20 de diciembre de 2023

494- McCarthy, Cormac: SUTTREE

  


Ya lo conté otras veces. En mi adolescencia y primera juventud, antes de los 20 años, me surtía de libros en la Casa de la Cultura llamada, hoy Biblioteca Pública Provincial de Jaén. Mis fuentes de orientación lectora eran don Francisco Molina y don Alfonso Sancho Sáenz, luego, también los manuales de literatura que fueron libros de texto de donde sacaba autores, títulos, etc. Si gozaba con la lectura de un autor o de un escritor de alguna generación, ya no había medida: leía todos los libros a mi alcance de ellos y de ella… La generación del 98 me pareció el principio y el fin de mis lecturas: el no va más; mas pronto hallé otras: la generación de novelistas de la postguerra española, y de la preguerra, y de la generación perdida americana y los clásicos y sus obras españolas y… Sin tasa y a morir, uno tras otro… Decenas de libros de un mismo autor, de una misma generación, de una misma corriente. Algo así, creo, me ha pasado con McCarthy, aunque solo es un sarpullido pasajero y leve. Tras El pasajero/Stella Maris, me he enganchado, como quien no quiere la cosa, con esta otra obra que no conocía.

Tras leerla me deja una sensación semejante a la que me dejó El pasajero/Stella Maris y en absoluto parecida a la que me dejaron sus anteriores libros. Ignoro si se debe al trascurso del tiempo. Rebusco en el blog y hallo que he leído: La carretera, Meridiano de sangreEl guardián del vergelCiudades de la llanuraTodos los hermosos caballosEn la frontera… Salvo sensaciones que me dejaron… no sabría decir nada de ellas a no ser por las notas del blog, que para eso están, que para eso está.

Sigo con Suttree. Pienso qué podría decir de ella y hallo solo sensaciones de collage, escenas inconexas que se superponen sobre una línea argumental simple: la desordenada vida, la caótica y sórdida vida…, la desperdiciada vida de un cínico en el sentido clásico del término: Cornelius Suttree, Bud, un tipo que abandona, no se sabe por qué a su mujer y a su hijo -asistirá al entierro de este-. Se larga a Knoxville (ciudad donde también sitúa McCarthy El pasajero) y allí malvive de pescar en el río (en esta ciudad de Tennessee confluyen los ríos Holston y French Broad y dan lugar al río que da nombre al estado, el río Tennessee). La obra se sitúa en los años cincuenta. Suttree es un individuo de vida, insisto, sórdida y rastrera, vivaquea entre los peces que atrapa y vende, las borracheras, la prostitución, el mundo del hampa… todo ello con un tono mezquino, más próximo a lo bestial que a lo humano. Vida deplorable que es descrita con crudeza por el autor que no se priva de usar un vocabulario soez, describir escenas de contenido brutal de todo tipo y desagradables para mí, al menos. Eso sí: con un vocabulario tan escogido como las composiciones de unos párrafos que parecen escritos aparte e insertos exprofeso, pues nada tienen que ver con lo que antecede o sucede.

Muchos de estos párrafos están próximos a una escritura casi automática semejante a la reclamada por el surrealismo: oraciones simples en las que se acumulan sustantivos junto a adjetivos inverosímiles donde arriban objetos incongruentes, arrastres del río físico y del río imaginario de la vida… Y algo de todo esto narra McCarthy de la vida de Suttree. Me pregunto: ¿hay cuentos o pequeñas novelas incrustados en la obra, como si de piezas independientes se tratase, que solo se suturan débilmente por el abyecto personaje y van completando su trayectoria y engrosando la novela? ¿Qué habría perdido la novela de haber tenido menos páginas que, humildemente, creo que le sobran? ¿A qué vienen esas perífrasis textuales, derivadas de incomprensible realidad para el lector, que no aportan nada novedoso? Me parece que el autor, con ellas, se otorga más cantidad de texto, eso sí, valioso, por su calidad en sí mismo, al margen de la novela: puro esparcimiento estilístico.

El lector, renglón a renglón, percibe que, tras el personaje, tampoco él va a ninguna parte. Si Suttree vaga en las horas y los días, en las noches y entre las lluvias, navega por el río, al albur de donde la realidad lo lleve, sin elegir, sin sentido, sin finalidad alguna…, así mismo vaga entre párrafos el lector. “Mi vida es un asco” afirma Suttree de sí y la bruja negra le dice: “Tú andas, dijo ella. Pero no sabes adónde vas”. Pues eso, el lector se encuentra sumido en procesos vitales, en sucesos que carecen para él de causa porque el autor no ha dado información alguna sobre ellos. Unos espacios blancos separan textos inconexos: no hay capítulos ni, como en El viajero/Stella Maris, se hallan signos convencionales de diálogo lo que creo que es un acierto en esta obra para reafirmar la sensación de confusión y desorden acorde con la vida del protagonista. En ocasiones, sin razón ni explicación racional, se pasa de narrar en pasado a presente y se cambia el punto de vista narrativo.

No soy yo el lector adecuado para haberme ocupado de la obra, aunque haya disfrutado en su lectura: muchas páginas, muchas alforjas y bagajes para poco contenido novelístico valioso. El viaje a mí no me mereció la pena.

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