Hubo
un tiempo, cuando dejé de fumar, que sin advertirlo pasé a estar gordo en unos
meses. Pasé de mi peso habitual a tener algo así como ocho kilos más… ¡en unos
meses, insisto! Tras pasar el verano y meterme en el invierno, al intentar
ponerme la ropa vi que no me entraban los pantalones. Pensé que había cogido unos
que no eran míos. Sí que lo eran, ¡vaya si lo eran! Desde entonces hasta ahora
he ido pasando de estar gordo a ser gordo. No diré que el proceso
ha sido traumático, pero sí duro y obsesionante como una peli de miedo. Se
prueba de todo, se toma casi de todo, se consulta, se prueban regímenes
descabellados y que funcionan un tiempo, pero, al final, los tiestos salen a la
botija y la botija, es decir, la genética de mi padre, predomina y él era gordo,
como mi abuelo y yo como ellos.
En
este largo proceso he leído muchos libros sobre alimentación, regímenes, descubrimientos
impresionantes de especialistas, expertos, científicos y curanderos sobre la
alimentación, pócimas secretas ancestrales… y aquí sigo gordo y como dice uno
de mis gordólogos de cabecera -tengo dos- … ¡más fuerte que el vinagre! ¿De salud?
Muy bien. Ahí los triglicéridos dando su batalla, también son herencia, y yo
dándola con una pastilla que no gana la guerra, pero mantiene al enemigo a
raya.
Tomar
yogur natural a diario, tomar una manzana a diario (Martínez-González), no
catar las bebidas gaseosas (cocacolas, fantas, etc.) y las bebidas energéticas
ni mirarlas. La cerveza es mala, pero el vino tampoco es bueno (algo mejor el
tinto, pero solo una copita al día). Los fritos, las patatas, el cerdo, el pan
común… todo malo. El pan de espelta, de masa madre, de la madre que lo parió… y
caro como él solo… sí, pero poquito. El jamón de pata negra tiene grasa “buena”,
puede comerse sin problemas y con medida. El desayuno bulletproof, que yo practico,
es maravilloso, pero hay que hacerlo en unas condiciones determinadas: “consulte
con su médico”. El ayuno intermitente, según y como, le puede venir bien, pero
no siempre: “consulte con el especialista”. La saxenda (Ozempic, Wegovy), la tirzepatida (Mounjaro)… las inyecciones mágicas de los
gordos, ahora parece que tienen diversas consecuencias secundarias y lo pueden
dejar ciego… (cuestan un pastizal: hasta 354 € cuatro dosis y hay que ponerse
una a la semana, ¡una hipoteca!)… Dieta keto, paleo, vegetariana, mediterránea,
dukan… Por supuesto, deporte todos los días y dando más de no sé cuántos miles
de pasos, que tampoco en esto se ponen de acuerdo: andar ligero y carreritas de
vez en cuando… para forzar el gasto de grasa basal. Ojo… y tener un personal trainer (que
los hay de ricos, de pobres y para la clase media económica, si es que queda
alguno de estos). Los gordos se convierten en realities shows en la tele: unos
gordos inconcebibles, verdaderos enfermos que son mostrados en pantalla, como
la mujer barbuda de las ferias: se les ve, a los pobres, engullir, se muestran
sus flaquezas, sus lágrimas, sus sufrimientos… Eran más humanas las hermanas Colombinas
de las ferias de antaño (confieso que llegué a verlas cuando yo era niño).
Antes se
decía de algo complejo que “tiene más teclas que un piano” o “tiene más trampas
que una casa de chinos”…, pues en algo así se ha convertido una realidad tan
simple como comer en el primer mundo, el mundo de los ricos gordos y traumatizados, acomplejados, enfermos, que, además, quieren
vivir cien años y hacerlo como les da la gana… Miles de científicos, expertos,
especialistas… investigan para generar cifras astronómicas para los
laboratorios, tras los que están siempre los mismos, y el gordo, acomplejado,
triste, visto como enfermo o como perezoso carente de voluntad…. arrastra sus
kilos por su triste vida y en ellos ven esos laboratorios auténticas meriendas
de negros… multimillonarias.
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