4 de junio de 2012

Mario Vargas Llosa, EL SUEÑO DEL CELTA.



                                                         A don Alberto Oya.

         ¿Quién es el guapo que, con lo que hay, le enmienda la plana, si es que hubiera que hacerlo, a un premio Nobel en español como es Mario Vargas Llosa? Servidor, sinceramente, no gasta.
         A veces las imágenes, las sensaciones, si se logran expresar bien, dan pie a comprensiones más ajustadas que un razonamiento largo, prolijo, envenenado a veces. Tras mucho correr, tras ir muy apurado, con la ilusión de coger un tren importante… he llegado tan tarde a la estación que no he hallado a nadie. Todo está vacío, el tren partió hace meses. Mi prisa no estaba justificada, en el fondo, sabía que llegaba tarde, que nunca cogería ese tren, pero no podía dejar de seguir viviendo con urgencia el hecho de no querer perder un tren que ya, lo sabía, había perdido. Escrito queda.
         Antes de seguir adelante, no obstante, quiero decir que no recuerdo libro en el que haya invertido más tiempo en leer que este. Por temperamento y formación no hay libro que, empezado, deje sin leer. Si abro la primera página y me pongo a leerlo, ya no cejo hasta dar con la última: no entro a valorar ni a discutir si esto es razonable, si esto está bien, si sería mejor o peor… digo lo que hay, lo he hecho toda mi vida. Puede suceder que un libro en un momento determinado lo comience a leer y no lo termine porque la vida me arrastre en otra dirección, pero, digamos, lo echo en agua para mejor oportunidad y es muy probable que vuelva sobre él desde la primera página. Recuerdo especialmente los dos momentos iniciales en los que me ocurrió tal con la Antropología metafísica de Julián Marías, libro que, en un primer intento, no fui capaz de leer y que, sin embargo, en una segunda oportunidad… me deparó una amabilísima lectura y me esclareció detalles de la existencia.
         Con El sueño del celta es posible que haya sido la circunstancia en que me he visto obligado a leerlo. Incapaz de darle continuidad a la lectura, porque literalmente se me caía de las manos… el libro se me pierde en una nebulosa llena de selvas, de negros, de violencia, de esclavos, de América y de África, de escenas equívocas al principio entre homosexuales… Muchas escenas repetidas, semejantes, descripciones parecidas, situaciones reiterativas…
         Creo que el problema que he tenido ha sido que el entreverado de novela histórica, acta novelada de la vida de Roger Casament y la dilatación de todo ello (¿le sobran páginas al libro?) no me ha hecho amable la lectura, ni el personaje ni su pinturera existencia.
         Ignoraba todo de este irlandés… Por cierto, algunos lugares citados de Irlanda me son caros al corazón, como decía el poeta. Lugares de verde amable por los que paseé, el centro de Dublín, edificios conocidos…
         No mucho más que añadir, seguro que hubo críticas más certeras, más conspicuas, más centradas, más críticas que esta mía, pero no me gustaría irme sin una pregunta… Siento estar tan preguntón últimamente. Hace unos años se decía que la visión idílica de los judíos que transmitía el cine de Hollywood se debía al poder del lobby judío en el cine, el poder que personas de este pueblo tenían en las productoras y todo su entorno… ¿Por qué ahora tengo que encontrarme en los libros, en la tele, en las películas… una ingente cantidad de homosexuales que no he hallado nunca en mi vida en ninguna institución o situación por las que he pasado en mis cincuenta años? Posiblemente tenga algo que ver el poder del llamado lobby homosexual, que lo ignoro, y más aún de dónde y de qué le viene tanto poder.
         No deseaba cerrar así este comentario, por lo que añado este renglón para que se apoye el resto en la basa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario