coraza?
    Te recuerdo la vieja disputa entre Ortega y Unamuno. Amigos en principio para después dejar de serlo. Ortega, el hombre de la claridad. Unamuno, el hombre del calor. Yo, sin embargo, necesito la luz que me lleve a la verdad y el calor, que es amor, que me empuje a no cejar en su búsqueda. Puestos a elegir opto por ambos.
    Luego L. me dirá que soy un prolijo, ininteligible –ella dirá pesado, incomprensible; nunca dirá coñazo- , pero es que la realidad, la circunstancia, se muestra siempre esquiva, compleja o yo, desde esa mi otra filosofía castaña, así la veo y con cariño la miro.

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