17 de julio de 2014

Forner Muñoz, Salvador, CANALEJAS. UN LIBERAL REFORMISTA (y II).




         En el inicio de su carrera política, Canalejas no tuvo inconveniente en defender aquello que pensó más justo incluso contra sus propios correligionarios, no siempre a beneficio de inventario, y aunque en ocasiones quedara, dado el caso, más solo que la una. Recuerdo que algo de todo esto contaba Amando de Miguel en su libro La España de nuestros abuelos, que fue donde, de no fallarme la memoria, leí por primera vez sobre a lo que a continuación se sigue. Fue Canalejas quien con gran ardor defendió las propuestas del general Cassola, Ministro de la Guerra –entonces no se llamaba de Defensa, eso vino después con la corrección política marxista de Horkheimer-. Cassola fue un mirlo blanco en el tejado ministerial de Sagasta: quiso que los militares se despolitizaran; reformar el ingreso en las Academias militares buscando más profesionalidad y calidad en los distintos cuerpos… ¡y que el servicio militar fuera obligatorio!: ahí le dolía. Desde la derecha y la izquierda hasta en el paladar le dieron a Canalejas, y a Cassola lo mandaron a casa. Guardó Canalejas entre sus ideas para poner en práctica llegado el momento cuanto defendió en ese tiempo y lo logró, pero eso fue mucho después…, querido amigo.
         Los periodistas son gremio corporativista y nadie coma ajos ni se enroque que es opinión. Escribir en la prensa de continuo, con una línea editorial, es tener poder: El cuarto. Informar y crear opinión puede ser del interés de unos pocos. Los periódicos no se editan para hacer caridad y tienen, como todo, sus amos y su señorito. Refiriéndose a El Heraldo, periódico adquirido en 1893 por Canalejas, se consideró medio y trampolín necesario para medrar en política: “Había que disponer por tanto de un periódico como medio de propaganda privilegiado para difundir propuestas y actuaciones” (p. 48). Nadie se escandalice: lo que había es lo que sigue habiendo (y no se olvide: do ut des).
         El gran problema de Cuba, la gran estocada yanqui al imperio español ¡que ya no era tal!, dio pie a distintas posibles soluciones y ninguna buena, como demostró la historia. Moret deseaba dar a la isla cierta autonomía; Maura hablaba de un estatuto especial; y Canalejas defendía la asimilación. Tras la muerte de su primera esposa (1897), Canalejas, sin hijos, dolido, se marchó a Cuba para vivir su duelo. Si no recuerdo mal estuvo varios meses de viaje. De allí se trajo la visión clara de que todo ya estaba perdido.
         Sus grandes ejes políticos fueron su nacionalismo monárquico, que tanto sorprendió a liberales, conservadores, republicanos, monárquicos… Y en torno a la monarquía buscaba, ¡ay cómo no!, una regeneración que debía afectar a Hacienda, al Ejército, a la Administración y a la Descentralización… ¡y ello seguimos!
         Canalejas, como Maura, a pesar de sus diferencias ideológicas, liberal el primero, conservador el segundo, veían, sin embargo, en el Estado un intermediario capaz de lograr la paz social, un medio que fuera un buen interlocutor entre las fuerzas sociales, económicas, de poder… encontradas. Así, entre 1890-1900, y a pesar de los pesares, con lo que se llamó un liberalismo intervencionista se lograron mejoras en el bienestar general de la población y elevar el nivel moral de los ciudadanos.
         Diferencia Canalejas entre la cuestión social y la cuestión obrera. Para él, el proletariado, que hundía sus raíces en una cuasi esclavitud, en una servidumbre esclava, había pasado a ser libre, pero comparativamente con quienes tenían y eran poderosos… ¡no había forma ni nada que comparar! (¡y a mí que esto me sigue sonando!). Los obreros reclaman derechos, equilibrio, medio de liberación y libertad y se buscan las 8 horas de trabajo y la negociación colectiva.
         De estos años también son planteamientos que acercan a lo que hoy entendemos por Seguridad Social… Era imposible para el obrero el pago de un seguro particular, siempre caro y lejos de su alcance económico, y, por tanto, era el Estado el que debía encauzar medios –detraídos de todos, y muy especialmente de quienes más tenían- para solucionar problemas de precariedad laboral, sanitaria…
         Canalejas con su programa político buscaba: democratizar la vida política española, promover una amplia intervención jurídica en el campo de las relaciones laborales y realizar reformas socio-económicas que mejorasen a las clases obreras. En realidad los dos últimos ejes de su programa se orientan hacia una mejora de los obreros, con una clara y nueva orientación social e intervencionista del liberalismo. “Entre sus propuestas programáticas se incluían: el sometimiento de las congregaciones religiosas al derecho común; la reforma del Senado; el establecimiento del contrato de trabajo, con regulación de la jornada y del salario mínimo; la regulación del trabajo de mujeres y niños; la ley de huelga; el establecimiento de tribunales de arbitraje; la supresión del impuesto de consumos; la modificación del arancel y el abaratamiento de las subsistencias" (p. 80).
         Un problema irá mosconeando a lo largo del quehacer político de Canalejas y salpicando su fama: el llamado problema religioso, la ley del candado… Y es que encuentro en Canalejas, como y lo hallé en Maura, una persona que quiere buscar una solución actualizada a un problema del momento, pero chocan, uno y otro, con muros de incomprensión de toda laya. Canalejas, sin embargo, alcanzó “fama de político sectariamente anticlerical” con la que “ha pasado a la posteridad predominando en la formación de su imagen sus actuaciones en política religiosa sobre otras muchas de sus realizaciones y propuestas programáticas, lo que ha simplificado en gran medida su significación como estadista de mayor alcance” (p. 180). Pasado el tiempo, muy posiblemente, las soluciones que proponía Canalejas hubieran ahorrado muchos quebraderos de cabeza que tuvieron lugar en momento ciertamente dramáticos para la historia de España: “Desde la perspectiva actual, el anticlericalismo de Canalejas se nos muestra, sin embargo, como una alternativa que pudo resultar muy adecuada en su momento para solventar el conflicto Iglesia-Estado de forma muy respetuosa con la religión católica” (p. 180).
         No dejan de comentarse en el libro las actitudes y los modos del primer diputado socialista de España, el fundador del PSOE y de la UGT, Pablo Iglesias y su irreductible deseo de revolución, su anhelo de derribar el Régimen por los medios que fueran… No logró nada Canalejas “de un hosco Iglesias, atrapado en su sectarismo obrerista y verbalmente revolucionario” (p. 171), planteamiento que en nada se parecen a lo que hoy conocemos en gran parte del socialismo español de finales del siglo XX y el inicio de este XXI.

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