18 de abril de 2020

Por el autor del blog: SILVA DE VARIA LECCIÓN QUE CARACTERIZA AL TONTO (y III de III)

Euodynerus variegatus (Fabricius 1793)https://bellezaenimagenes.blogspot.com/
Aclarado y asentado esto, espero que, con tino y acierto, pasemos ahora a las distintas clases de tontos, sin afán de agotar la especie, pues sería abrumadora una exhaustividad absoluta de la clasificación de los tontos en todas sus diversas variantes. Dios nos dé luces.

El tonto del culo es aquel tonto abierto a realidades oscuras y con simas de misterio, encono y murmuración. Es este espécimen de tonto aficionado al chismorreo, al chisme y al comadreo, sin hacerle ascos a la falsedad, el bulo o la calumnia, que tanto da. Por todo ello es de carácter más bien blandón, flojo y flácido, casi afable por malicia, y siempre próximo a la pusilanimidad dengue y gazmoña. Lejos por supuesto de la lealtad, la valentía, la sinceridad, pues es raro el tonto con virtudes -quedó arriba dicho- y más aún relacionadas con la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, es por ello que todo tonto del culo es oliscón y ventanero, curioso, metijón y cazoletero, suspicaz y tarabilla. Nunca el tonto es humilde, pues si lo fuere tendría posibilidad de cura, arreglo y mejora, cosa que en el tonto es de pronóstico peliagudo.

El tonto de los cojones. Llegado a este apartado se hace necesaria una aclaración que, por evidente, sería innecesaria en absoluto, mas corren malos tiempos cuando se nos pide la explicación de esta. Como ustedes sabrán, y como predica sin éxito alguno la docta casa de la Real Academia de la Lengua, el género no marcado en español es el masculino de ahí que su empleo no sea discriminatorio de nada, ni maltratador de nadie, por tanto, al tender la lengua a su simplificación y economía a la hora de comunicar, es absurdo, propio de tontos, el decir ‘tontos’ y ‘tontas’, que de los dos géneros los hay…, pero hete aquí que llegados a este punto y tranco, el tonto de los cojones, lo es por naturaleza fisiológica propio al varón y no se asigna a la hembra… No hay tontas de los cojones. Parece ser que el sexo femenino, al carecer de cojones, no da este espécimen de tonto. Es cierto que, algunas señoritas, sin duda de clase y de casa bien (?), a veces dicen ante el benemérito acto de otra señorita etcétera: “¡Con dos cojones!” o “¡Sus huevos ahí!”. Es obvio que dicho uso es hiperbólico y machista de suyo, pues la tenencia de dicho material físico es solo del varón y no así de la hembra. Por tanto, no hay “Tontas del chocho, ni del pepito, ni de los ovarios…” o cualquier otro nombre que se atribuya a las partes pudendas de las hembras. En principio, estas adjetivaciones comportan intensidad, calidad y cantidad, en la tontería y especialidad. En este caso el tonto de los cojones es aquel tipo de tonto que, por su especial torpeza, es incapaz de realizar cualquier actividad o gestión con acierto: es tonto de los cojones quien no sabe hacer la compra para la casa, quien olvida por norma las pautas, las normas, etc. El origen de esta necedad no se halla tanto en los cojones, que siempre, insisto, es un intensificador y deíctico de lugar, como en la propia inopia en que el tonto se halla: el estar en y a lo suyo le lleva a descuidar todo encargo y por eso es tonto de los cojones… Intensificador y variante puede ser: “Un tonto con dos cojones”.

Calopteryx haemorrhoidalis (Vander Linden, 1825)

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El tonto de la poya admite también el llamado compuesto ortográfico que da lugar al tontopoyas. Ambos significan lo mismo que el tonto de los cojones, y que si tratamos en párrafo aparte es por abundar en la claridad de la clasificación y evitar posibles confusiones. Este tipo de tonto, insistimos, es un tonto idéntico al de los cojones, de una parte geográfica idéntica, “de los países bajos”, que diría el doctor Grijando Moore en su fisiología traducida por Chiquito de la Calzada. Eso sí, el tonto de la poya, tiene algo más de alcance en su jodienda y necedad, al estar afectado del espectro del tontilisto, que tan molesto resulta a quien lo padece porque suele en sus acciones manifestar malicia, egoísmo, error calculado, etc.

El tonto del bote [o de capirote] nos informa el Diccionario de Autoridades que son también expresiones intensivas de «tonto». Se nos va a permitir, dada la especificidad y hondura de este escrito que hagamos una distinción, con permiso de los ilustres y doctos en la Lengua y que nos ayude Dios para dar con tino allí donde acertemos en el corte. Del tonto del bote informa Internet, y nos hace gracia de esfuerzo e investigación, pues sabemos que este tonto, pobre hombre, parece ser que se llamaba Julián, vivió en Madrid, y Dionisio Chaulié nos habla de él al describir a los pedigüeños de su época, en su obra Cosas de Madrid (tomo I. Memorias íntimas, Madrid, 1886), y nos dice él: “Entre otros, un desgraciado imbécil a quien se le conocía con el nombre de tonto del bote, porque recogía la limosna en un bote de suela que agitaba en la mano, sentado en una silla a la puerta de San Antonio del Prado. Aún me parece verle en sus últimos años, inmóvil, con su sombrero de alas anchas, su ropón o túnica parda, limpio, y lanzando a intervalos una especie de sonido gutural para llamar la atención de los transeúntes”. Dado el caso y por dos pesetas no se puede dar más.

Calopteryx xanthostoma (Charpentier, 1825)


Tengo para mí que el conocido como tonto del capirote, que algunos asimilan al del bote, son dos tontos distintos. El del bote, como hemos visto, era individuo concreto y que dio lugar a un subespecie de tonto que llama la atención sobre sí para reclamar lo que quiera que sea: la atención de los próximos, su dinero, su limosna, su aprecio, etc. y el tonto de capirote es aquel que queda a la vindicta pública…, es decir, el perseguido: “de los delitos por la sola razón de la justicia, en nombre de la sociedad y de las leyes e independientemente de la satisfacción del daño de la víctima”, es por tanto, el tonto del capirote el señalado, con intención de humillación, ante los demás por motivos varios. El capirote, como todo el mundo sabe, es un gorro en forma de cucurucho invertido que, desde tiempos de la Edad Media, la Santa Inquisición obligaba a llevar colocado sobre la cabeza a todo aquel al que acusaba de algún delito, pecado o herejía públicos y así quien lo llevaba puesto era objeto de escarnio también público. Hoy a esto se le llama condena de telediario: antes de la sentencia sacan al investigado –antes imputado- y se te condena sin más juicio ni más jodienda y se le manda camino de Parla.

El último, y con esto cerramos por ahora nuestro intenso intento de caracterización, es el tonto como Dios manda, especie descrita por don Camilo José Cela en su Viaje a la Alcarria y este encontrará el lector cumplida cuenta de esta subespecie ya perfectamente clasificada y con clara e inequívoca taxonomía, dado que don Camilo, por su edad, su saber y sus vivencia anduvo en relación –como la mayoría de todos nosotros- con esa subespecie de tontos.

Concluyo y pido a Dios su ayuda, y a ustedes una oración por todos y un vaso de buen vino para quien esto escribió. VALE.

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