15 de febrero de 2011

Será vanidad camuflada

    Llevo semanas, a ratos, dándole vueltas a algo que ignoré siempre y que me gustaría saber: ¿quiénes leen este blog, quiénes leen o leyeron mis libros y por qué? Muchos de ustedes se suman al blog y me sorprendo. Quiero desde aquí agradecerles su lectura y sus afanes. Me gustaría conocerlos… Decirles…, pero la vida no me da para todo. Les agradezco que se dejen querer por aquello que para ustedes escribo con sumo cariño.
    ¿Para quién escribo? Lamento revelar que desconozco la respuesta. Salvo el libro Educar para el trabajo, que tenía un público concreto: padres que se ocupaban de la educación, instrucción, formación de sus hijos… ¿el resto? Ni idea. En el fondo creo que escribo lo que me gustaría leer o algo así. Es cierto que no me mueve, mi lector, el dinero para escribirte… Entre “A la inmensa minoría” del dandismo juanramoniano hasta “A la inmensa mayoría” de Blas de Otero hay unos millones de lectores.
    Tomás de Aquino afirmaba que el bien de suyo es difusivo. Todo lo bueno que tenemos deseamos compartirlo con quienes amamos. Hacemos prosélitos de nuestro equipo de fútbol favorito, del disco que nos emociona, del libro que nos cautiva, del paisaje que contemplamos, de la ciudad que nos acogió… Presentamos a nuestros amigos entre sí: a los del trabajo con los de la caza, a los futboleros con los lectores… Queremos que se relacionen, que se crucen puentes. Lo hacemos sin otro interés que el bien que deseamos difundir: “Tal persona es encantadora. Te la tengo que presentar. Ya verás que bien…”, decimos. “Leer estos versos al atardecer te hará temer por la huida de tu corazón tras la soledad del valle”, podrá decir alguien.
    Disputaba no hace mucho… El qué dirán no me importa demasiado. Creo que se debe hacer lo que se debe hacer sin muchos miramientos. Siendo un niño aprendí que no todos somos monedas de cinco duros que a todos gustan y caen bien. Procuro no contristar, no zaherir, no ser mordaz… Intento ser educado y amable, regalar lo bueno que tengo…, pero lo políticamente correcto no me afecta. Me interesan las personas. Sé del escándalo farisaico: Juan no bebía vino y lo criticaban; Jesús lo bebía y otro tanto… En el enxiemplo II de El conde Lucanor, se nos dan más explicaciones. Quevedo y Góngora, por poner un poner, tampoco son políticamente correctos. La puta que Baudelaire llevó al Louvre se escandalizaba de los desnudos de las esculturas y las pinturas. La sartén se lo pidió al cazo: apártate que me tiznas. Escribo lo que sé, lo que puedo, casi lo que quiero.
    ¿Quiénes son mis lectores? Y continúo como Diógenes con el candil a la búsqueda de mi lector… ¿Quiénes leyeron miles de mis libros? Sólo a algunos los conozco, sólo a algunos pude escuchar. Mi madre nunca leyó libro mío. Mi padre todos… Lo siento, pero yo tampoco he leído la novela policiaca de los escandinavos (ni vi las pelis que se hicieron sobre ellas). Pido perdón, pero no he leído los inabarcables novelones de los autores norteamericanos que dan pie a miles de millones de ganancias entre ediciones, promociones, películas… Dios los bendiga, que hacen felices durante muchas horas a personas que posiblemente nunca me leerán a mí, pobrecito. ¿Quiénes leen a estos autores también les dedican sus ratos a los genios: Cervantes, Lope, Tolstoi, Dostoievski…? ¡Tantos, tantos! Puede que también los lean… A tirios y a troyanos. ¿Quién, si no es alumno de bachillerato, lee a Machado? Hace años que no leo a García Montero (él no creo que me lea a mí).
    Me temo que busco solución a un problema irresoluble con mis pobres medios. ¿Se puede saber, acaso, para qué quiero conocer los lectores que me siguen por aquí, para quiénes escribo…? ¿Cambiaría quizá mis modos, mis temas? ¿Desaparecerán mis fantasamas, mis obsesiones?

6 comentarios:

  1. Vanidosos todos, todas ¿ es correcto decirlo así?. Yo te leo y más que te voy a leer. Pero hay vanidosos que escriben malamente y otros que lo hacen bien. Te tengo entre los segundos.Necesito birras.

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  2. Que yo te leo también en pasiva. Por cierto, en mi última entrada, la de las desideratas, ¡nómbrote!
    Supongo que ya habrás recogido el libro. ¡Disfrútalo!

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  3. Escribo lo que sé, lo que quiero, casi lo que puedo... son esas, amigo, razones poderosas y suficientes, con qué belleza describes ese afán difusivo de la bondad y de tender puentes, tienes que conocer a...,yo creo que escribimos sobre todo para no disolvernos del todo y tan rápido en el sumidero del tiempo, y gratifica el ánimo encontrarse lineas como las tuyas, templadas y certeras, sin gritar ni buscar rabiosamente la penúltima moda. Encontré tu blog siguiéndole los gustos a Sinretorno, que bien fantástico es lo suyo también, y en tu apacible rincón, tan humano, con tu permiso me quedo. Te sigo. Saludos

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  4. Estimado José Antonio: visité tu blog, leí lo que escribías sobre un director español de cine; no recuerdo si dejé o no una nota... Me han ladrado muchos perros en el camino; me ladrán aún... Me aburren y algunos incluso me enfadan, pero no deseo agriarme, quiero oír cómo la hierba crece, ver cómo se afanan felices a quienes quiero... Los que tienen carita de cataores de vinagre, que Dios les dé amparo, por ser sus hijos y que el evangelio de San Mateo hallen consuelo.

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  5. Estimado José Antonio: leí tu blog; vi que escribías sobre un pobre director de cine. Me ladraron muchos perros por el camino de mi vida; me llaman muchos motivos para enfadarme y amargarme la vida. Anhelo, sin embargo, escuchar cómo la hierba crece, ver cómo laboran felices quienes amo... A quienes tienen carita de cataores de vinagre, que Dios les ampare por ser su Padre, y que hallen consuelo en el Evangelio de San Mateo.

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  6. lei Amanda querida, ha tiempo ya. Los demas no cayeron en mis manos o no me puse a buscarlos. Me quedo con tus entradas blogianas, ¿se dice asi?, como veras todos sabemos de tu profesión. Disfruto del buen decir en pocas frases, será que mi prisa se hizo crónica.Por favor no dejes de escribir.

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