10 de mayo de 2020

413- Baroja, Pío. EL MAYORAZGO DE LABRAZ



Segundo libro de la tetralogía que anuncié que leería de la tierra vasca de Baroja: El mayorazgo de Labraz. Muy en sintonía, no siempre es así, con el libro anterior esta novela tiene muchos rasgos en común con La casa de Aizgorri. Escrita con posterioridad a esta, se edita en 1903.

No diré que la temática es exactamente la misma, pero sí existe esa similitud entre una y otra. Desde el punto de vista formal, El mayorazgo es una novela típicamente barojiana, abierta, donde pululan personajes que se asoman con perspectivas de perdurar en capítulos posteriores y, sin embargo, desaparecen o mueren, como es en este caso Rosarito.

Don Juan, el mayorazgo, es un hombre ciego de aciaga vida. Enfadado con su hermana Cesárea, porque esta que se casó con don Ramiro, sirviente de la casa, don Juan admite que ambos regresan a la casa de Labraz, donde se presentan de improviso y donde vive Rosarito, la hija de ambos… Cesárea retorna enferma y muere, por la enfermedad que padece, siendo acelerada por un bebedizo que Micaela, su hermana, y Ramiro, su marido, le administran…

Digamos que la novela está trufada de pequeñas anécdotas de corte más o menos romántico, historias que soportan el escaso fuste de la trama principal. Muchos extremos quedan totalmente abiertos. Podemos en esta obra hallar una crítica especialmente dura contra los clérigos, de hecho uno de ellos es calificado por Baroja como un estómago. No es nuevo en sus obras, pues los curas, por norma, son: glotones, lascivos, ignorantes, mundanos, sucios… etc. es lo que hallamos en esta novela. Como en la anterior, los paisajes, más en esta si cabe por la trama, son lugares comunes de una naturaleza recreada por el escritor vasco que rebusca en su recuerdo montes, arroyos, bosques, caseríos… En algunos momentos el lector se desconcierta porque tiene la impresión –en mi caso es más que esto- de que don Pío no sabe qué hacer con sus personajes, sobre todo con el viaje andando de Marina y don Juan desde tierras vascas hasta el luminoso mediterráneo. No recordaba tampoco que don Pío fuera laísta: se hallan en la novela algunos laísmos.

La novela tiene un final feliz… He de reconocer que esta obra la recordaba vagamente y mucho más entretenida cuando la leí por primera vez que en esta segunda. Cierto que, como todas las novelas de Baroja, se lee bien, pero no por ello ha habido algunos momentos en que me he desesperado al ver a los personajes en encrucijadas donde Baroja no daba con una salida plausible, razonable… ¡Baroja en estado puro, con más o menos acierto!


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