27 de agosto de 2010

La envidia sana es admiración.

    La muy española cofradía del silencio saca a su santo de la ermita de Nuestro Pecado de la Envidia, por la que siempre es preferible, ante la opción de que el otro reciba el doble que nosotros, bien que se nos saque un ojo o se nos quite un testículo, porque así el otro, ¡qué grande es nuestro amor por el prójimo!, perderá los dos ojos o los dos huevos. Silencio. Mejor el silencio. Relegar al otro al más absoluto ostracismo y ninguneo. Que se ignore su trabajo, su persona, su existencia. Nada. Nadie. Yo, mí, me, conmigo… y olé. Relegado, postergado, ignorado… Mea culpa!
    Llevo en esto de los blogs cuatro días mal contados. Cierto que me muevo como el florentino por el infierno, de la mano de amigo. Ir bien acompañado es una garantía. Reconozco que valoro la eficacia. La eficiencia me agrada, pero me resulta, como toda buena intención, insuficiente. Miro mientras paseo, pero si paseo voy para algo a algún sitio. Pasear por pasear no es arte que me seduzca. He paseado alguna vez, tuve quien me enseñara. Cuentan de la soledad de Machado en sus paseos, lo hace él poesía: en Soria, en Baeza…
    Son muchos los pensadores que piensan mientras pasean, mientras enseñan. Sócrates es el ejemplo de paseante incansable, de hablador insaciable: nada escribió. Dicen que escribir, para un pueblo charlatán como el ateniense de su época, era perder el tiempo, por eso, los griegos empezaron por llamar filósofo no al que escribía de filosofía, fundaba un sistema o profesaba como filósofo y hacía una vida de tal, sino simplemente al que tomaba una actitud inquieta e interrogante ante la vida. En este sentido, más que en ninguno de los otros, Sócrates era filósofo.
    Me pierdo… entre lo que escribo. La intención es buena, pero… limitada. Me paseo y me pierdo ahora por los blog de personas para mí desconocidas. Leo lo que escriben, lo que piensáis… Veo las composiciones que hacen con sus fotos, los vídeos que seleccionáis, los libros de que hablan… y me siento engrandecido por vuestro trabajo, por su esmero, por su bonhomía… (habrá blogs de muchas cataduras, de muchas intenciones… hablo de los que he visitado de la mano de este amigo). Siento admiración, que es el nombre exacto de eso que la gente llama envidia sana. La envidia sana no existe, como la ira santa es celo, pues no hay vicio que se pueda llamar santo sin forzar el sentido de la realidad y de las palabras. Admiración. Siento admiración ante la belleza que otros sois capaces de generar, ante la armonía…
    En mi torpe paseo aún, miro un vídeo que una señora ha colgado en su blog (http://zara-denieblayazul.blogspot.com/) y si es cierto que es un pelín noño y dulzón… el perro, a quienes nos gustan los perros…, quizá, como ella escribe, o tienes perro o te gustan o, a lo peor, te quedas sólo en el ramo de flores, en el montaje de imágenes, etc. ¡Quien fuera tan bueno como ese perro!
    Oiga, oye, tú, usted… gracias por hacer un mundo mejor, por querer llenar de armonía tanto ruido inútil, tanta disputa inane, tanto rencor, tanta maldad… Siempre, al final, entre la grisura de los elefantes corrientes hay un elefante blanco…
    Miro mi blog tan pobre y siento pena de él. Ignoro cómo colgarle fotos, cómo hermosearlo, salvo escribiendo… algo amable. A ver si aprendo de tantos buenos blogueros. Con los buenos sentimientos también se hace buena literatura, lo siento Gide.

3 comentarios:

  1. "Relegar al otro al mas absoluto ostracismo y ninguneo. Que se ignore su trabajo, su persona, su existencia. Nada.Nadie, yo,mi,me, conmigo y olé..." "Son las heridas que recibi en la casa de los que me aman" ¡ en las mejores familias!

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  2. Enhorabuena ... veo que aunque poco, tampoco te manejas tan mal. Ya te enseñaré cuando nos veamos a subir imágenes, que eso, es tan sencillo como cuando las mandas en un correo.

    Un abrazo fuerte. Daniel.

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  3. No seré yo quien te rectifique, querida LibroCruz… ¿Qué se le puede decir a persona de tantos y variados saberes, de tantísimos malos ratos y sufrimientos? Tienes razón. Ayer me comentaba un payo en Granada que está a la espera de que a los malos pierdan alguna jugada. Que él está ya como los galgos de Lopera… Me habló de la envidia, de la malaleche, de la gente que hace el mal y lo hace con plena conciencia, repletita de egoísmo, a mala sangre… Ya sé que en el evangelio de San Mateo se nos consuela a todos y que leer a Epícteto ayuda mucho, pero ¿a ver si cambia un poquito el aire para el candil? Vamos a verlo.

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