Conocí al autor hace
muchas décadas. Entonces no había escrito este libro ni ningún otro que yo
supiera. Daba clase de Filosofía en un instituto de Córdoba. Persona amable y
educada. Buen conversador. Culto y sosegado: sin aspavientos. Guardo excelente
recuerdo de él y algunas anécdotas que nos contamos entonces sobre el oficio y
la vida. Le guardo aprecio.
Cuando supe de este libro
lo compré de inmediato. Se repitió lo que ya he escrito por aquí alguna vez. Era
mi intención leerlo pronto y sin embargo han pasado décadas hasta que le ha
llegado el momento: esto pasa invariablemente con los conocidos o amigos que
escriben. Ciertos ejemplos que el autor pone en esta obra se quedaron ya fuera
de juego. No aparecen los móviles y sus secuelas: ¿cómo imaginarnos hoy el
mundo sin un móvil en una mano? No hay ordenadores… ¡por Dios! En fin…
El libro, al margen de estas
minucias que apunto, da en la diana de la mejor antropología y de ella parte
para escribir sobre la intimidad y todas la realidades que la rodean y afectan.
Escribe Miguel Ángel pequeños artículos sueltos que se van engarzando y
relacionando más o menos próximos, pero siempre próximos con el título que
lleva el libro: la intimidad.
Esta realidad anda moribunda,
cuando el pudor y la modestia se las llevó la trampa, cuando la arrogancia y la
espontaneidad grosera tomaron la plaza púbica por doquier. Vulgaridad,
ordinariez prostibularia… Da igual. Miguel Ángel desde un conocimiento profundo,
meditado, experimentado en él y en otros, desde el sentido común escribe un
libro que invita a meditar sobre esas realidades inherentes al ser humano de
los que no puede deshacerse y que, si cualquiera rasca un poquito en su mundo
interior, si aparta la superficialidad y la chabacanería, hallará esos resto de
sí propio que lo conducen a un mundo interior insobornable.
Me resulta curioso, y
con esto acabo, las imágenes, tan románticas, traídas de la naturaleza de las
que se vale el autor para apoyar sus afirmaciones y sus explicaciones.
Gracias por este regalo
que acojo con retraso, pero con sumo agrado.
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