9 de noviembre de 2025

549- Nacho García. La calle de Alcalá Venceslada

 





Nacho García

 


Aurea mediocritas

La calle de Alcalá Venceslada

El título de este artículo viene de una reivindicación y se transforma en una petición a quien corresponda

“Alcalá Venceslada. Un andaluz presente”



El pasado 23 de octubre, asistí a la presentación de un libro: “Alcalá Venceslada. Un andaluz presente”. En el acto me obsequiaron con un ejemplar, una cuidada edición a cargo del Instituto de Estudios Giennenses. Además, aprendí una palabra: “Anancástico” (del gr. ἀναγκαστικός, 'obligatorio, apremiante') y degusté una sabia reflexión: “La vida no tiene epígrafes”, que aún saboreo cuando la leo en la amable dedicatoria del autor.

La obra es una biografía sobre la figura de un ilustre giennense, D. Antonio Alcalá Venceslada, elaborada por uno de sus nietos, el ilustre jaenés Antonio José Alcalá Vique, tras varios años de arduas investigaciones y fructíferos desvelos. Este nieto de pro ha dedicado parte de su vida y obra a la vida y obra de su abuelo, el desconocido conocido escritor, poeta, archivero, filósofo, profesor y lexicógrafo español (no, no era médico), y la ha plasmado concienzudamente en un libro que es un auténtico homenaje a la erudición.



Alcalá Venceslada. Un andaluz presente” es un libro precioso, de un gramaje importante. Ya desde el prólogo, a cargo de Francisco Manuel Carriscondo, Catedrático de la Universidad de Málaga y nieto adoptivo del biografiado, se comprueba la enjundia y la meticulosidad de la obra. Ambos nietos se confiesan anancásticos (el palabro que aprendí), esto es, obsesionados por la perfección y un orden armónico, en este caso, aplicados a la minuciosidad y el grado de exigencia de la investigación. Se puede comprobar fácilmente en el capítulo de agradecimientos, en el cuál aparecen decenas de personas a quienes se ha solicitado documentos e implicado en la búsqueda de información, así como en la amplia bibliografía y las 733 notas a pie de página.

La presentación fue un acto entrañable en un marco incomparable. Sobriedad y conocimiento en las formas, aunque destacara más el cariño de fondo. Fran y Antonio haciendo gala del episteme y del logos, cada uno en su estilo, la filología campando a sus anchas con un guiño a la filosofía, reflejada en el epígrafe de Ortega y Gasset. Fran, más juanramoniano, buscaba la palabra exacta y el verbo preciso que reflejasen la realidad. Antonio, más machadiano, buscaba la verdad y se expresaba con esa sencillez y gracejo sólo al alcance de unos pocos. Uno y otro deleitaron a los allí presentes con un caudal de datos y anécdotas, ambos coincidieron en ensalzar la figura del iliturgitano y no es para menos, pues hablamos de un personaje histórico cuyo influjo en la cultura andaluza y el folclore fue trascendental.

Realmente, este acto era el segundo acontecimiento en este annus mirabilis, pues recordemos que el 21 abril de 2025, se presentaba, en Andújar, la reedición facsímil del Vocabulario Andaluz, reproducción fototípica del original de 1951, la obra magna de Alcalá Venceslada, un tesoro lexicográfico del dialecto andaluz. De sendos eventos me quedo con la reflexión que Antonio José Alcalá realizó casi al final del segundo, cuando afirmó que, pese a intentar domeñar la trayectoria de su abuelo y dividirla en capítulos, “la vida no tiene epígrafes”. Este aserto figura manuscrito al principio de mi ejemplar y pienso que es el leit motiv de la obra. Genio y figura.

P. D. El título del artículo viene de una reivindicación y se transforma en una petición a quien corresponda. Por favor, cambien de una vez por todas la W de Venceslada, que aparece erróneamente en la placa o letrero de la calle con su nombre, antes de que alguna brigada de luz o terrorista cultural la vandalice. Gracias. Tampoco estaría mal ir pensando en proponer el nombramiento de Antonio Alcalá Venceslada como Hijo Predilecto de Jaén y, por qué no, de Andalucía. Gracias de nuevo.

 

 

30 de octubre de 2025

548 - ALCALÁ VENCESLADA. Un andaluz presente. PRESENTACIÓN DE LA OBRA

 




Cuando se presenta un libro, el autor tiene una sensación semejante, entiendo, a la que tenían los padres cuando sus hijos íbamos a la mili: “¡Ahí lo llevas!”. Se quitaban un mochuelo de encima, una boca menos que alimentar, a algunos los veían marchar con el deseo de que se “hicieran unos hombres”, otros ya lo fuimos hechos y derechos y nos dedicamos a otros menesteres, porque guerra no había.

El jueves 23 de octubre presenté en un marco espléndido, la capilla del antiguo hospital de san Juan de Dios de Jaén, mi libro Alcalá Venceslada. Un andaluz presente. Tras tres años de muy ardua y prolija investigación, el libro se fue por fin a la mili: ya andaba por su cuenta marcando el paso, ya se movía por sí solo… ¡y que Dios lo bendiga!

Servidor, estaba satisfecho del trabajo hecho y del resultado. Se cerraba un compromiso que adquirí conmigo mismo de escribir la biografía de mi abuelo, Antonio Alcalá Venceslada. Algo de la investigación se fue publicando en este blog a medida que iba aprendiendo sobre mi abuelo, del que apenas sabía nada. Empecé en junio de 2021 y “terminé” en septiembre de 2024: luego vinieron las revisiones y relecturas (cinco en total); las correcciones y sugerencias de amigos y doctos en la materia.

Publico ahora, ya más desahogado, algunas entrevistas que me hicieron y comienzo con un excelente artículo de Nacho García…, a quien no puedo menos que agradecer su aporte y generosidad.

Reitero mi agradecimiento al Instituto de Estudios Giennenses por cuantas facilidades me han dado para la publicación de la obra en un libro realmente precioso. Muchas gracias. 

Doy gracias a los medios de comunicación que se ocuparon del evento, que hablaron de él. No maldigo a aquellos otros que, tras solicitarles su colaboración y ofrecerles la noticia, no me la denegaron, sencillamente no se dignaron ni a responderme ni escucharme; tal como hicieran el delegado de Turismo, Cultura y Deporte en Jaén (¡1º turismo; 2ºcultura; 3º deporte; y 4º y último Jaén!) y al delegado de Desarrollo Educativo y Formación Profesional y de Universidad, Investigación e Innovación en Jaén (¡otro engendro político!): si de bien nacidos es ser agradecidos, los desagradecidos… ¿o son ágrafos o no le pagamos escribas y secretarios? No, el problema de estos es que no tenían quizá donde morder políticamente. A todos Dios les agradece sus servicios y yo, como casi siempre, los mando a leer a san Mateo donde se da consuelo por sus preocupación a todos.

NOTA: Quienes queráis tener el libro lo más fácil es llamar al Instituto de Estudios Giennenses, hablar con Nieves Mª Ibáñez Quintana. Tel. 953248000 Ext. 4141, que es administrativa. Ella te dirá que debes hacer una transferencia a esa institución y ella te envía el libro sin coste alguno, y el PVP del libro es de unos 5,5 €.

Gracias. No me van a pagar nada, pero me interesa dar a conocer a mi abuelo.


14 de octubre de 2025

547 - Wish, Silvester: JACK KORUAC: BIOGRAFÍA DE UNA GENERACIÓN



Ignoro de dónde arranca mi afición lectora de biografías. Desde que tengo uso de lectura continua, me ha gustado, por norma, no leer a un autor de quien no supiera nada: supongo que es una manía. Me gusta situarlo, comprenderlo en su contexto, en su circunstancia y creo, ¡al menos eso creo!, que esto me ayuda a asentar mejor la lectura de su obra.

Me dice un señor con quien he hablado poquísimo, marido de una amiga, ambos profesores de inglés… que si no conocía a Jack Kerouac, “autor de la generación perdida”. Me quedo suspenso porque creía conocer a todos los autores de esa generación americana así bautizada por Gertrude Stein, la escritora, coleccionista rica y estrambótica y excéntrica americana. “Tienes que leer a Kerouac”.

