A don Alberto Oya.
¿Quién es el guapo que, con lo que hay, le enmienda la plana, si es que hubiera que hacerlo, a un premio Nobel en español como es Mario Vargas Llosa? Servidor, sinceramente, no gasta.
A
veces las imágenes, las sensaciones, si se logran expresar bien, dan pie a
comprensiones más ajustadas que un razonamiento largo, prolijo, envenenado a
veces. Tras mucho correr, tras ir muy apurado, con la ilusión de coger un tren
importante… he llegado tan tarde a la estación que no he hallado a nadie. Todo
está vacío, el tren partió hace meses. Mi prisa no estaba justificada, en el
fondo, sabía que llegaba tarde, que nunca cogería ese tren, pero no podía dejar
de seguir viviendo con urgencia el hecho de no querer perder un tren que ya, lo
sabía, había perdido. Escrito queda.
Antes
de seguir adelante, no obstante, quiero decir que no recuerdo libro en el que
haya invertido más tiempo en leer que este. Por temperamento y formación no hay
libro que, empezado, deje sin leer. Si abro la primera página y me pongo a
leerlo, ya no cejo hasta dar con la última: no entro a valorar ni a discutir si
esto es razonable, si esto está bien, si sería mejor o peor… digo lo que hay,
lo he hecho toda mi vida. Puede suceder que un libro en un momento determinado
lo comience a leer y no lo termine porque la vida me arrastre en otra
dirección, pero, digamos, lo echo en agua
para mejor oportunidad y es muy probable que vuelva sobre él desde la primera
página. Recuerdo especialmente los dos momentos iniciales en los que me ocurrió
tal con la Antropología metafísica de Julián Marías, libro que,
en un primer intento, no fui capaz de leer y que, sin embargo, en una segunda
oportunidad… me deparó una amabilísima lectura y me esclareció detalles de la
existencia.
Con El sueño del celta es posible que haya
sido la circunstancia en que me he visto obligado a leerlo. Incapaz de darle
continuidad a la lectura, porque literalmente se me caía de las manos… el libro
se me pierde en una nebulosa llena de selvas, de negros, de violencia, de
esclavos, de América y de África, de escenas equívocas al principio entre
homosexuales… Muchas escenas repetidas, semejantes, descripciones parecidas,
situaciones reiterativas…
Creo
que el problema que he tenido ha sido que el entreverado de novela histórica,
acta novelada de la vida de Roger Casament y la dilatación de todo ello (¿le
sobran páginas al libro?) no me ha hecho amable la lectura, ni el personaje ni
su pinturera existencia.
Ignoraba
todo de este irlandés… Por cierto, algunos lugares citados de Irlanda me son
caros al corazón, como decía el poeta. Lugares de verde amable por los que
paseé, el centro de Dublín, edificios conocidos…
No
mucho más que añadir, seguro que hubo críticas más certeras, más conspicuas,
más centradas, más críticas que esta mía, pero no me gustaría irme sin una
pregunta… Siento estar tan preguntón últimamente. Hace unos años se decía que
la visión idílica de los judíos que transmitía el cine de Hollywood se debía al
poder del lobby judío en el cine, el poder que personas de este pueblo tenían
en las productoras y todo su entorno… ¿Por qué ahora tengo que encontrarme en
los libros, en la tele, en las películas… una ingente cantidad de homosexuales
que no he hallado nunca en mi vida en ninguna institución o situación por las
que he pasado en mis cincuenta años? Posiblemente tenga algo que ver el poder
del llamado lobby homosexual, que lo ignoro, y más aún de dónde y de qué le
viene tanto poder.
No
deseaba cerrar así este comentario, por lo que añado este renglón para que se
apoye el resto en la basa.
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