27 de diciembre de 2010

El talento de hacer lo que se sabe ( I )

    Por fin puedo leer y meditar el discurso de Vargas Llosa con motivo de su Nobel. Han pasado los días y me fue imposible hacerlo antes. Otras realidades apremiaban. Disfruto de su palabra largamente meditada, entiendo. Recibe el Nobel en una edad que permite mirar con talento el mundo en torno.
    Mi amigo Joaquín Balbín me hizo, al hilo de otros sucesos posibles, caer en la cuenta de esta palabra: talento. Innegable que Vargas Llosa lo tiene. Tiene eso que María Moliner define como la “Capacidad para obtener resultados notables con el ejercicio de la inteligencia”, es decir: no basta con ser inteligente para tener talento… se requiere algo más. El necio, pobrecito, ya se ve que, de salida, no alcanza. Uno podría preguntarse qué es ese algo más que requiere la persona inteligente para dar en el talento y, por tanto, obtener resultados notables, en muchos casos sobresalientes y extraordinarios.
    En más de una oportunidad, de un modo u otro, insiste el Nobel peruano  en que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Estas palabras me recordaban a aquel otro premio Nobel español que una y otra vez insistió en que quien resiste gana. La Literatura, su creación, comporta la tenacidad, la constancia, la disciplina que nos aleja de la inspiración que nunca llega, de la improvisación que se considera naturalidad y es pura afectación, descuido e indolencia. El perezoso improvisa. Quien ama pone esmero, cuidado… Su sencillez es largamente laborada.
    Hermoso discurso de enaltecimiento y gratitud a la Literatura. El discurso de don Mario es una verdadera hipérbole de exaltación dedicada a la Literatura, pues no en vano, por ella, se decían estas palabras, se concitaban los allí presentes. Muchas de las aseveraciones que hace para la Literatura bien valdrían para otras artes y otras actividades: sólo con cambiar la palabra Literatura por Música o Filosofía… se comprueba lo que afirmo.
   
    La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    La filosofía crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre  hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    La música crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    En algún momento podría pensar quien escucha o lee el discurso que la Literatura es un refugio a resguardo de la realidad, tantas veces vil: “he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”. Pronto se deshace el entuerto, pues quien escribe es un rebelde: no se contenta con la realidad que le parece enteca, pobretona y ambiciona ir más allá, dilatar el tiempo, recrear los espacios, abundar en lo insondable humano… Los tiranos censuran al literato, condenan su capacidad de pensar y expresarse, de divulgar su pensamiento tantas veces opuesto al poder del déspota… “Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”.
    Puede el lector de este discurso pensar o preguntarse ¿por qué da la impresión en algunos momentos del discurso que la vida va por un lado y la Literatura por otro? La literatura se convierte en punto de apoyo donde la palanca-escritor mueve el mundo. Nos ponemos estupendos y creemos que la literatura es la pócima maravillosa, el bálsamo de Fierabrás…: la Medicina, los buenos gobernantes, los investigadores, los buenos albañiles, los agricultores honrados, los pequeños empresarios que pusieron al tablero sus vidas y haciendas para ganar más y generar más empleo, más… …, en fin, todos aquellos que empeñaron sus vidas con el bien, la justicia, la libertad, la verdad, la gente de intenciones limpias, corazones grandes y buena voluntad hacen el  mundo mejor, muy al margen de ser o no creadores literarios. Cada uno hace lo que puede y don Mario, ya se lo dijo Patricia, su mujer, hace lo que se sabe: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

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