I
En
ocasiones, no es menos cierto, quien anda en el laboratorio del ordenador, quien
anda con las mezclas, ensayando con los equilibrios, quien estudia y mira, quien
sopesa… a veces, insisto, como el burro de Samaniego, toca la flauta por casualidad.
De pronto un escritor escribe una obra que subyuga a millones de personas que
anhelan su libro al que les suele salir una saga. No se crea, no es nuevo… Ahí
están los Palmerines y los Amadises de quienes hizo burla el mismísimo
Cervantes, ¡asombroso!
Hace
unos días leía a una conocida mía, bloggera, y ella reflexionaba sobre esta
realidad que todo escritor se plantea alguna vez. ¿Quién está ahí detrás de mi
texto? ¿Quién lo actualiza y cómo? ¿Qué entenderá esa persona de quien quizá ignoro
todo? No sé cuál es su circunstancia, ni si cultura, ni sus capacidades… ¿Qué
entenderá? ¿Comprenderá lo que yo intento transmitir? ¿Qué tal expresaré yo lo
que deseo? ¿Lo haré con acierto? ¿Qué opinará? Ese lector que hoy me lee,
actualiza un texto dilatado en el tiempo y en la realidad, un texto que quizá escribí
hace semanas, quizá años…, pero yo ya no
soy ese autor: he olvidado incluso lo que allí dije, afirmé… ¿Recuerdas lo que afirmabas en tu libro…?,
te pregunta un lector entusiasta…, que queda defraudado, cuando uno, en el
tiempo dejó jirones de sus quehaceres y la memoria es incapaz de relacionar, de
hallar, de actualizar aquello que se perdió para siempre… “Lo siento. No, no lo
recuerdo…”. Horror. ¿Quién eres tú, lector?
Me
dicen que entran a este blog miles de personas. ¿Quiénes sois? ¿Qué buscáis?
¿Qué queréis? Le doy la vuelta a todo esto y me planteo qué busco yo en la
lectura de un blog… Busco información, busco a alguien que me comenta asuntos
que son de mi interés, busco un alguien con quien conversar… Rara vez leo la
entrada de un blog y no dejo un recado, un comentario, un gracias: cada uno es
como es…
¿Qué
busco en los libros? Aprender para enseñar, una guía de pensamiento, un medio
de deleite, una pauta para seguir la verdad, la belleza… En el otro y sus obras
veo y busco al Otro. El mundo me parece hermoso, a pesar de los pesares.
Pienso, no sé por qué, en las muchísimas obras -¿todas? Quizá sí- que leí de
Azorín: La voluntad, Antonio Azorín, Castilla, Confesiones de un
pequeño filósofo, Los dos Luises,
Lecturas españolas, En París, Pueblos… ¡¡Qué deleite con el comienzo de Las nubes!! Perdona que por un momento escriba de memoria… “Como
recordará el lector, Calisto y Melibea se casaron…”. Los pueblos manchegos en
pos de Cervantes, de las huellas de don Quijote, de ese don Amalio o don Rufino
que obra en su lento quehacer al amor de la lumbre, mientras el sol trepa por
el vasar e ilumina la foto del pariente amigo, que tuvo… ¡¡Qué deleite solo
recordarlo!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario