28 de noviembre de 2010

El viaje de los fugados ( II )

    ¿De qué o de quién huimos la gente común, es decir, el común de los mortales? ¿Viajamos con sentido o simplemente huimos? ¿En el ámbito de la realidad, en el mundo de los sueños, con los ojos abiertos o cerrados, qué dirección consagramos?
    En El viaje de los héroes (I) comencé a hablar del personaje de una novela mía, Soy Gutiérrez. Él es un fugitivo compulsivo. ¿Huimos los creadores por nuestras creaturas? ¿Me escapo, acaso, yo en este momento por este renglón del blog?
    Olvidé cuándo leí la biografía de Leon Tolstoi. Aún está en mi biblioteca la que usé. Leí otra que no recuerdo. La de Troyat es la que tengo en casa: son varios volúmenes. Me impresionó la idea de que Tolstoi siempre anduvo con la idea de evadirse de su propia existencia y circunstancia. Lo escribió en muchas ocasiones; él y su esposa, Sofía, madre de sus doce o trece hijos, tenían un diario en el que se escribían –mala idea sin duda-… El viejo príncipe decide definitivamente marcharse, huir: se acabó… Ya está bien. Se monta en un tren ¡y lo tienen que bajar en la primera estación, aún antes de salir de sus propias tierras porque se ha puesto a morir! En la caseta de un paso a nivel muere uno de los mayores novelistas de la Literatura, el hombre que ansiaba marcharse durante años… ¡no logra salir de su propia casa el día que se puso el traje de mujik prófugo! ¿De qué huye el príncipe ruso? ¿A dónde va? Ridículo.
    A comienzos de este año que marcha ya de capa caída y arrastrada, murió otro novelista con vocación de fugado: J. D. Salinger. Desconozco si hay alguna biografía fiable, buena… Quizá ni siquiera me interese; la de su hija Margaret no. Sea como fuere, dicen que publicó su Guardián y cogió tieso las de Villadiego y no lo volvieron sino con los pies por delante. En El guardián, Holden le propone a Sally largarse porque no aguanta más:

Pero no es sólo el colegio. Es todo. Odio vivir en Nueva York, odio los taxis y los autobuses de Madison Avenue, con esos conductores que siempre te están gritando que te bajes por la puerta de atrás, y odio que me presenten a tíos que dicen que los Lunt son unos ángeles, y odio subir y bajar siempre en ascensor, y odio a los tipos que me arreglan los pantalones en Brooks, y que la gente no pare de decir...

    Desea largarse a un bosque, pero no a uno cualquiera. Holden el adolescente se lo va a contar a su hermana Phoebe: 

me construiría una cabaña en algún sitio y pasaría allí el resto de mi vida. La levantaría cerca del bosque, pero no entre los árboles, porque quería ver el sol todo el tiempo.

    Pues lo que el adolescente Caulfield no logra llevar a cabo con su amiga Sally, lo emprende el adulto Salinger: lía el petate, busca su bosque y se pierde en él, al menos relativamente. De él lo sacaron muerto a comienzos de este 2010. Lo que hizo en el bosque lo sabemos en parte, pero lo que conocemos con absoluta certeza es que no volvió a coger el ascensor. ¿Lo de Salinger fue menosprecio de corte y alabanza de aldea sin más? ¿Quiso quizá ser un mukta como alguno de sus personajes?
     El trayecto que se desea recorrer se quiere amable. Es complejo imaginar el camino y el lugar de arribada que se deshacen, las más de las veces, en vaguedades, pues la imaginación divaga y no concreta. Quizá se anhela la inmovilidad absoluta, rasgo de la perfección; un equilibrio tal que demanda ser Dios mismo. Esto es justo lo que desearon Adán y Eva: no estaban contentos con ser quienes eran. Su viajar comportaba una aspiración absoluta: ser como Dios… ¡que por la inmensidad de la pretensión no quedase!
    Otra vez me alargo, divago, viajo, me pierdo… Lo siento. Creo saber dónde voy, pero no deseo alargarme para que pueda leer esto en un rato y seguir en otro momento, si lo tiene a bien. Ni siquiera aseguro que remate la faena en la siguiente entrada… Hermosa y amable la paciencia de quien resiste sin aguantar.

2 comentarios:

  1. Agudo punto de vista, el de la huída en distintos términos de los dos autores, Tolstoi y Salinger.

    Ahora me acuerdo de Kafka, que quiso huir cuando dijo aquello de "lo que escribí, destruidlo cuando muera" (parafraseo). Ni caso, no le hicieron ni caso. Menos mal.

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  2. Kafka huía del compromiso con las mujeres a quienes trató, con quienes se comprometió y con quienes rompió el compromiso: Felice, Julie Wohryzek, Milena y por fin don Dora Diamant, con quien vivió hasta su muerte en Berlín... Se quiso largar a Israel, pero su enfermedd -o lo que fuera- se lo impidió.
    Si realmente hubiera querido destruir su obra lo habría hecho él mismo, pienso yo... Esa manda de su testamento era una muestra más de su inseguridad y que decidiera Max Brod, creo yo.

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