19 de julio de 2021

451- Luri, Gregorio: LA ESCUELA NO ES UN PARQUE DE ATRACCIONES (III de IV)

  



Sigo comentando al hilo de mis notas, de párrafos de la obra de Luri, de reflexiones mías al hilo de sus pensamientos. Se habla en el libro de colegios, de grupos de colegios… con singularidades que se me antojan imposibles en España: me temo que la ley no los permitiría. “Los inspectores estamos para hacer que se cumpla la ley”, me dijo uno, sordo, pero sobre todo tonto, cuando yo era tan ignorante que creía que el inspector estaba en la escuela para ayudar a los profesores. Se habla de los fundadores de esos colegios ingleses o americanos -se ve que Luri conoce mejor estas realidades- y me pregunto… ¿y el claustro? ¿Cómo se elige el claustro, a los compañeros de viaje de un centro? ¿Cómo se mueve un claustro inmueble que no escucha, ni le interesa y da físicamente la espalda…? Lo he vivido en mis carnes. Casi setenta profesores cerrados en banda sin ¡querer moverse!: solo unos pocos entusiastas de la profesión, dispuestos a trabajar, a intentarlo, a pelearlo… Y una mayoría solo interesada en los puntos para los concursos de destinos, en cursos con pocos alumnos y buenos, con apuntes amarillentos, con… Aprendí el primer año como funcionario docente que son cuatro los intereses particulares de la mayoría: tener un buen horario, tener buenos cursos y poco numerosos, no querer ser tutor ¡y no me compliques la vida! Hace unos días escuché cómo se anunciaba un debate en un centro que se ha tenido desde al menos hace 11 años: cómo nombrar las funciones sintácticas en la oración a la hora de dar clase un grupo de profesores de Lengua en un departamento… ¡¡ONCE años para decidir solo esto y aún no hay acuerdo!! Profesor Luri: sin equipos no se hace nada. Usted quizá me diga como hemos dicho muchos: “Aquí está el tío, aquí yo con mis alumnos, y que corra el agua por el pasillo…”. ¡Falso! A la hora siguiente entrará en el aula a dar clase (?) un andóbal que promueve lo contrario a lo que usted ha hilvanado… Intereses ideológicos, desidia, incuria, pereza…, desinterés absoluto por el acuerdo imposible… ¡¡No hablo del claustro!! Estoy hablando del llamado equipo docente -grupo de profesores de distintas materias que dan clase a un mismo grupo de alumnos-… Salgo por una puerta y por la otra entra Penélope… ¡destejiendo! Ya sé que no todo lo puede usted tratar en el libro, disculpe.

Hablaba en el párrafo anterior de la falta de acuerdo en los centros entre los Equipos docentes, pero ¿qué decir de los equipos directivos? ¿En cuántos y a cuántos de estos lo que les importa es la reducción horaria, las disposición de sus clases en el horario, los euros de más que se cobran y los puntos que me llevaran a mejores centros? ¿Qué posibilidades reales tienen los centros concertados y privados en España de llevar a término una instrucción en contra de la moda cuando sus “clientes” saben tanto (?) y quieren que sus niños estén y vayan “a la última… moda”? Todo anhelo de perfección, me decía un director… ¡es tan innecesario como inconveniente! ¿Serían posibles centros como los de la Michaela (pp. 205 y ss), por ejemplo, en Andalucía o La Mancha… en España?

Entiendo que centros sin un ideario mínimo, sin un acuerdo mínimo, si se quiere, de todos: de directivos, profesores y padres, poniendo en el centro a los alumnos… no es viable una verdadera revolución, aunque sea también mínima, en los procesos educativos, los fines, etc. Fuenteovejuna, una vez más, es necesaria… y me temo que ese pueblo no existe en las repúblicas escolares… donde cada maestrillo…

Apunta Luri -¡pecado mortal escolar!- que se debían de publicar y dar a conocer los resultados verdaderos obtenidos por los centros. Sus metas, sus objetivos… o como quieran llamarlos y cuáles son sus consecuciones (son mensurables muchas más variables de las que se creen) y… ¡¡Eso es una locura!! Generaría competencia, aprecio por unos centros y desprecio de otros, los centros de lugares menos favorecidos quedarían en evidencia y así sus profesores, etc. etc. y se organizaría la tercera guerra mundial escolar… ¡Qué ocurrencias, señor Luri! Estamos en España no en los estados capitalistas yanquis…

La defensa de la memoria, de los conocimientos poderosos, del empeño en la lectura y la composición escrita, en la comprensión lectora, en los itinerarios lectores en ¡todas las asignaturas!… ¡Qué no habré oído sobre esto durante años! Eso hoy en muchos centros, por muchos profesores no sería calificado de viejuno y retrógrado sencillamente porque los profesores no saben ni qué es ni cómo llevarlo a término ni cómo evaluarlo ni… y en caso de saber algo de ello sería calificado de fascista y machista y no sé cuántas imbecilidades más. Lo pertinente, lo políticamente correcto, es hacer trabajitos sobre el feminismo, el día del árbol, escenificar el amor de los niños por los gorriones y las palomas y cómo se podría uno casar con uno de ellos, organizar hoteles de insectos… y… hacer y hacer… y así, mientras hacemos y no hacemos, pero nos movemos mucho y en cualquier dirección, vamos teniendo niños incapaces de concentrarse, con bajos umbrales de resistencia al fracaso, incapaces de estar sentados y callados, incapaces de atender, escuchar y obedecer… ¿¡He escribo obedecer!? ¡¡San José de Calasanz y santo Tomás de Aquino nos protejan…!! Obediencia, urbanidad, disciplina, docilidad, orden, lealtad… ¡Que venga el Führer y lo vea!

Es curioso en el libro, me paso ahora, para no enfadarme más con lo vivido durante más de medio siglo… a algunas de mis neurosis: como llamar a la realidad por su nombre. ¿Por qué no se habla de virtudes así, tal cual, en el libro? Se las califica de herramientas, lo que está bien, pero… Sospecho de cualquier centro donde no se promuevan las virtudes, con orden y concierto, en sus edades adecuadas: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza y sus derivadas… Si no se hace se avecina el caos. Las virtudes se confunden con las destrezas y las dos con los valores y los dones… y ¡las almorranas con las témporas! Eso sí: es verídico: Salvo que se me diga que “eso ya no existe” [se refería a las virtudes], como me argumentó un profesor tan viejo como necio. Las virtudes no existen… Verídico también: Antes de empezar una conferencia sobre los valores, delante de más de medio centenar de educadores en valores, se me ocurrió preguntar: ¿alguien puede definirme qué es un valor? Silencio absoluto en la marisma… ¡Admirable! ¿Qué hacemos con profesores que dicen que la verdad no existe? Luego, es decir: lo que ellos intentan inculcar, infundir y propagar para adoctrinar entre sus alumnos ¿son mentiras?: “Oiga, que me voy. El último que apague”. ¿Acaso es todo tan malo? No, pero sí es cierto que es, digamos, variopinto: sin ideario vamos al guano, a la guerra de guerrillas… y de francotiradores.



Permítame, profesor Luri: Echo de menos en el libro perspectivas holísticas de la persona: alguna pincelada. No hallé en la obra una realidad, para mí, irrenunciable de raigambre clásica: ¿dónde quedó el espíritu, lo espiritual de la persona… o lo vamos a reducir a psique?; ¿por qué tanto la palabra novicio de orientación clerical cuando tan rico es el español en sinónimos para designar al novato, aprendiz, nuevo, inexperto o el precioso ¡bisoño!…? Se abusa, señor Luri, del comodín (materialismo verbal, lo llaman algunos) cosas y cosa: está feo y conviene mejorarlo; se lo digo con cariño: lucho contra ella en la expresión oral y escrita de mis alumnos… ¡y en la mía!: en el fondo late pereza mental.

Es posible que sea suya la idea…, aunque era norma en un colegio que conozco, la afirmación veraz, para mí, de que todo profesor debe ser un profesor de Lengua. Lo aprendí cerca de su pueblo, profesor Luri; mas ¿cómo arreglamos las faltas ortográficas del profesorado…? ¿La falta de vocabulario, de lectura…? “Hace más de 15 años que no he leído nada de mi materia”; “No he comprado un libro desde que aprobé las oposiciones” -y le quedaban dos pelados para jubilarse-; “No he leído un libro entero en mi vida”: por mis muertos, que por increíble que parezca, es verdad… Son palabras ¡de profesores! “No es nada sensato subrayar con acritud sus imperfecciones [de la escuela], amplificándolas, para ocultar con nuestra indignación su nobleza” (p. ¡no tengo el libro a mano!); creo que lo insensato, como usted defiende en este libro es no arrostrar, contra toda esperanza, el caos escolar en defensa de unos alumnos inermes en tantos campos. Frente a quien sea porque: “Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”, que dijo don Quijote, ese maravilloso realista del idealismo.

 

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