Investigo un poquito azuzado y animado por la confianza que tenía en ese señor que me hablaba y pido, atolondradamente, una biografía de segunda mano escrita por Silvester Wish, Jack Kerouac, que cuando la recibo me recuerda a las novelas de quiosco de prensa de los años 70. El título se completa con un subtítulo: Biografía de una generación. Cierto que la presencia de las personas o los libros no lo dicen todo de ellos, pero en este caso no me equivoqué por desgracia. La biografía es pésima y me da la sensación de que sigue grosso modo On the Road, la obra de Kerouac, autor de la generación beat.

Sin apenas datos concretos, montada sobre muchas generalidades, pocas fechas… el lector sigue las extravagancias de un tipo insolidario, egoísta, vicioso, perezoso, poliadicto a todo tipo de drogas, que se relaciona con tipos de semejante calaña, que va y viene, que sube y baja, siempre sin un dólar en el bolsillo, viviendo de gañote, del trabajo de su madre, en casa de su hermana y su cuñado, de los amigos… y que, en medio de eso tiene múltiples relaciones con chicas, que se casa de forma irresponsable, que se separa sin más… y que, sin embargo, no se besa porque no se llega, es decir: un tipo que va de escritor genial, a veces retraído y tímido, en ocasiones extravertido. Viaja a dedo por los USA…

Sinceramente alguien así no me resulta atractivo por muy genial que posiblemente su obra sea. Sigo pensando con Platón que el bien y la bondad van de la mano y si Platón no tenía razón ni yo tampoco, reconozco mi rechazo a una persona con ese perfil y sus obras, dado el tiempo que de vida pueda quedarme, no me interesan porque hay otras muchas que sé positivamente de su calidad y quizá no me dé tiempo a leerlas… Pongo las de Kerouac en la cola de mis lecturas y que sea paciente y Dios lo tenga en el Cielo.


5 de octubre de 2025

546 - LA FLOTILLA DE GAZA EN SU LEPANTO DE ESPADAS HECHAS CON GLOBOS

 




Se puso de moda expresión y se usó durante mucho tiempo y en los más inverosímiles contextos: “Si hay que ir, se va, pero ir para nada…”, pues eso: para perder el tiempo quienes lo tenemos tasado no estamos. A los de la Flotilla de Gaza les sobra el tiempo y alguien les ha pagado el sueldo y el viaje y, además, parece ser que han ido para nada y lo sabían desde que zarparon porque precisamente no están entre las más santas madres del convento los soldados judíos y quienes los mandan. Ese muro judío no se salta a la pídola. No, no estaba ni está el horno para bollos. Las autoridades judías mandan hundir la Flotilla de Gaza y ni se cantean: siguen con el desayuno sin parpadear. Gracias a Dios no lo han hecho. Con ellos siempre se vio, desde la creación del estado de Israel, que “molestos los justos”. A cualquier agresión de la índole que fuera, incluidas las más insignificantes por parte de árabes y en concreto de los palestinos, los judíos han reaccionado de forma absolutamente airada, desproporcionada y cruel.

Creo que fue san Juan Pablo II, ese santo mártir, quien dijo que a estas alturas del mundo no era posible la calificado como guerra justa. La guerra sea como fuera es y será un mal, un mal turbio y horroroso, entiendo que inimaginable para quienes no la hemos padecido directamente y en nuestras propias carnes. La guerra entre palestinos e israelíes tampoco es justa. Ni lo sé ni me corresponde juzgar quiénes son los culpables en esta ensalada de muertos que chorrean desde hace muchos años.

No me voy a perder en los dimes y diretes, sin duda, importantísimos, y llenos de claves e intríngulis diplomáticos e históricos que dan la razón a palestinos o israelíes, ninguno, que discriminan culpas y las asignan o exculpan y justifican. Entiendo que, como toda guerra larga, y esta lo lleva siendo desde hace muchos años, larvada o manifiesta, se van perdiendo los motivos que encendieron la mecha y a aquellos motivos iniciales se han ido sumando otros nuevos y exclusivas perspectivas que han dado pie a una continuación obstinada, contumaz y alucinante donde solo se espera ver la destrucción del otro. Me planto.



Era el año que fuese, que me acuerdo, pero más vale dejarlo ahí. Daba clase por primera vez a unos alumnos en aquel instituto. Cursaban 4º de la ESO. Llevaba yo una larga experiencia a mis espaldas y había dado clases a muchísimos cursos muy distintos y de distintos niveles: desde 3º de EGB hasta 1º de carrera en Periodismo. Estábamos en la llamada prueba inicial. Era un tanteo a comienzos de curso para ver qué nivel tenían aquellos alumnos que lo serían míos durante todo aquel año. Les hice preguntas de Lengua, de Geografía y de Historia. No recuerdo el examen con exactitud, pero no olvidaré que la mayoría de ellos desconocían el nombre de las ocho provincias andaluzas, no sabían a ciencia cierta quién era Franco, no sabían qué era el Nilo, no sabían definir un nombre, eran incapaces de escribir sinónimos de palabras corrientes que los tenían abundantes…

¿Por qué saco a colación un asunto con otro? Lo hago para tratar de explicarme cómo es posible que un viajecito para nada, como el de la Flotilla de Gaza, que ha opacado y desplazado de los noticiarios a la guerra de Gaza en sí, ha dado pie a protestas de estudiantes y de gentes por todo el mundo de pronto, de improviso, espontáneamente… preparados por quienes las han fomentado, promovido y pagado. Ni espontáneas, ni improvisadas, ni naturales… Todo este tinglado es un artefacto cuidadosamente planeado, previsto, pagado por quienes sean esas fuerzas oscuras, los poderes en la sombra, que traen y que llevan ¡que nos traen y nos llevan! en veleros y a las norias a todos, sin darnos cuenta. ¿Triste? He visto a los alumnos que han salido en las protestas y me daban ganas de darles un mapamundi mudo y pedirles que me situaran Gaza en él y no lo habrían sabido la inmensa mayoría (tampoco Estambul o Armenia ni ¡Ucrania!)…

Alguna vez escribí al hilo de algo del llamado Sindicato de Estudiantes que nunca lo vi actuar con causa justa entre sus fauces y sus tentáculos. Nunca conocí a ningún representante de él y me pasé 57 años en las aulas. Sí conocí y vivos están por mi ciudad, algunos activistas de la agitprop más burda y chabacana que padecí a finales de los setenta: tipejos pagados por el PCE, pésimos matriculados en la universidad, que nada tenían de estudiantes, pero que venían al instituto a sonsacar y agitar el cocotero para ver qué arañaban ellos de todo aquello. Es curioso que, de tapadillo, siendo yo profesor, quien agitaba a los alumnos en el instituto donde daba clase, poniendo carteles por las aulas, folios incendiarios, cuando estaba vacías, a cencerros tapados… era un pésimo profesor defensor y propagandista del laicismo… a quien Dios también perdona.

En las manifestaciones las veo con su kufiya, ordinarias, casi catetas, con su folio en la mano izquierda con las consignas escritas quizá por otra mano distinta a la suya y su altavoz en la derecha… Son más ellas que ellos y cuando les arriman el micrófono de la tele repiten como papagayos frases hechas contra la barbarie sionista, contra el genocidio, contra el genocida Netanyahu… Hablan de niños que mueren de hambre, de niños asesinados y no puedo menos que sonreírme y me acuerdo de las Cartas del diablo a su sobrino, de C.S. Lewis. ¡Por cierto!: no sé… Veo a miles y miles de palestinos huyendo de la franja y ninguno lleva el pañuelo y los de la Flotilla los llevan de colores: negros, azules y rojos… ¡mira que son fhasion! Me extraña no ver kufiyas teñidos con los colores de la bandera LGTBI, aunque me temo que no transigen mucho los palestinos con aquellos practicantes de esta tendencia sexual, es más: ser homosexual, puede que no lo comprendan las autoridades de los países musulmanes y les pueden incluir en el servicio la pena de muerte, castigos corporales como latigazos, etc. Tampoco está ese horno para esos bollos.

A ver si Hamas suelta a los secuestrados de una vez, acata, como perdedor en las carnes de su pueblo, las condiciones que les imponen los vencedores (que esto siempre fue así), que suelten las armas y las cambien por arados y fábricas y se dediquen a generar la paz junto a los miembros de la Flotilla de Gaza y de las flotillas que busquen una paz limpia, sin trampa ni cartón, sin sesgos ideológicos… Paz es paz.

