Euodynerus variegatus (Fabricius 1793)https://bellezaenimagenes.blogspot.com/ |
Aclarado y asentado esto, espero
que, con tino y acierto, pasemos ahora a las distintas clases de tontos, sin
afán de agotar la especie, pues sería abrumadora una exhaustividad absoluta de
la clasificación de los tontos en todas sus diversas variantes. Dios nos dé
luces.
El tonto del culo es aquel tonto abierto a realidades oscuras y con
simas de misterio, encono y murmuración. Es este espécimen de tonto aficionado
al chismorreo, al chisme y al comadreo, sin hacerle ascos a la falsedad, el
bulo o la calumnia, que tanto da. Por todo ello es de carácter más bien blandón,
flojo y flácido, casi afable por malicia, y siempre próximo a la pusilanimidad
dengue y gazmoña. Lejos por supuesto de la lealtad, la valentía, la sinceridad,
pues es raro el tonto con virtudes -quedó arriba dicho- y más aún relacionadas
con la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, es por ello que
todo tonto del culo es oliscón y ventanero, curioso, metijón y cazoletero,
suspicaz y tarabilla. Nunca el tonto es humilde, pues si lo fuere tendría
posibilidad de cura, arreglo y mejora, cosa que en el tonto es de pronóstico
peliagudo.
El tonto de los cojones. Llegado a este apartado se hace necesaria una
aclaración que, por evidente, sería innecesaria en absoluto, mas corren malos
tiempos cuando se nos pide la explicación de esta. Como ustedes sabrán, y como
predica sin éxito alguno la docta casa de la Real Academia de la Lengua, el
género no marcado en español es el masculino de ahí que su empleo no sea
discriminatorio de nada, ni maltratador de nadie, por tanto, al tender la
lengua a su simplificación y economía a la hora de comunicar, es absurdo,
propio de tontos, el decir ‘tontos’ y ‘tontas’, que de los dos géneros los hay…,
pero hete aquí que llegados a este punto y tranco, el tonto de los cojones,
lo es por naturaleza fisiológica propio al varón y no se asigna a la hembra… No
hay tontas de los cojones. Parece ser que el sexo femenino, al carecer de
cojones, no da este espécimen de tonto. Es cierto que, algunas señoritas, sin
duda de clase y de casa bien (?), a veces dicen ante el benemérito acto de otra
señorita etcétera: “¡Con dos cojones!” o “¡Sus huevos ahí!”. Es obvio que dicho
uso es hiperbólico y machista de suyo, pues la tenencia de dicho material
físico es solo del varón y no así de la hembra. Por tanto, no hay “Tontas del
chocho, ni del pepito, ni de los ovarios…” o cualquier otro nombre que se
atribuya a las partes pudendas de las hembras. En principio, estas
adjetivaciones comportan intensidad, calidad y cantidad, en la tontería y
especialidad. En este caso el tonto de los cojones es aquel tipo de tonto que,
por su especial torpeza, es incapaz de realizar cualquier actividad o gestión
con acierto: es tonto de los cojones quien no sabe hacer la compra para la
casa, quien olvida por norma las pautas, las normas, etc. El origen de esta
necedad no se halla tanto en los cojones, que siempre, insisto, es un
intensificador y deíctico de lugar, como en la propia inopia en que el tonto se
halla: el estar en y a lo suyo le lleva a descuidar todo encargo y por eso es
tonto de los cojones… Intensificador y variante puede ser: “Un tonto con dos
cojones”.
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El tonto de la poya admite
también el llamado compuesto ortográfico que da lugar al tontopoyas.
Ambos significan lo mismo que el tonto de los cojones, y que si tratamos en
párrafo aparte es por abundar en la claridad de la clasificación y evitar
posibles confusiones. Este tipo de tonto, insistimos, es un tonto idéntico al
de los cojones, de una parte geográfica idéntica, “de los países bajos”, que
diría el doctor Grijando Moore en su fisiología traducida por Chiquito de la
Calzada. Eso sí, el tonto de la poya, tiene algo más de alcance en su jodienda
y necedad, al estar afectado del espectro del tontilisto, que tan molesto
resulta a quien lo padece porque suele en sus acciones manifestar malicia,
egoísmo, error calculado, etc.
Calopteryx haemorrhoidalis (Vander Linden, 1825) |
El tonto del bote [o de capirote] nos informa el Diccionario de
Autoridades que son también expresiones intensivas de «tonto». Se nos va a
permitir, dada la especificidad y hondura de este escrito que hagamos una
distinción, con permiso de los ilustres y doctos en la Lengua y que nos ayude
Dios para dar con tino allí donde acertemos en el corte. Del tonto del bote
informa Internet, y nos hace gracia de esfuerzo e investigación, pues sabemos
que este tonto, pobre hombre, parece ser que se llamaba Julián, vivió en
Madrid, y Dionisio Chaulié nos habla de él al describir a los pedigüeños de su
época, en su obra Cosas de Madrid (tomo I. Memorias íntimas,
Madrid, 1886), y nos dice él: “Entre otros, un desgraciado imbécil a quien se
le conocía con el nombre de tonto del bote, porque recogía la limosna en
un bote de suela que agitaba en la mano, sentado en una silla a la puerta de San
Antonio del Prado. Aún me parece verle en sus últimos años, inmóvil, con su
sombrero de alas anchas, su ropón o túnica parda, limpio, y lanzando a
intervalos una especie de sonido gutural para llamar la atención de los
transeúntes”. Dado el caso y por dos pesetas no se puede dar más.
Calopteryx xanthostoma (Charpentier, 1825) |
Tengo para mí que el conocido
como tonto del capirote, que algunos asimilan al del bote, son
dos tontos distintos. El del bote, como hemos visto, era individuo concreto y
que dio lugar a un subespecie de tonto que llama la atención sobre sí para
reclamar lo que quiera que sea: la atención de los próximos, su dinero, su
limosna, su aprecio, etc. y el tonto de capirote es aquel que queda a la
vindicta pública…, es decir, el perseguido: “de los delitos por la sola razón
de la justicia, en nombre de la sociedad y de las leyes e independientemente de
la satisfacción del daño de la víctima”, es por tanto, el tonto del capirote el
señalado, con intención de humillación, ante los demás por motivos varios. El
capirote, como todo el mundo sabe, es un gorro en forma de cucurucho invertido
que, desde tiempos de la Edad Media, la Santa Inquisición obligaba a llevar
colocado sobre la cabeza a todo aquel al que acusaba de algún delito, pecado o herejía
públicos y así quien lo llevaba puesto era objeto de escarnio también público.
Hoy a esto se le llama condena de telediario: antes de la sentencia
sacan al investigado –antes imputado- y se te condena sin más juicio ni más
jodienda y se le manda camino de Parla.
El último, y con esto cerramos
por ahora nuestro intenso intento de caracterización, es el tonto como Dios
manda, especie descrita por don Camilo José Cela en su Viaje a la Alcarria y este encontrará el lector cumplida cuenta de
esta subespecie ya perfectamente clasificada y con clara e inequívoca
taxonomía, dado que don Camilo, por su edad, su saber y sus vivencia anduvo en
relación –como la mayoría de todos nosotros- con esa subespecie de tontos.
Concluyo y pido a Dios su ayuda, y
a ustedes una oración por todos y un vaso de buen vino para quien esto
escribió. VALE.
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