8 de abril de 2020

Por el autor del blog: SILVA DE VARIA LECCIÓN QUE CARACTERIZA AL TONTO (I de )


   
   
Es el tonto persona e hijo de Dios, pero de condición despistada con respecto a Él. Vamos a dejar las cosas claras desde el principio del párrafo, como pide Ortega. Es mi plan aquí intentar revisar ante sus propios ojos de usted, permítame, los rasgos y características más notables de todos los tontos que en el mundo han sido y son… ¡¡legión!!: incontables como las arenas de las playas. Pertenece este texto a un brevísimo resumen de un escrito semejante al que escribiera el magnífico caballero sevillano don Pero Mexía: Silva de varia lección, que no es otra cosa que un libro de ensayos con siglos de antigüedad, en que con detalle y partiendo de la admiración, se estudia al tonto como bípedo implume, un humano común en la especie, reconocible en general y padecido en particular. Les advierto que nunca es respetable la tontería, la memez, la necedad y sus muchos derivados…, pero siempre es salvable la persona por tal, y ser respetable, salvo que en su sandez dilapide su propia dignidad, cosa que puede ocurrir, y a Boecio me remito.

Empecemos primero caracterizando al tonto en general para pasar en un segundo momento a analizar al tonto especialista o con habilidades técnicas más concretas y, por tanto, es un tonto adjetivado y especialista. Dado el caso, la descripción de todo tonto, no tiene un orden particular porque la tontería se ve afectada por la propiedad conmutativa en la que el orden de los factores y rasgos no afecta al producto último: la necedad. Si ustedes disponen de tiempo y se pueden dirigir a un diccionario de sinónimos podrán comprobar la ingente cantidad de estos que nos aproximan a la categoría ‘tonto’, la más comúnmente usada.

Un primer rasgo de todo tonto, debate antiguo, desde los presocráticos, es si el tonto nace o se hace. Esta disquisición se ha tenido con innumerables realidades, pues en el fondo es larga disputa sobre la libertad del ser humano, la predestinación, los destinos, las vocaciones, etc. La idea más comúnmente defendida es que el tonto se hace; a quien pudiéramos llamar vulgar, coloquial, injusta e irrespetuosamente tonto de nacimiento es persona que no tiene cabida ni entra en este tratado; este, por norma, merece en absoluto todo nuestro respeto y, en cualquier caso, y por principio no tiene cabida en este escrito pues su limitación no admite ser nombrada de este modo, muy al margen, eso sí, de lo políticamente correcto, memez de la que Dios nos libra. La tontería es una cualidad propia de individuos que cultivan su necedad, su majadería, su estupidez, su sandez… y su tontería con el mismo mimo con que se cuida el nacimiento y del desarrollo del culantrillo de pozo, planta de especial sensibilidad en su nacimiento, crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, ya tenemos ahí al tonto, quien muchas veces ha carecido de la ayuda -obra de misericordia corporal: enseñar a quien no sabe- necesaria para mejorar como persona y reconducir su existencia al margen del perdedero. Así pues, quede claro: el tonto se hace.

Un segundo rasgo característico del tonto es que este siempre más habla que escucha por norma. No es que sea sordo, es que no deja hablar. Siendo las orejas dos y la boca una, todos los sabios que en el mundo han sido, han transmitido que más se debe escuchar que hablar y, sin embargo, el tonto es hablador, lenguaraz, verborrágico, chismoso y tendente a caer en la murmuración y la calumnia es por ello que, en el Nuevo Testamento, en Mat. 12:36 se afirma que: “36 Os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio”. Todo lo que el tonto dice se refiere a aquello que lleva en su cabeza, tonterías, y en su corazón, y mucho ojo que no siempre el tonto es bueno ni bondadoso ni bienintencionado: ahí están la maledicencia y la calumnia como muestras y ejemplos. Esto hace que el alma del tonto corra peligro: opina de lo que no sabe y dice tonterías; cree que toda opinión es respetable (ignorando que lo respetable es la persona que no así todo cuanto esta dice); cae con frecuencia en el chismorreo, en el comadreo y por persistencia en la murmuración y la calumnia, insisto, siendo estas especies especialmente dañinas y malignas para el tonto en sí y para quienes le rodean, pues siembra discordias interesadas, que malmeten e indisponen a personas, instituciones, etc. entre sí.

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