3 de julio de 2014

Herr Goldmundo... sobre Zubiri y su filosofía... y mis comentarios


   
 
     Hace unas semanas que no vengo por aquí. Eso en un blog y en Internet es una eternidad: me consta, pero es lo que hay. Estuve dedicado a otros quehaceres importantes que urgían. Hoy vuelvo y retomo mi conversación con Herr Goldmundo (http://sanchopancesco.blogspot.com.es/2014/03/narciso-y-goldmundo-de-hermann-hesse.html)… quien al hilo de lo escrito por mí sobre Zubiri me escribía, y le agradezco:

        
¡Uf!, tu reflexión me ha sugerido, en verdad, varias cuestiones.

Primera: dedicarse a la filosofía o "filosofar", que en el fondo es tanto como elucubrar sobre el sexo de los ángeles, no garantiza una vida lograda, ni relajada ni feliz. Solo hay que recordar las vidas de Nietzsche, Wittgenstein, Camus, y las de tantos otros filósofos. No elegimos una determinada filosofía para ser felices y virtuosos, sino que elegimos un tipo concreto de filosofía dependiendo de la "clase de persona" que seamos. Resulta significativo, considerando esta apreciación, que Zubiri fuese el filósofo de las "realidades", que no de las idealizadas virtudes.

Segunda: yo creo, como Ortega, que al buen pensador no debemos juzgarle en base a sus virtudes o defectos como persona, sino a través de sus "obras". Al respecto de esta cuestión, Ortega escribió un lúcido ensayo titulado "Mirabeau o el político", donde disculpaba todos los defectos, pecados e inmoralidades del político apegado a la REALIDAD, competente y eficaz, que hacía bien su trabajo. De nuevo lo real se antepone a lo ideal.
¿Qué sucede cuando preferimos a los políticos virtuosos, que se jactan de ser optimistas antropológicos y la bondad personificada, antes que a buenos y competentes gestores? Sí, estoy pensando concretamente en un nefasto político de nuestra historia más reciente. No hace falta decir quién.

Tercero: Zubiri pudo haber sido un pobre hombre plagado de defectos, e incluso un "inmoral" pecador, pero, precisamente por ello, fue un gran CREADOR. No hay nadie mejor que los grandes pecadores, hombres falibles de carne y hueso, para crear y abrir nuevos caminos al pensamiento. Allí estuvo San Agustín, un gran pecador, que se redimió a través de una justificación creativa que legitimó una novedosa religión en su época: el cristianismo, el cual, por cierto, le fue como anillo al dedo a los intereses egoístas de salvarse a sí mismo.

Un saludo.

1 comentario:

  1. El otro día, por la tarde, me encontraba arrojado en el suelo tapizado, escuchando una música malísima llena de gallos, al mismmo tiempo que sostenía una barra de pegamento carioca. De repente sonó el tiembre. Un hombre entra y reclama mi presencia. Luego mi firma. Y luego, mis brazos. Aquel individuo me habia dejado un paquete sospechoso sobre mis extremidades. Al cabo de unos minutos efímeros y a la vez enigmáticos, permanecía en la misma posición estúpida y edulcorada. ¡Diantres, me temo que debo hacer algo con este bulto, o perderé el equilibrio!, pensé. Entré en la cocina. Allí mismo, sobre un tapete lleno de polvo y lamparones de substancias indeterminadas, me desprendí de la carga. ¡Carioca!... ¡Haaaaajjjj! ... ¡Relajante!... ¡Relaxing cup con cafe con leche!

    Cuando entró la tarde me levanté, como de ordinario, sin ninguna novedad aparente. Me arrojé a la calzada de un autoempujón, buscando la puerta de la taberna del pueblo. Tras caminar indeterminadamente una media hora, la encontré, la pierta de la tasca del pueblo. Entré, y pedí lo mismo de ayer, de anteayer, y de lo de todas las tardes. Entre tanto, el tabernero balbuceo, turbado,
    —¡Hombre, juglar! ¡Qué extraña novedad verte por aquí, con esos harapos de viejo caminapueblos!
    —¿Qué te pasa, camarada, quieres algo, o lo de siempre?

    Bebia, mientras miraba intermitentemente al suelo y al intermitente de una silla de ruedas aparcada en la puerta. Entre tanto, entra un hombre, con una bolsa de arroz sobre la espalda:
    —¡Eh, tú, bandido, me debes tres mil pesetas de whisky!
    —¡Camarero haga algo, este hombre me ataca, y tiene cara de querer morder!
    ¡Fuera de aquí, mongolo, espectro funesto, sombra cojitranca, tragavirotes, o te expulsaré yo mismo con mi extintor gigante disuadeabusones!
    —¡Caracojón!

    Luego me fui, y me dirigí al jardín del pueblo, para contemplar a las palomas y los gatos. Empezó a sonar mi teléfano mobil, y llamó un hombre. Me quería vender una cavadora multifunción multitarea del futuro de tres millones de caballos, por si se atraganta con un tronco o una roca. O otro tractor cavadora multifunción multitarea de última generación. ¡Pero yo no tengo tierras!, ¡NO TENGO TIERRAS!
    Pues compralas, trabajalas, y hazte pastor, me replicó. Yo le repliqué, Adios, hombre funesto, vendedor de ingratas zalamerias y humos de rey mago, destilador de veneno y pestes del ultramundo.

    ResponderEliminar