25 de marzo de 2011

Un poco más lento, por favor.

     Siguiendo un consejo unamuniano, leo: “casi todas las tecnologías cuentan con detractores de este tipo, con obvios y patentes conflictos de intereses, que menosprecian la nueva tecnología y a quienes la utilizan, y la convierten en responsable de todos los males de la Humanidad”. No me identifico con individuos así..
    Continúo: “Todo va a cambiar. Pero, como dicen los franceses: «cuanto más cambia una cosa, más se convierte en lo mismo». Fijémonos, por ejemplo, en el cloud computing. En cierto modo, se trata de una extensión natural del time-sharing, inventado en los años sesenta. De hecho, por aquel entonces ya se oía hablar del término computing utility. Se imaginaban ordenadores enormes situados en edificios inmensos, a los que se podía acceder a través de líneas telefónicas desde terminales remotos. Hoy, el «terminal» es el navegador y la computing utility está compuesta por miles de procesadores apilados en racks en edificios inmensos. ¿Y qué hay de interconectar las nubes? Google tiene una red de cloud computing (centros de conexión de datos); Amazon, IBM, Microsoft y otros ofrecen varios servicios a través de la nube. ¿Qué ocurre si intentamos interconectar esas nubes? La realidad con respecto a esto en 2010 es prácticamente la misma que en 1973.”
    Estoy a favor. No me opongo. Sólo objeto que no lo entiendo. Me hago una idea, pero no lo entiendo cabalmente, ¿y usted?

                                                   * * *                             

    Como mi amigo el principito me asombro ante la técnica. Él estaba junto al guardagujas. El personal, clasificado en paquetes de mil en mil, iba en los trenes. Pasaban de izquierda a derecha y volvían de derecha a izquierda.
    — Llevan mucha prisa –dijo el principito–. ¿Qué buscan?
    — Hasta el hombre de la locomotora lo ignora –dijo el guardagujas.
    Y es ahí, estimado lector, estimada amiga, donde está el quid de la cuestión. Ir, lo que se dice ir… ya vamos. Además vamos a toda velocidad. Y como no somos felices nos movemos…
    — ¿No estaban contentos donde estaban?
    — Nadie está nunca contento donde está –dijo el guardagujas.
    Estamos de viaje en este mundo: “Sí señor, no soy más que un viajero, un peregrino de este mundo”, afirma Werther… Sé que mi fin es la muerte. Creo que mi destino está en Dios, mas, ¿todas las excursiones que hacemos por este valle del viaje tienen que ser a toda velocidad? Oiga, ¿adónde vamos?, pregunto. Me resisto a ser llevado así.
    De modo que ya el zorro le advirtió a mi amigo el principito: “Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”. Vaya por Dios… En su Carta al General X se queja Saint-Exupéry de: "El hombre robot, el hombre termita, el hombre oscilante del trabajo en cadena sistema Bedeau. El hombre castrado de todo su poder creador y que ni siquiera sabe ya en su crear una danza o una canción. El hombre que se alimenta de cultura standard, como se alimentan los bueyes de heno. Ese es el hombre de hoy".
    Ahora vuelvo.


5 comentarios:

  1. ... y menos mal que todavía existen hombres de ayer...

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  2. Lo inteligente es vivir en presente: “hodie et nunc”, hoy y ahora. El pasado se marchó. El futuro aún no existe. Nos queda el presente continuo del hombre futurizo que necesariamente se proyecta desde el pasado, con los pies bien plantados en el presente, hacia un futuro que se carga de ilusión humana, de esperanza sobrenatural. El retroceso de los grandes calibres de rifles es proporcional a las velocidades y potencias con que las balas salen por el cañón. Vamos muy rápido, consumimos mucho y rápido, “para ya” es el umbral más lejano de cualquier petición y aspiración, prisa, vamos, consumir, quiero, necesito, urgente, importante… ¡El retroceso es descomunal, inasumible! Insisto «si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente...».

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  3. ¿Quién decía, amigo Alcalá, que unas gafas que te las hacen en dos horas no pueden jamás ser tomadas en serio? Pues eso. Las prisas apresan. Saludos blogueros

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  4. Estimado Antonio José, tu deseo de "lentitud" me ha recordado a Galeano y su famoso texto, también reivindicativo de "lentitud", en el que se refiere a esa obsolescencia programada que nos empuja a vivir a velocidad de vértigo. Y dice Galeano esto: "¡No!Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades".
    Y no, no digo que cualquier tiempo pasado fue mejor, tampoco puedo afirmar que este no lo sea, pero el caso es que no nos dio tiempo ni a usar las ya existentes funciones del nuevo móvil cuando ya se ha convertido en viejo, y el caso es que no me da tiempo a apreciar lo que está por venir cuando ya está desusado u obsoleto.
    No, las prisas nunca nos hicieron ganar más tiempo, si acaso hacer más efímera la existencia.
    Saludos.

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  5. Ignoro, José Antonio, quién pudo afirmar lo de las gafas... Ni idea. También desconocía el texto de Geleano y quién es... El mapa de mi ignorancia, a medida que pasan los años, es cada vez más amplio y me temo que me he desorientado en sus límites, que se me antojan lejanos, problemáticos. Es difícil sustraerse a la prisa que caracteriza el modo de vivir que nos hemos impuesto. En la estantería de los supuestos "libros de lectura pronta" lleva una obra de C. Honoré más de dos años.

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