16 de noviembre de 2023

PRESENTACIÓN DE Un charlie cualquiera. Texto escrito y no leído.

         Como me consta que han sido muchos los amigos y conocidos que han deseado asistir a la presentación de mi novela Un charlie cualquiera y no les fue posible por distintos motivos, he querido elaborar un texto escrito que es aproximadamente lo que dije en la presentación del día 15 de noviembre. Nunca me gustó leer en estas circunstancias y tampoco lo hice en esta.

        Muchas gracias a quienes hicisteis el esfuerzo por arroparme con vuestro cariño y vuestra atención. Quedo deudor insolvente. VALE.


       


       Quiero agradecer a la Biblioteca Pública haberme acogido una vez más, en esta oportunidad no como lector -años y años leyendo de sus fondos bibliográficos-, sino como escritor. Esta biblioteca, heredera de la que mi abuelo dirigió durante muchos años..., hace más años todavía… Muchas gracias.

        A los presentes por arroparme y a los ausentes que quisieron estar y no pudieron, a quienes les hubiera venido bien y lo ignoran…

        Muy particularmente a Daniel Arias de Saavedra porque sin su concurso no hubiera quizá llegado este libro hasta aquí.

        (No miren para la puerta, porque la casa real ha excusado la presencia de doña Letizia en este acto. Lo siento por ustedes).

        Querer hallar un puesto puntero en el martirologio es competición muy española y así “yo lloro más y mejor que tú porque soy muchísimo más desgraciado y por tanto mejoro mi puesto en el martirio del valle de lágrimas”, es un deporte muy disputado en el que hoy no voy a entrar por la condición desde la que aquí y ahora hablo.

        Me repito en algo de lo que aquí diré hoy porque como dice Calicles a Sócrates, “Siempre dices lo mismo”, también Saint-Exupéry en El Principito es de esta idea: hay que repetir mucho lo mismo y muy particularmente a los mayores… Es decir, lo que aquí repito es lo que yo me repito a mí mismo mucho, porque no me entero y por eso tropiezo muchas veces en la misma piedra. Deseo que no sea su caso.

        Se puso muy de moda no ha mucho, por motivos políticos, la expresión venir llorado de casa. En esta actividad, la de los escritores españoles, ya venimos llorados… no desde casa, sino desde que Larra escribió en el siglo XIX que, si es cierto que “la palabra escrita necesita retumbar, y como la piedra lanzada en medio del estanque, quiere llegar repetida de onda en onda hasta el confín de la superficie; necesita irradiarse, como la luz, del centro a la circunferencia. […] Escribir como escribimos en Madrid (lo que para el caso era y es como decir en España) es tomar una apuntación, es escribir en un libro de memorias, es realizar un monólogo desesperante y triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta. Porque no escribe uno siquiera para los suyos. ¿Quiénes son los suyos? ¿Quién oye aquí? ¿Son las academias, son los círculos literarios, son los corrillos noticieros de la Puerta del Sol, son las mesas de los cafés, son las divisiones expedicionarias, son las pandillas de Gómez, son los que despojan, o son los despojados?”. De momento hoy y aquí ustedes son los míos: muchas gracias, insisto, por ello.

        Estas reflexiones me hacen volver sobre algo ya debatido, dicho, explicado… ¡hasta por mí en alguna otra presentación! Y es, en mi caso, la respuesta a una pregunta evidente: Si esto de escribir es llorar: ¿Por qué escribes y para qué escribes?

        La experiencia me dice que cuando comunico a alguien que he escrito un nuevo libro, que tengo en la mano una nueva obra mía, que este libro lo he escrito yo… Que ofrezco el libro a alguien…

        Se me mira con escepticismo: “¿Pero de dónde lo ha copiado usted?”, me dijo un señor en cierta ocasión;

        Mis seres más cercanos creo que se remiten de inmediato al refrán “¿Adónde irá el buey que no are?”, es decir, el Alcalá no puede sino escribir, lo ha hecho siempre y ahí sigue dale que te da, pues eso: ¡dándonos la castaña!

        No son pocos, creo, quienes se lamentan de que escriba libros en vez de producir jamones, morcones, pasteles, bombones, vinos, aceites… (y yo el primero). Cuando ofreces un libro parece que estás mandando una de esas tareas tan inútiles que ponen los malos maestros a sus estudiantes… Vendes, regalas, ofreces un libro y parece que impones una tarea, un quehacer, una faena… y mandas al martirio chino al prójimo. Cada uno hace lo que puede y yo, además, quiero hacer lo que creo que debo (muy kantiano, pero eso es lo que hay).

        Escribo no porque esté aburrido ni por capricho…, sino porque no puedo dejar de hacerloMe temo que eso es lo que llaman unos ser “un escritor de raza”, otros de más sublime mirar y pensar, “vocación” lo llaman (aunque reconozco que no es mi caso, pues nadie me llamó a este tajo al que llevo atado desde los 16 años y 63 serán los que cumpla)… Grafomaníaco, neurótico del escribir… Sea como fuere, en mi caso es una realidad ineludible: miro el mundo sub specie scribitatis. Toda realidad bajo mi mirada se conforma como existencia atractiva, amable, es decir: literalmente digna de ser acogida, amada, contemplada, aunque en muchas ocasiones sea desagradable, dolorosa y cause sufrimiento. Escribir, perdonad que me repita, para mí es un modo de decir “Te quiero” y como fruto de ese amor escribo y te regalo, te doy ese bien que genero en mi entrega en el acto de escribir en forma de libro o artículo. Todo acto, si quiere ser humano, tiene que nacer del amor y por el amor conducirse y en él terminar. El amor, en una de sus especies, es el deseo de acercarse al ser verdadero y de engendrar en él inteligencia y verdad, como afirma Platón.



        A esta realidad lógica en mí, se sucede otra: Si el enamoramiento, esa distracción de la atención, no tiene por qué ser mutuo: uno dispara la flecha, pero no tiene por qué ser correspondido; en el caso del amor verdadero sí debiera de ocurrir que es correspondido, mas no es así por lo que hemos leído en Larra: “Porque no escribe uno siquiera para los suyos”. Quizá sea más exacto decir que el acto de escribir es un acto de enamoramiento que perdura en un amor platónico por mi parte, un amor poco correspondido, pero amor incombustible: a Dios, a las personas, al mundo en su totalidad, que al hacerlo vio Dios… que era bueno.

        Sea como fuere: aquí estoy, lo siento, una vez más he editado un libro, en este caso una novela que llevaba escrita desde hace años y que ahora ve la luz. Un chalie cualquieraLo cierto es que se queda uno descansando cuando se edita la obra que está impresa en un original y guardada o sencillamente vivaquea dentro de un ordenador. Es semejante al proceder del amante incierto, que aún no se declaró, cuando por fin rompe con un “Loli, te quiero”… y se queda el tío nuevo. Pues eso.



        Cuando a uno le dan calabazas se daña por norma su autoconcepto, pero no siempre. Tenía un alumno muy enamoradizo -he tenido más de uno-, que era dado a declararse hasta a las escobas con falda y era sabido por sus compañeros y padecido por sus compañeras. Él no se avergonzaba y lo reconoció algunas veces públicamente en clase. Y el pobre también daba por descontado con que siempre obtenía calabazas por respuesta: era feo, desgarbado y gordo, no era tampoco buen estudiante, pero era bueno y simpático… El pobre argumentaba que las chavalas le decían “Es que no eres mi tipo”, y él añadía: “Me dicen eso para no hacerme daño”… Eso me pasa a mí con mis libros: soy feo, desgarbado y gordo… y los lectores les dicen a mis obras: “No eres mi tipo”. Sea como fuere por ahí andará mi antiguo alumno, ya hecho un hombre declarándose a las chicas (hace años que no lo veo) y yo escribiendo libros sin poder, como él, remediarlo. Es lo que hay.

        Un charlie cualquiera es un libro de los diecisiete que tengo escritos. Su fecha de edición no se corresponde con la fecha de creación. No he investigado entre mi documentación, pero calculo que el libro se debió de escribir entre El principito: una reflexión ética y España no perdona, es decir, yo apostaría a que abrió los ojos al mundo en el año 2004-2005.



        El sentido del título es una de las muchas creaciones mías, por las que yo llamaba charlie a quien era un tipo de carácter y modos arcaicos. “¡Estas hecho un charlie!”, solía decir y sigo diciendo a quien llama “calzones” a los “pantalones” y “nevera” al “frigorífico”, a quien está fuera de su tiempo y está seguro de que cualquiera tiempo pasado fue mejor, a quien no da su brazo a torcer ni aunque se lo partas con razones y evidencias; ese que no da un paso atrás ni para coger impulso; aquel que toda la vida la vida calificó de chalao, cipote, de rarito, de no quemar bien el gasoil se le llama friki, que se da, además, aires de grandeza y excelencia y puede ganar una pasta que te abruma y el charlie no lo entiende: está en otra onda, en otro tiempo. Era también charlie sinónimo de quídam, de payo, de andóbal, de baranda, de un cualquiera, de tío corriente y moliente… De ahí el título y así cualquiera puede ser un charlie… cualquiera. Una vez creado ese nombre quise acendrar y ajustar la expresión, por eso en las primeras páginas de la obra escribí, como podrían comprobar de no habérseme olvidado ponerlo, lo siguiente:

charlie: 1. m. colq. Quídam de cierta edad, bien experimentado y vapuleado por la vida, y que ve cuanto le rodea desde la cumbre de sus muchos tacos de almanaques pasados. 2. m. Sujeto viejo que mira su vida y a la vida en general, pasada, presente y futura, con escepticismo y senequismo, mas no sin cierta ternura un poquito ñoña. 3. m. Anciano irritado y quejoso, normalmente contrariado. Disgustado y jodido, pero sin llegar a resentido contra el mundo universo. 4. m. Persona innominada. U. frecuentemente cuando no se quiere declarar de quién se habla, o cuando se ignora su nombre.

(Entrada aún en papeleta y por aprobar por la Docta Casa).

        Algunos también se preguntarán por qué no se puso un breve resumen en la solapa de la contraportada. Pues no lo hicimos, lo digo, por Daniel Arias de Saavedra y por mí, que semos ese musotros, porque quisimos imitar un libro del año 1919 de la famosísima librería y editorial de Gregorio Pueyo.

        Ya explicado el título, contaré un poquito de qué va la obra.

        La portada y la contraportada, las fotos, etc. cobrarán sentido cuando el lector se adentre en la lectura, en la que Sixto Gómez, que es un charlie cualquiera, un andóbal como otro…, les cuente de sus impresiones del mundo en el que vive y vivió. Es un tipo con mucho pasado, poco presente y escaso futuro. Lo que pensó, lo que padeció, lo que siente, lo que mira… Y todo ello desde una perspectiva políticamente incorrecta y particular. Sixto Gómez, es un jaenero padre de Javier Gómez, el protagonista de mi novela Soy Gutiérrez y tan políticamente incorrecto como pueda serlo Galdós, mucho menos que Quevedo, como Cervantes y en absoluto se parece a los meapilas de esa supuesta izquierda irredenta y reaccionaria, marxista y cutre que se pasea por las universidades americanas y que desde la Escuela de Frankfurt nos quiere manipular… y que ha llegado al suelo patrio. Don Sixto no le hace mañas traidoras y engañosas a las palabras. Es un pureta y un purista que al pan lo llama pan y al vino… se apunta como loco. Que escribe como habla, es decir: en román paladino, que, como escribe Berceo en su obra Vida de santo Domingo de Silos: Quiero fer una prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su veçino. Eso es lo que hay en la tripa de obra. Me temo que Felipe II tampoco era políticamente correcto y yo como ellos.

        Ciertamente el libro del Eclesiastés la lleva, la razón, digo: y así Nihil novum sub sole, es decir. No hay nada nuevo bajo el sol. No he inventado la pólvora con la mirada de un señor mayor que al contemplar su pasado recita a Manrique:

Recuerde el alma dormida;
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

        Pues eso, que a don Sixto no le gusta lo que ve y padece y le rodea y piensa, con una lógica aplastante, que su pasado es mejor que su presente.

        Ojo don Sixto no soy yo: Cierto es que nadie es más que nadie; pero no lo es menos, que cada uno es cada uno. Cualquiera de los oyentes aquí leídos, que sois muchos, de inmediato, haciendo un análisis intertextual de lo que vengo hablando del contenido de esta obra os puede recordar, por no irme muy lejos de mi universo literario, a Diario de un jubilado o más aún a La hoja roja, ambas novelas de Miguel Delibes; La hoja roja es obra que recomiendo por ser novela llena de ternura y de esa dolorida mirada retrospectiva de un mundo que… Una vez, le dije a Delibes “se va” y él no sin cierta ironía, me contestó: “¿Ah, pero no se ha ido ya?”. Cierto que ya se había ido y más aún hoy, un mundo muerto el de don Sixto, don Eloy -el protagonista de La hoja roja-, el de Lorenzo el cazador -protagonista de los tres diarios delibianos- y también, me consta, el mío: cada vez más como ellos, servidor, por más que está y se mueve en el mundo actual, lo entiende peor. Ya lo decía don Hilarión en La Verbena de la paloma “los tiempos cambian que es una barbaridad”… Si don Hilarión levantara la cabeza se sentaba de culo sin miramientos [Me temo que decir y escribir “culo” no está bien, no es políticamente correcto]. El tiempo va muy rápido, todo se sucede con una celeridad vertiginosa y todo se me antoja en el plano social, técnico, político, etc. incomprensible. Vengo de un mundo donde, al dar la mano o su palabra, un hombre o una mujer eso iba a misa y hoy a la mentira se le llama verdad o postverdad y qué sea la misa hay mucha gente que lo ignora.

        Cierto que “hay que tener cuidado con quedarse viviendo en el pasado, porque el que se queda ahí no se adapta y si no lo hace se queda viviendo de sueños que no llegarán”, le leía no hace mucho a un neurobiólogo, pues eso, que uno se queda en su pasado, pero el pasado de don Sixto se hace hoy realidad en una novela mía que se llama Un charlie cualquiera. Muchas gracias.

2 comentarios:

  1. Lo que me habría reído ayer... Un abrazo.

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  2. Cayetano Martin-Peñasco20 de noviembre de 2023, 16:43

    Don Antonio, no pude asistir y traté de localizarlo por email creo que sin éxito, me hubiese reído bastante, pero no pierdo la esperanza de hacerlo, así que si fuese posible dígame cómo me hago con un ejemplar. Gracias
    Creo que escribí mal el email… lo cual demuestra mi mala cabeza y peor capacidad tecnologica

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