5 de diciembre de 2010

Segundobé

     Un joven escritor, entonces mediocre autor de obras dramáticas y flamante periodista, y antes de ser brillante novelista, comentaba de su responsabilidad a la hora de escribir y editar. Le animaba a su ejercicio como creador saber que lo escrito por él sería único, mas de ahí también sus reparos, sus temores. Su creación sería más o menos valiosa, pero ciertamente única. Todo esto lo suspendía.
    Imposible saber si me equivoqué, pero siempre preferí escribir y dar a conocer, editar, cuando pude, más que escribir y guardar. Escribir es un acto de entrega a los demás, acto de amor. De ser así sólo el inseguro, el alambicado, el perezoso o el egoísta, entiendo, se rezaga, amaga y no da. Escribir y editar es poner en evidencia, exponerse a la vindicta pública. Escribir y editar es dar paso a la posibilidad de la magia, tender puentes entre el autor y el lector. El puente, de ser, arranca, parte siempre del autor. El lector podrá cruzar o no. El encuentro puede ser valioso. Los hay estériles, pero no por ello también estimables.
    Sentado esto. Añado. Prologo un libro de quienes fueron alumnos míos. No más, catorce años. De casi todo hay en lo creado desde el punto de vista estético, pero la ilusión es desbordante y por tanto, dado el caso, suficiente. Doy cuenta del libro, Segundobé, y reproduzco la introducción. Innecesarias otras explicaciones, más detalles. Sinceramente: feliz viaje a los autores…

