Me paro antes de
terminar de leer la obra. Me quedan solo unas decenas de páginas de las 620 que
componen esta última obra publicada de Cormac McCarthy hasta la fecha: 2022 (él
murió el 13 de junio de este 23). Me planteo… ¿y esta novela, o lo que sea,
cómo la comento yo en una entrada del blog: por la extensión de la misma, la
complejidad, la riqueza…? Escribo “o lo que sea” porque esta obra tiene algo que
podríamos llamar novela ensayística o de ensayo dialogado cuasi
socrático, y así, digamos, la obra es un reflexivo ensayo dialogado sobre la
vida ordinaria y la sublime, de la relación de los hombres entre ellos y de
estos con el mundo real, imaginario, ideal y hasta del imposible… Perdonen la
intertextualidad: todo esto me ha recordado, un tanto, en lontananza a la obra
de Unamuno y los personajes de sus nivolas, a las figuras de su teatro…
Por de pronto o por
lo pronto, que ambas locuciones son correctas, se me ocurre pensar si todo
el libro es una sola novela o dos o incluso tres. Me explico. Digamos que, la
primera parte de la obra, El pasajero, está diferenciada en dos partes
claramente distintas: en una, con letra regular, se sigue a un personaje, Bobby
Western, hijo de un colaborador del creador de la bomba atómica, Robert
Oppenheimer. Cuando la obra se inicia el tal Bobby es buceador profesional de
rescates, aunque ha sido piloto de carreras y un genio de la física, que abandonó
los estudios. Lo que McCarthy nos cuenta del personaje son sus divagaciones en
conversaciones y sus vagabundeos; por cierto, evita el autor en toda la obra
y sus partes los signos propios establecidos para los diálogos, lo que, en
muchos de los momentos, por distracción, a lo largo de la novela da pie a no
saber a veces a ciencia cierta quién habla, quién interviene: da la impresión
que incluso esto es irrelevante en ocasiones. El final ibicenco del retiro de
Bobby de esta parte de la obra se me antojó lo más flojo de toda ella: un
cierre ocurrente mal planteando, extemporáneo, inapropiado y tópico; McCarthy
vivió Mallorca con su segunda esposa. Se da en la vida del buceador lo más
vulgar y ordinario, así como aquello que no lo es tanto o en absoluto. El autor
no sigue un desarrollo lineal, sino que es muy frecuente la analepsis:
conversaciones errabundas, sucesos divagantes, huidas extravagantes… El lector
halla también, en esta, llamémosle, primera parte o primera novela, otras
muchas páginas muy desconcertantes distinguidas por el uso de letras en cursiva,
páginas y páginas, que cuentan lo que parecen ser las alucinaciones de una
chica, Alicia, que poco a poco descubriremos que es la hermana de Bobby con
quien ha tenido una relación amorosa muy especial, digamos. Ella, desde muy
niña, fue una persona intelectualmente excepcional, una matemática de
primerísimo orden, una violinista que podía hallarse entre las diez mejores del
mundo…, pero que, por su excentricidad, particularidad o enfermedad, es llevada
por su madre, ya con cuatro años, al psiquiatra: de hecho… La tercera parte o
segunda novela como veo que la describen algunos comentarios, Stella Maris
titulada -nombre de un sanatorio psiquiátrico-, se centra exclusivamente en
ella: en realidad esta parte de la obra la componen unas conversaciones entre un
psiquiatra y ella. La numeración de las páginas es corrida en toda la obra: ¿si
son dos novelas por qué no se han interrumpido al inicio de la supuesta
segunda? ¿Qué nos quiere decir con ello el editor? ¿Qué dijo el autor? ¿Se
pueden leer por separado o como obras independientes El pasajero, por un
lado, y Stella Maris por otro? Creo que sí, pero se perderían muchos
matices del conjunto de la obra.
En toda la obra,
considerada como dos o como tres, que tanto da… el lector asiste a unas
conversaciones donde la filosofía y los filósofos se hacen presentes; se debate
de ética, se opina, se ratifica o refuta y se pregunta por la presencia/ausencia/realidad/imposibilidad
de la existencia de Dios o de la realidad o de la locura o de cuanto sucede en
las vidas y cruza por el pensamiento del autor y sus personajes; así como la
presencia abrumadora sobre los matemáticos (y físicos) y sus teorías, sus
problemas, sus relaciones que son citados como si fuera, casi, un manual de
historia de esta ciencia, sus diferencias, sus problemas, sus soluciones… y a
todo ello asiste el lector -al menos quien esto escribe- con admiración a
McCarthy y la elaboración realizada (el autor compartió despacho durante años
con científicos y teóricos en el Instituto Santa Fe). La influencia de los
judíos en estas ciencias y saberes, los problemas familiares de los Western que
son judíos, la presencia de amigos y conocidos me han recordado a los ambientes
y el tenor de los autores de la generación perdida.
Miro y me asombro de lo
que he podido decir hasta aquí, cuando temía una entrada imposible: tengo
anotado todo un folio de comentarios para no olvidar y, sin embargo, con lo
hasta aquí escrito estoy satisfecho, porque creo que el lector podrá hacerse
una idea de qué le depararía la lectura de la obra.
Me desaconsejaron la
novela. Cierto es que nada de lo leído en este libro me recuerda a lo escrito y
leído con anterioridad, que es mucho, de McCarthy, por quien siento viva
admiración. Antes de acometer la lectura de un libro de 620 páginas hay que
pensárselo. Eso hice y creo haber acertado a pesar de los pesares.
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