12 de mayo de 2011

(Charlie-06) La esperanza de Boccaccio.

    Charlie amigo, siempre hay motivos sobrados para la esperanza, pero no porque ésta deba ser lo último en perderse, que esto es discusión y harina de otros costales. Te digo esto por lo que leía hace unos días sobre nuestro viejo amigo Boccaccio.

    En 1373 fue invitado por su ciudad a dar unas clases sobre su admirado Dante y su Commedia. Enorme ilusión para él, pues consideraba a su paisano un clásico a la misma altura de los clásicos latinos. Boccaccio está cansado, pero la idea le resulta atractiva, le van a pagar un dinerito que no estaba de más. En octubre comienza a dar las clases en una iglesia muy cercana a la casa que fue de Dante. Una bulla, charlie, ¿sabes?: Teólogos, filósofos, filólogos… Giovanni Boccaccio está viejo. Se cansa. Se ignora si por este motivo o porque de nuevo se declara la peste en la ciudad, el hecho es que las clases se cortan y él se marcha.
    Está feliz: lo han escuchado lo más granado de una intelectualidad ya de por sí selecta como es la florentina. No todo ha ido como se deseaba, no pudo completar todas las clases, pero él se va a empezar a relacionar con la espiritualidad agustiniana que tiene la sede en la iglesia del Santo Spirito. Allí conocerá a fray Martino da Signa, a quien legará su biblioteca –¡menuda fortuna!- y a Luigi Masili, discípulo de Petrarca. Pero ahora viene lo mejor, charlie, y es que este hombre con fama de sabio, entendido, aplicado, laborioso, entregado… que tiene ya 60 años, que está a dos de morirse, parece que logra y alcanza una cierta paz. Sus largas conversaciones con su amigo del alma, Francesco Petrarca, y el espíritu de San Agustín van a fructificar en un sosiego interior y una paz de la que carecía.
    Me paro. Años y años de meditación y lecturas. Ignoro cómo sería la vida sobrenatural, interior de este hombre, pero lo hago una persona con mucha experiencia. Viajado, relacionado, vivido. Varias veces habló con el Papa en persona. De continuo conversa con los clásicos por medio de sus obras…, pero su espíritu no está en paz. Carece del sosiego que da el orden. La paz es la tranquilidad en el orden y en su vida no la ha habido hasta ahora. ¡Sesenta y dos años, charlie! Toda una vida.
    Recuerdo que San Isidoro en alguno de sus escritos decía que carecer de esperanza es descender al infierno. Quien no tiene esperanza se ha entregado al enemigo con armas y bagajes. Ha terminado, como aquellos prisioneros de los lager alemanes que fumaban sus últimos pitillos: no iban a negociar más con ellos, no serían ya más moneda de cambio, eran innecesarios, mejor fumárselos antes de lanzarse a la cerca electrificada, lo contaba Viktor E. Frankl en El hombre en busca de sentido. Excelente obra.
    La esperanza sobrenatural, la esperanza humana, que es ilusión, es la “víspera del gozo”. La esperanza se da en quien espera. Quien espera en algo o en alguien confía. Doctores tiene la Iglesia, charlie, que han analizado con empeño esta hermosa virtud teologal que requiere de una cimentación a base de humildad y de mucha fortaleza. El fuerte es paciente, resiste y lo hace porque espera. Sabe que no todo depende de él. Actúa porque no es un pusilánime, pero sabe que la realidad es testaruda, no se deja moldear, no es manipulable… Espera.
    Me ha gustado lo que me ha hecho meditar este pasaje simple y breve de la biografía  de Boccaccio.

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