29 de septiembre de 2025

545 - A usted y a mí nos sobra el tiempo

 

A usted y a mí nos sobra el tiempo

Cuando se habla de investigación suele pensar el personal de tropa en laboratorios, probetas, matraces, vidrios sin cuento, batas blancas y microscopios y los más audaces en ratones y monos. La investigación, suponen, es trasunto de la ciencia, mejor: de la Ciencia, así, con la toga y los ropones de la mayúscula. Me escribía no ha mucho un buen amigo que para él es “un sistema educativo ideal, donde solo hay espacio para la ciencia”. Y me pregunté qué ciencia, pues bajo una afirmación de esa índole subyace la creencia nada científica de que la Ciencia es y ha sido una realidad inmutable desde sus orígenes ¡y nada más lejos de ello! La ciencia cambia evoluciona y es una realidad distinta de un día para otro: no es una foto fija. Lo que hoy se investiga sobre la microbiota o sobre la córnea o los neurotransmisores y sus sinapsis son realidades cambiantes para mañana. Hoy es ayer para el ritmo de evolución científica, por lo tanto, no sé a qué ciencia se refería mi amigo, si a la del siglo V o a la del siglo XXI, pues tan ciencia es aquella como lo es la actual.

En mi investigación científica no hay ni ratones ni matraces ni probetas… Solo un sillón, libros, un ordenador, serenidad y notas, algunas notas que voy tomando de la realidad en torno. Ideas sueltas, deshilvanadas de momento, sujetas en papeles volanderos o en hojas del ordenador. Mi ciencia viene de la cepa clásica que pretende conocer con orden la realidad que me rodea, con amor a la verdad y a la sabiduría, ergo la Filosofía. Esa realidad de mi entorno que palpita o cesa su movimiento. Se asoma y desaparece y yo me pregunto ¿por qué ocurrirá esto? ¿A qué se debe? ¿De dónde parte? ¿Por qué cesó? ¿Por qué se queja si lo tiene todo? ¿Por qué es feliz y está enfermo? Parte mi ciencia de un saber no servil; es especial para el memo aparentemente inútil o, al menos, no útil. Es la mía una ciencia liberal, propia de los aristócratas del saber.

Reconozco que me gustan las palabras: en español mi ciencia, como sustantivo, está tomada del lat. scientia ‘conocimiento’, que a su vez deriva de sciens, -tis, ‘el que sabe’, participio activo de scire ‘saber’. La usó por vez primera en el castellano del siglo XII un fraile en el monasterio de San Millán de la Cogolla, mi amigo Gonzalo de Berceo. Me gustan las palabras porque son la herramienta que mi ciencia usa para saber y me importa, sí, valoro muchísimo la verdad: conocer la verdad, saber el intríngulis de la verdad, si es posible no mezclada con cera… verdad sincera, sin mixtura alguna… Me apasiona, de ahí mis investigaciones que acometo y persigo con palabras, escribiendo, leyendo, preguntando, mirando…, pensando y rectificando cuando me equivoco o mi investigación demuestra que todo avanzó.



¿Quién no ha oído infinidad de veces “No te llamé porque no tuve tiempo”, “Sentí no ver a tu padre porque carecí de tiempo”, “Lamento no haberte hecho el trabajo porque me cogió el tiempo”, o peor aún: “A ver cuando tenemos tiempo y quedamos para vernos/tomar algo/comer…”, ¡ay el toro del tiempo! Lo oímos, lo decimos, nos lo dicen…, pero ¡qué hay de realidad, de verdad, tras esas afirmaciones! Estamos en el momento actual en tiempos donde la prisa arrasa con su triunfo, nos arrastra, nos lleva en volandas… Todo es tan urgente como importante, pero sobre todo urgente, ¡urgentísimo! Cuando se pide o encarga algo y se dice: “No corre prisa”, quien nos hará el servicio se asombra: ¿¡De veras!? ¡Aquí todo el mundo viene con prisa!”. Todo en realidad es pedido para ayer, ni siquiera para ya. ¿Quién soporta la espera, la paciencia serena de que la realidad discurra? ¡¡No tengo tiempo!! Hoy es el tiempo de la prisa, ¿no ayer? ¿Quién se atreve a afirmarlo? Hablan de la importancia para valorar el tiempo, especiado y trufado de prisa, con la creación del reloj; con el valor con que dotó al trabajo el calvinismo… El triunfo de la burguesía que dotó a sus iglesias y palacios de relojes que medían el tiempo de otra manera distinta al madurar del melocotón, el higo o de granar el trigo. Esos son otros medios de medir el tiempo.

