11 de diciembre de 2023

492-Alonso, Amado: CASTELLANO, ESPAÑOL, IDIOMA NACIONAL

 



Decía san Agustín que conocía a muchas personas que mentían, mas a nadie que le gustase que le mintiesen y, humildemente, me sumo a la experiencia del obispo que fue de Hipona. Es objeto de la inteligencia alcanzar la verdad y por eso repugna y rechaza de la mentira. ¿Y por qué queremos la verdad? ¿Para qué? Entiendo que para pensar y hacer lo mejor, lo más correcto, para alcanzar el fin adecuado de cada realidad que es; de todo ser. Para distinguir la comida que alimenta de la que envenena y mata, por ejemplo. Quiero conocer la verdad para actuar bien, para alcanzar el bien propio y el bien común, aquel que a todos conviene… ¡Mas, ay!: parece que hoy la verdad ya no existe porque renunciamos a ella y a su búsqueda y vaga despreciada, abandonada, negada, vituperada incluso. A la verdad, pobre, se le sobrepone el egoísmo, la codicia, la soberbia, la necedad…

Leo este libro de Amado Alonso y lo recuerdo de la carrera. Sus ideas, sus reflexiones han sido las mías, las que me enseñaron, las que pensé, las que consideré más próximas a la verdad de la que arriba escribí, en mis cortas luces de entonces, y de ahora, y fiándome de quien sabe. Pensé mientras leía el libro y recordaba, que a quién, a estas alturas, le puede ser de interés si al español se le llama “español”, “castellano” o “ciempiés”, cuando todo anda fragmentado y deshilvanado: Miré los muros de la patria mía, etcétera: desmoronados, cansados, caducos, amancillada, despojada…

vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

¿Es lo mío aquel derrotismo de “retaguardia” del que acusaban en los treinta guerreros del siglo pasado en España? Son lo mío chafarrinón de feísmo… El tremendismo, decía Cela, a quien le achacó, con o sin razón, ser su creador, era mostrar lo que había… Hoy es insuficiente porque se pide demostrar lo evidente y aún así, siendo lo mostrado prístinamente evidente, se niega con el sosiego y la dureza de rostro de una esfinge egipcia. Amado Alonso y sus investigaciones, sus razones… son afrentadas, negadas, ignoradas… por razones ideológicas, por acre fundamentalismo corrosivo. ¿A quién le importa que la lengua que hablamos se llame como se llame? A nadie ¡y a muchos!, porque son muchos quienes por intereses partidistas creados quieren dominar a otros mediante la tergiversación de aquello que es nombrado. ¿Inteligencia dame el nombre exacto de las cosas? Permítame que me monde de risa… La realidad no muta por ser nombrada de otro modo, pero ayuda a la manipulación interesada del otro: esos sembradores de la ignorancia y el odio, Dios los confunda.

También el sabio Mondéjar, ¡tan sabio como pésimo profesor!, José Mondéjar Cumpián escribió sobre esta realidad, Castellano y español: dos nombres para una lengua, en su marco literario, ideológico y político. Libro que estudié en resúmenes, más no leí porque era de obligada revisión por ser él el catedrático y profesor mío de la famosísima asignatura de Historia del español, en la facultad de Filología Hispánica de Granada… No lo leí entonces, no lo haré ahora. Disfruté muchísimo de la materia y de sus entresijos maravillosos, que no del profesor

Es el castellano la lengua de un reino que se llamó Castilla. Cuando Castilla hizo a España, en pensamiento y palabras de Ortega, esa lengua eficaz que se expande por este motivo, por su eficaz vigor, y las victorias guerreras de sus hablantes… Aquel romance, aquella lengua derivada del latín, que no es la que usted lee y yo escribo ahora, sino antepasada de esta y se llamó romance castellano… terminó por ser español: la lengua de un imperio, frágil y pasajero como todos, como todo lo humano. Español y patria nacen al par.


                                                                AMADO ALONSO

Algunos de los muchos méritos de Amado Alonso se hallan en la contraportada del libro. No son lo escrito en este libro opiniones, sino juicios asentados en arduas investigaciones, más ¿qué relevancia tiene esto para el ignaro que levanta su voz desde el escalón inferior de la verdad que es la opinión?  Los sabios argumentos evidentes de sus exigentes lecturas e investigaciones son despreciados por cuantos solo aprecian y valoran y persiguen sus rastreros intereses y sus afanes. Entre ellos están los ignorantes y también los adiestrados.

A un ataque ideológico se debe hacer una defensa ideológica porque, como Marías decía, no se debe querer convencer a quien no quiere ser convencido, siendo el peor ciego quien no quiere ver.

Servidor, con perdón, habla español.

 

 

 

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