    Se supone que debería yo, como mentor y recopilador de estos cuentos y sus autores, dar cuenta y razón del motivo de esta obra, es decir tendría que aportar luz sobre el porqué de esta obra y su para qué…, su cómo y su dónde…
Me van a permitir que sólo dé unas breves explicaciones, sin más obligación que dejar en suerte a estos jóvenes y que sean ellos quienes tomen la palabra escrita en sus cuentos y sus narraciones y sean ellos los únicos y verdaderos protagonistas.
    En el curso 2009-2010 tuve un grupo de alumnos de 2º de la ESO: Segundo de la ESO B. Tengo que decir que no fue un grupo corriente, sino un grupo anormalmente excelente. Tuve, como es norma, dificultades, problemas, enfados con ellos, pero entendí que eran un equipo humano heterogéneo, pero compacto. Un grupo capaz de hacer realidad mucho de cuanto se nos ocurriese poner como meta por compleja que fuera. Por lo que observo, si se me permite, suele ser rasgo característico de una mayoría de los alumnos de este Instituto y no sé si también parte de la idiosincrasia de ese pueblo que es Torredelcampo. Varias veces había intentado con grupos parecidos en otros años, en otros lugares, editar un libro. Imposible semejante tarea. Con ellos ha costado, pero ya está aquí la obra.
    En ningún momento pretendí, si se me permite la expresión, hacer escritores. Pero sí los quise hacer conscientes de que ellos podían ser autores de narraciones que serían únicas, irrepetibles, a lo peor, malas, pero… eso no lo sabríamos hasta que ellos las realizasen. Me movían a este empeño las ideas de dos viejos amigos míos, filósofos ambos, uno muerto y otro aún felizmente vivo. El primero, Julián Marías, siempre afirmaba que no debía uno esperar a criarse para clásico antes de intentar dar a conocer a los demás aquello que escribe. El segundo, Leonardo Polo, quien ha sido un continuo animador de todo aquello que puede ser, de todo aquello que se puede convertir de la mano del hombre en una realidad… Todo lo verdaderamente grande, me gustaría añadir a mí, fue alguna vez pequeño, nació de un espacio concreto… Don Quijote nació en la mente de un hombre y es hoy un personaje mayor aún que su creador, más grande que La Mancha toda.
    Cierto es que en las correcciones de estos cuentos –hemos escrito muchos durante el curso-, he rectificado algún resolvido por resuelto. Alguna valla difícil de superar por lo mucho que se eleva la elle respecto a la y griega…, pero no ha sido esto lo más importante para mí: la corrección de esas faltas de ortografía o esos signos de puntuación que he retocado en algunos casos. Insisto todo ello carece de importancia. Lo que ha tenido verdadero peso han sido los temas elegidos, sus desarrollos, sus enfoques… En mis muchos años como docente he corregido, no temo exagerar, miles de narraciones, de composiciones…, sin embargo, nunca hallé tanta variedad como encontré en los cuentos que ellos aportaron para el libro. Desconozco la explicación: confieso que yo mismo me he vi sorprendido por las temáticas elegidas, pues aun cuando escribieron casi una composición semanal conmigo a lo largo del curso, nunca, al poder optar por temas libres, eligieron ninguno ni siquiera próximo a los que adoptaron para el cuento del libro… Ignoro la causa.
    Se traslucen sueños, deseos, frustraciones del pasado o del presente… Frente a la simpleza de muchos, hallamos la madurez de otros: es la vida que va cuajando en sus existencias de forma desigual, en tiempos y momentos no siempre idénticos. En los árboles, a un mismo tiempo, unas frutas están maduras, otras no tanto… Tienen la misma edad, semejante formación, pero sus capacidades son distintas, su madurez diversa… el tamaño de sus disparates desiguales en algunos casos. Podemos hallar entre estos cuentos narraciones que se ocupan de amores incipientes… junto a mundos asentados aún en la niñez. Las circunstancias más elementales y simples crecen junto a peripecias casi de adultos… Así son los adolescentes, unos niños que van de viaje hacia la juventud por un camino estrecho y, a veces, caen del lado infantil, en ocasiones del juvenil… Imposible que faltase el tópico del adolescente que desea tener un ámbito de libertad, alejado de sus padres y de los adultos en general. Antes, dicen, los sueños de los niños estaban llenos de toreros que sacaban a sus familias de situaciones de indigencia. Hoy hay algún futbolista soñador que alcanza la gloria.
    Me consta que entre estos cuentos los hay mejores y peores, algunos son, incluso francamente, malos… No me importa. Es cierto que algunos autores nos sorprenden con leyes donde no se da la causa-efecto; existen lenguajes de películas pasadas de acción o de dibujos animados donde el quehacer de los héroes es tan difícilmente explicable como los amores de sus heroínas. Todo ello es cierto, tan verdad como que la buena voluntad no basta, pero, como dice un amigo mío: peor sería la mala voluntad, que también, por desgracia existe, pero no en este libro. La voluntad, lo aseguro, fue buena. El ánimo constante. El juicio recto… Es por todo ello que me van a permitir que cierre estas palabrejas, como muchas veces lo hice en otros muchos escritos, porque así verdadera y vivamente lo siento, con unas palabras de El Quijote, donde ese loco universal afirma que: “¡Podrán los encantadores quitarme la buena ventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible!”

   
                Antonio José Alcalá.
                Torredelcampo, otoño 2010.

3 comentarios:

  1. antonio premio nobel¡¡¡

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  2. hola Don Antonio soy su alumno Pedro Alcalá Torrejimeno,no se si acordara de mi,pero yo me acuerdo mucho de usted,aunque solo estubimos un año juntos para mi usted ha sido un maestro especial ,uno de esos que de uno se acuerda por siempre,ahora tengo de maestro a Don Juan espinosa pero le he preguntado por usted y no me ha dicho nada .Bueno Don Antonio un abrazo.ah se me olvidada le doy mi correo electronico:pedroalcalatorrejimeno@hotmail.com

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  3. Estimado Perico… ¿Cómo me voy a olvidar de ti? Fue un honor ser maestro de alumno tan distinguido. ¿Has logrado estarte quietecito durante un rato en las clases? Supongo que a estas alturas seguro que sí. Tomo nota de tu dirección de correo y te escribo cuando disponga de más tiempo… Da recuerdos a don Juan E. de mi parte. Es un excelente profesor y maestro… (Ojo aún hay erratas o faltas de ortografía por tus escritos que se cuelan de rondón). Da recuerdos a los amigos y a tus padres de mi parte. Con mucho afecto, Antoniojosé.

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