¿Qué oculta esta realidad, verdadera o falsa en boca de quien la expresa, estas manifestaciones cotidianas que se dicen y transmiten con cara de velocidad? “Cuánto más corro, menos tiempo tengo”. “Me levanto más temprano que nunca y no llego a nada…”. “Me paso el día haciendo cosas y termina el día y parece que no he hecho nada”… ¿Es verdad o es un hipérbole… ¡una exageración!? Me acuerdo del farolero con quien se encontró el principito en aquel planeta que se cruzaba en tres trancos y, sin embargo, carecía de tiempo: no vivía, no podía dormir, no podía parar.



Estas excusas, estos pretextos considero que, en un tanto por ciento altísimo, se expresan y dicen de corazón, con ánimo de verdad, con la certeza (que es una verdad subjetiva, particular) de que efectivamente se carece, se careció de tiempo para lo que quiera que fuese. Quien lo expresa no miente: es posible que se esté justificando “Es que no tuve tiempo de/para…”, pero en realidad lo que ocurrió fue que no le dio ocasión, oportunidad a que ese quehacer que quedó en nada, que no fue, se convirtiera en realidad, porque optó por otro asunto, ¡el que fuera!, es decir: Tiempo sí tuvo, pero no le dio oportunidad… ¡no halló la oportunidad de o para… lo que quiera que fuese! Se trata de darle oportunidad, prevalencia a aquello que no se realizó y se optó, se eligió otro quehacer. No fue un problema de tiempo, sino de elección.

Por tanto, ese “No tuve tiempo” oculta una elección que se hizo bajo la estimación de que había otra realidad más importante. El sujeto, quien esto afirma, usted o yo, elegimos, estimamos y dimos más valor (¡sí, esos valores que dicen que no existen!) a tal realidad, quehacer, actividad por encima de aquello por lo que nos estamos excusando de no haberlo hecho.

¿Se hizo por maldad, de forma, si se quiere, explícita y consciente? No, posiblemente no… Se hizo sin más, dejándose llevar y por eso no pasamos a recoger o dejar un paquete, no nos llegamos a ver al amigo en el hospital o a la madre del conocido… y resumimos con un “¡Menudo lío tenía!: no tuve tiempo”. Lo siento, no. Usted o yo elegimos lo más fácil, lo más cómodo, aquello que nuestra estimación puntuó y valoró más alto, ¡por lo que fuera!, más alto que aquello otro y de ahí la determinación que tomamos. No le dimos oportunidad para ser a eso que eludimos, eso que quedó en nada: La comida de amigos que nunca llega, la cerveza que nunca salió del grifo, la charla que no nació… “Lo siento. No tengo tiempo”.

No nos vemos porque no tenemos tiempo: falso, debemos darnos una oportunidad: hay que meter ese rato en la agenda ¡y cabe! Dejamos de llamar por pereza, porque tenemos la cabeza en nuestras cosas. “Me encanta leer…, ¡ay si tuviera tiempo!”: falso, dicho sea sin perdón. Usted no le da oportunidad a ese libro que hace años que lo mira desde la mesa, la estantería… Dele un oportunidad a ese amigo. Valore la lectura por encima de esa serie de tal o cual plataforma y verá cómo sí dispone de tiempo. Busque la oportunidad para pasear con su hijo o su hija o de tomar un café con su esposa… ¡a solas!, aunque no hablen de nada trascendente o, incluso, aunque no hablen. ¡Qué hermosa oportunidad!


La próxima vez que afirme con seriedad de hombre de negocios, como ese otro personaje de El principito, que no tiene tiempo, que su trabajo, que su vida… son serios, dele una oportunidad a aquello otro que no lo es tanto, pero merece su atención, otórguele una oportunidad. ¡Y buena suerte! No ceje ni desista en el empeño.