1 de marzo de 2025

532- Musu, Ignazio: CHINA CONTEMPORÁNEA



Decía la vieja Celestina que, la mayoría de las veces, las prisas trenzan las cuerdas donde nos ahorcamos, o algo así. Pues eso es lo que me ha sucedido con este libro. Lo compré al hilo de una supuesta necesidad urgente, ¡que no lo era en absoluto!, y me he leído algo más de cien páginas del libro, sin mirar siquiera el índice ni leer la contraportada…, es decir: sin prudencia.

Empezó el libro con una síntesis muy escueta de la historia de China, algunos detalles. Esperaba que páginas adelante se ampliarían y detallarían en aspectos de la sociedad china. Falso. Páginas tras páginas me tropezaba con explicaciones de economía chinesca: planes y evoluciones desde comienzos del siglo XX, pasando por la economía comunista y centralista del partido comunista hasta llegar a una economía de mercado que no se atreven a calificar de capitalista. El Estado aún tiene grandes participaciones de acciones en las empresas no sé si estratégicas o sencillamente grandes… Todo cuanto en el libro se nos cuenta termina en torno a los comienzos del siglo XXI, con lo cual nos quedamos a las puertas de Xi Jinping y los años posteriores.

He entendido, porque ciertamente el libro se lee muy bien y las explicaciones son accesibles para un lector común, como lo soy yo, el paso que se produce de una economía basada en la agricultura a una economía industrial, insisto, de corte capitalista sin serlo del todo… Cómo las pequeñas explotaciones agrícolas se van transformando en empresas y pequeñas fábricas de componentes industriales que no solo abastecen a los mercados inmediatos y que sirven al Estado que reclama su parte, sino que existe un espacio donde poder comerciar con “excedentes” empresariales que enriquecen e ilusionan a los trabajadores y pequeños empresarios. Se citan, de paso, los chanchullos que enriquecen a los gobernantes, lo que no es novedad, pues se da por doquier: si el estado mueve mucho dinero, los ladrones acuden a donde este fluye y de donde se puede despistar para alzarse ellos con el santo y la limosna.

Las cifras en que se manejan allá son impresionantes: los habitantes, las producciones, las distancias, etc.

Sin duda el pato de un crecimiento económico como el chino, muy próximo al adjetivo desbocado, es el medio ambiente que recibe un daño terrible, ¡como el recibido en los países industrializados del primer mundo, pero con dos siglos casi de retraso! El daño a la Naturaleza es el retroceso necesario de todo progreso tal y como nos lo hemos planteado para arrasar la tierra, como explicaba Delibes y yo trabajé en la tesis que hace muchos años defendí. “Aluengo de menda el deluvio”.

Concluyo: no esperaba ni deseaba tanta economía ni creí que todo el argumentario terminara en esta obra en el año 2005: La prudencia es la auriga virtutum. Por lo demás, he pasado un rato agradable con esta obra que está escrita sin complejidad y con claridad.

16 de febrero de 2025

531-Martí García, Miguel Ángel, LA INTIMIDAD

  


Conocí al autor hace muchas décadas. Entonces no había escrito este libro ni ningún otro que yo supiera. Daba clase de Filosofía en un instituto de Córdoba. Persona amable y educada. Buen conversador. Culto y sosegado: sin aspavientos. Guardo excelente recuerdo de él y algunas anécdotas que nos contamos entonces sobre el oficio y la vida. Le guardo aprecio.

Cuando supe de este libro lo compré de inmediato. Se repitió lo que ya he escrito por aquí alguna vez. Era mi intención leerlo pronto y sin embargo han pasado décadas hasta que le ha llegado el momento: esto pasa invariablemente con los conocidos o amigos que escriben. Ciertos ejemplos que el autor pone en esta obra se quedaron ya fuera de juego. No aparecen los móviles y sus secuelas: ¿cómo imaginarnos hoy el mundo sin un móvil en una mano? No hay ordenadores… ¡por Dios! En fin…

El libro, al margen de estas minucias que apunto, da en la diana de la mejor antropología y de ella parte para escribir sobre la intimidad y todas la realidades que la rodean y afectan. Escribe Miguel Ángel pequeños artículos sueltos que se van engarzando y relacionando más o menos próximos, pero siempre próximos con el título que lleva el libro: la intimidad.

Esta realidad anda moribunda, cuando el pudor y la modestia se las llevó la trampa, cuando la arrogancia y la espontaneidad grosera tomaron la plaza púbica por doquier. Vulgaridad, ordinariez prostibularia… Da igual. Miguel Ángel desde un conocimiento profundo, meditado, experimentado en él y en otros, desde el sentido común escribe un libro que invita a meditar sobre esas realidades inherentes al ser humano de los que no puede deshacerse y que, si cualquiera rasca un poquito en su mundo interior, si aparta la superficialidad y la chabacanería, hallará esos resto de sí propio que lo conducen a un mundo interior insobornable.

Me resulta curioso, y con esto acabo, las imágenes, tan románticas, traídas de la naturaleza de las que se vale el autor para apoyar sus afirmaciones y sus explicaciones.

Gracias por este regalo que acojo con retraso, pero con sumo agrado.

28 de enero de 2025

 Ratzinger, Joseph, EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA, UNA INTRODUCCIÓN


Hace muchos años leí con mucho afán la obra Iniciación a la liturgia de la Iglesia. Solo recuerdo el libro y nada absolutamente de su contenido salvo mi sorpresa que, por lo visto, no me llevó a aprender nada de nada. Lo siento.

Tampoco recuerdo ahora de dónde saqué la idea de leer esta obra de Ratzinger que leo y casi medito. El asombro, ahora, me lleva a releer, meditar y darme cuenta que ni aprendí nada en aquel entonces y poco sé ahora. Dios se me antoja tras la obra del Papa teólogo como una realidad personal, paterna, pero a quien no conozco apenas, a quien he tratado mucho, pero no me he enterado de que Él es una otredad tan ajena a mí que, por mucho que me acerque a su persona en el Hijo, es más una intuición lo que de Él tengo que un conocimiento. Sé de él por analogía. Comprendo quizá por primera vez de forma fehaciente y casi palpable qué sea la humildad: la distancia entre Dios mismo y el hombre. Por primera vez, tras leer este libro he comprendido, creo, qué sea el “temor a Dios”: es cercanía a una realidad, insisto, personal pero tan cercanamente distinta a mí que se me caen los tres palos y medio que tenía puestos en el tenderete de mi vida interior. Busco y no hallo caballo: no, no me ha caído de ningún caballo, pero tengo esa sensación. Tengo la seguridad de mirar un Mediterráneo que creía conocer, donde disfruté, me enfadé, traté…, he vivido, pero que ahora miro desde una perspectiva absolutamente nueva para mí.

Supongo que todas las almas, como toda persona, necesita… como toda persona en sus distintas edades de unos alimentos también distintos dependiendo también del momento, necesita un tratamiento distinto, un trabajo diferente. No conviene que el bebé ingiera manzanilla de Sanlúcar y langostinos de su costa… Buenos son, pero inadecuados. Las almas, una a una, las personas, una a una, todas somos diferentes y requieren y requerimos un troquelado y un tratamiento distinto según las edades. Tampoco el jamón de pata negra, que tan bien me sienta, es adecuado para el bebé. Da igual, no me molesto en mirarlo, creo que fue Chesterton quien dijo que Dios solo sabe contar hasta uno y ahora, también, esto lo comprendo mejor. Usted y yo somos distintos. No descubro otro mediterráneo: miro el mismo mar desde otra perspectiva. Usted y yo lo tenemos delante y lo vemos de distinto modo. Es lo que hay.



