Pero ¿dónde estaba aquella estrella? Yo no veía ninguna señal que me indicara el camino a seguir, ni en el cielo ni en la tierra. Todos los días ocurrían muchas cosas... Y un día me di cuenta con gran sorpresa de que algo me estaba ocurriendo a mí también: me di cuenta de que estaba apático.
La apatía constituye un peligro muy grande. Es inmoral, y atenta contra la vida. Yo nunca la había sentido. Había vivido y experimentado unas cuantas cosas, a mi manera. Pero desconocía por completo la apatía. Miré dentro de mí, luego miré alrededor y me pregunté, muy sorprendido: «¿Qué ha ocurrido?»
Sólo más tarde llegué a comprenderlo: estaba apático porque me aburrían la maldad constante y generalizada y la inmoralidad idiota y testaruda. No hay nada más aburrido que el crimen. «Satan est pur», decía Maritain. Sí. Satanás es puro porque no miente: no desea más que el Crimen. Pero el Crimen es estúpido y aburrido.
La apatía constituye un peligro muy grande. Es inmoral, y atenta contra la vida. Yo nunca la había sentido. Había vivido y experimentado unas cuantas cosas, a mi manera. Pero desconocía por completo la apatía. Miré dentro de mí, luego miré alrededor y me pregunté, muy sorprendido: «¿Qué ha ocurrido?»
Sólo más tarde llegué a comprenderlo: estaba apático porque me aburrían la maldad constante y generalizada y la inmoralidad idiota y testaruda. No hay nada más aburrido que el crimen. «Satan est pur», decía Maritain. Sí. Satanás es puro porque no miente: no desea más que el Crimen. Pero el Crimen es estúpido y aburrido.
Márai, Sándor, ¡Tierra, tierra!, Ed. Salamandra. 2ª edición, Barcelona, 2006, p. 268.
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