Segundo libro de la tetralogía
que anuncié que leería de la tierra vasca de Baroja: El mayorazgo de Labraz.
Muy en sintonía, no siempre es así, con el libro anterior esta novela tiene
muchos rasgos en común con La casa de Aizgorri. Escrita con posterioridad
a esta, se edita en 1903.
No diré que la temática es
exactamente la misma, pero sí existe esa similitud entre una y otra. Desde el
punto de vista formal, El mayorazgo es una novela típicamente barojiana,
abierta, donde pululan personajes que se asoman con perspectivas de perdurar en
capítulos posteriores y, sin embargo, desaparecen o mueren, como es en este
caso Rosarito.
Don Juan, el mayorazgo, es un hombre
ciego de aciaga vida. Enfadado con su hermana Cesárea, porque esta que se casó
con don Ramiro, sirviente de la casa, don Juan admite que ambos regresan a la
casa de Labraz, donde se presentan de improviso y donde vive Rosarito, la hija
de ambos… Cesárea retorna enferma y muere, por la enfermedad que padece, siendo
acelerada por un bebedizo que Micaela, su hermana, y Ramiro, su marido, le
administran…
Digamos que la novela está
trufada de pequeñas anécdotas de corte más o menos romántico, historias que
soportan el escaso fuste de la trama principal. Muchos extremos quedan
totalmente abiertos. Podemos en esta obra hallar una crítica especialmente dura
contra los clérigos, de hecho uno de ellos es calificado por Baroja como un estómago.
No es nuevo en sus obras, pues los curas, por norma, son: glotones, lascivos,
ignorantes, mundanos, sucios… etc. es lo que hallamos en esta novela. Como en
la anterior, los paisajes, más en esta si cabe por la trama, son lugares
comunes de una naturaleza recreada por el escritor vasco que rebusca en su
recuerdo montes, arroyos, bosques, caseríos… En algunos momentos el lector se
desconcierta porque tiene la impresión –en mi caso es más que esto- de que don
Pío no sabe qué hacer con sus personajes, sobre todo con el viaje andando de
Marina y don Juan desde tierras vascas hasta el luminoso mediterráneo. No
recordaba tampoco que don Pío fuera laísta: se hallan en la novela algunos
laísmos.
La novela tiene un final feliz…
He de reconocer que esta obra la recordaba vagamente y mucho más entretenida
cuando la leí por primera vez que en esta segunda. Cierto que, como todas las
novelas de Baroja, se lee bien, pero no por ello ha habido algunos momentos en
que me he desesperado al ver a los personajes en encrucijadas donde Baroja no
daba con una salida plausible, razonable… ¡Baroja en estado puro, con más o
menos acierto!
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