Ignoro si su realidad espiritual, sí, la de usted, lector, tomará una dimensión distinta tras hacerse con el libro de Ratzinger y leerlo y meditarlo ¡o no!, pero le digo el efecto causado en mí este libro cargado de sabiduría y de detalles que alguna vez sospeché y otros nunca hubiera imaginado que existían, para mí y para la comunidad de creyentes que es la Iglesia en la que creo. Afirma el autor “en este sentido, la formación litúrgica actual de los sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho por hacer”.

De momento me dispongo a releer el libro e intento reparar mis deficiencias.

AVISO

 


23 de diciembre de 2024

En contestación a doña Rosa Montero: por echar el rato...

 


Presentación del Segundo Observatorio de la Sostenibilidad de la Cultura Escrita

 

Carta a un lector pirata

 

Me dirijo a ti, sí, justamente a ti, no mires para otro lado. A ti que te apropias ilícitamente de contenidos digitales con pleno conocimiento de lo que haces, pero que te las apañas para no sentir ni un remusguillo de culpa en tu conciencia de chicle masticado. Lo digo por lo elástica y viscosa. ¡Pero si hasta te sientes orgulloso y utilizas excusas justicieras! Como, por ejemplo, que los contenidos originales son muy caros. ¡Pero pirata de dios, que ahí están las bibliotecas, sin ir más lejos!

Por no hablar de que la piratería se da más en los sectores económicamente fuertes y de que todos pagan sin rechistar millonadas por sus smartphones o se dejan el sueldo día tras día en un montón [de] birras.

Hay más argumentos grandilocuentes: que la piratería democratiza la cultura escrita, que es legítimo acceder a todo lo que esté en internet, que lo digital tiene menos valor porque no es un objeto físico, o incluso que beneficia al autor porque promociona su obra.

Cómo me conmueve, apreciado pirata, que te preocupe tanto la democratización de la cultura. Lástima que, con tu comportamiento, estés empobreciendo el tejido cultural y dificultando que los creadores de contenidos puedan dedicarse a eso, a crear contenidos.

Te informo de que la mayoría de los autores viven una vida bastante precaria. Sí, ya sé que ves a unos pocos en televisión y todo te parece lujo y frenesí, pero muchos, en realidad muchísimos, dependen de unos ingresos discontinuos, tardíos y mezquinos que los obliga a vivir en constante zozobra.

Y no es cierto que promociones su obra al piratearlo; como mucho, si es que eso sucede, que lo dudo, haces que su nombre se conozca algo más. Pero de esa fama de hojalata no se come. Al descargar sus contenidos le estás privando de su salario. Impides que pueda vivir de su trabajo, así que terminará teniendo que dedicarse a otra cosa.

Vaya, como dices que se puede acceder a todo lo que está en internet y que lo digital no tiene valor porque no es físico, se me ocurre que una manera de arreglar este embrollo es haciendo que los creadores de contenidos puedan jaquear tus cuentas de banco, cobrar cada mes el sueldo que tu empresa te envía digitalmente. ¿Qué eso es un robo? Pues lo que tú haces es lo mismo.

Ahora que lo pienso, tal vez el problema sea semántico. Tal vez lo que pasa es que tendríamos que dejar de llamarte pirata, que es una palabra cargada de romanticismo, aventura, épica juvenil, rebeldía y jarana, y deberíamos empezar a llamarte lo que de verdad eres: un ladrón, un estafador y un abusón. Hasta nunca, tramposo.

Rosa Montero Madrid, 8 de octubre de 2024




 

* * *

Señora Montero:

Muchas gracias por escribir esta carta en defensa, principalmente, de quienes como usted alcanzan el extremo logro de vivir de lo que escriben.

Le hago algunos comentarios un poco al socaire de su y de sus afirmaciones. Lo hago como usted, y como las cartas son, es decir, sin orden ni concierto.

A esto que usted escribe mi madre lo llamaba “predicar en el desierto” o lo comparaba con “lavarle la cara a un burro”: que para nada sirve... Otro refrán afirma que “quien lava al lechón pierde el tiempo y el jabón”: esta carta suya por no servir no sirve ni para ser usada en el baño, dicho con delicadeza, porque no está en papel.

Vamos ver: El escritor, para que el lector de estos renglones lo sepa, usted de sobra lo conoce, cobra, cuando cobra, en el mejor de los casos, si es que cobra o si es que vende, un 10% del PVP (he llegado a firmar contratos con un beneficio de CERO PESETAS, se vendieran los ejemplares que se vendieran).

Si usted hace cuenta de lo que pueda vender Fulano de Copas, a quien usted ve en la tele, oye en la radio, en los programas del llamado PRIME TIME que son, pongamos, unos 200.000 ejemplares a 22 € el volumen, arroja la bonita cantidad de 440.000 € que dan para casoplón y barco, pues quien vende de ese título 200.000 ejemplares, del siguiente vende otros tantos y eso, así visto, cunde para echarse además unas risas en tal o cual programa donde lo llevan para entrevistarlo y hablar de su libro, que es a lo van: a hacer y generar caja. El premio Planeta, que se paga a millón de euros el éxito: primero, no se le da a alguien que escriba muy bien, que se cubra de gloria con su novela, etc., ¡no! ¿Usted daría un millón de euros a uno que pasaba por allí? Obviamente no. Un premio, para una editorial, es una inversión. Se lo doy a alguien que sale a diario en la tele y que todo el mundo conoce, que tiene capacidad de “convocatoria”, que tiene “tirón”… Por ejemplo, el de este año 24, “por poner un poner”. Sea buena o buenísima la novela, o no (servidor no gasta Planetas).

El pirata que hace una o dos copias de un libro, quien se lo baja de la red… por supuesto que no tiene sensación de robar nada, doña Rosa, pues es una realidad no tangible, como usted dice, un librito entre tantos miles… poco ha de notarlo el autor que es a quien usted defiende. Añado: si alguien se descarga un libro mío de la red no me afecta en absoluto (hubo años en que se me pagaron 12 euros por todos los libros vendidos). Cierto que quienes se bajan libros pertenecen a “los sectores económicamente fuertes”, pero no dañan, insisto, a los escritores que no comen ni viven de eso, sino a quienes se compran grandes casas, hacen viajes excelentes en aviones, etc. Doña Rosa, usted no se refiere ni a mí ni a mis libros, sino a los autores y libros de postín… a quienes sí se les hace mella, pero no daño, con el robo, porque de tal se trata: ¡de un ro-bo! (hay quienes creen que por engañar al seguro o al fisco no son ladrones, pero también pueden creer que no existe Nueva York porque no lo vieron nunca…, ¡pero existe!).

Tiene usted, señora Montero, razón al ponerse brava y llamar ladrón, estafador y abusón al pirata, ciertamente profesión romántica donde las haya. No se ha de olvidar que un grano no hace granero y que el robo de un libro, si no hace primavera, como una golondrina, sí que ese libro y otro y otro… terminan por convertirse en un robo descomunal. Piense el lector en el robo de programas informáticos, ¡que valen tan caros!, y que además se roban a corporaciones sin rostro y con nombres estelares donde se hablan de miles de millones… Cero remordimientos.

En realidad todos sus razonamientos, ya le dije arriba con el burro y el lechón, son fortalezas de arena de playa que se ventilan dos olas en tres lametones.

Concluyo y me despido. Si alguien tiene la tentación de hacerse con un libro mío, de robarlo, ¡que no se moleste! Si no puede pagarlo y quiere leerlo, yo se lo dedico, se lo envío y se lo regalo… y nos ahorramos problemas.

Muchas gracias a doña Rosa y a CEDRO y a usted, lector, tan atento de este blog, “casa del lector”, que tan baratico nos sale…