Manida por repetidísima
es la cita de Alfred Whitehead, quien afirmaba que "Toda la historia de la
filosofía -y quizá de todo el pensamiento occidental- es una serie de notas a
pie de página de los Diálogos de Platón". Servidor cree haber citado estas
palabras en alguna de sus entradas.
La lectura de esta obra
despierta una idea viva de Platón: nacimiento, educación, escritos, viajes,
amigos y discípulos, retiro en la Academia, donde el filósofo, no es un escapista,
sino un consagrado a la meditación, casi un místico, y, finalmente, su muerte. Tras
leer a Tovar dan ganas, como me ha sucedido a mí, de leer directamente a
Platón. Lo cierto que estamos acostumbrados a mirar y estudiar (?) la Filosofía
como una asignatura que más se ocupa de su historia ligerita que de las obras
en sí y no nos impone ni nos invita a leer a Aristóteles, a Tomás de Aquino o
Kant, por poner un poner, en vivo y en directo, en sus prístinas obras. Tovar
nos presenta un Platón comprensible desde nuestra mirada actual, porque todo
clásico dio respuesta a la realidad humana de su tiempo y al nuestro, es atemporal.
El autor del libro, por mucho que lo exprese en su Epílogo, "Quisiera
dar a nuestra lengua un Platón pensado en nuestro tiempo", no es tarea
fácil, pero, al menos, lo ha intentado y logrado, en mi humilde opinión, en
gran medida. He de confesar que recuerdo vivamente su Vida de Sócrates del
mismo Tovar con la que disfruté mucho.
Tovar comenta los
diálogos de Platón uno por uno en su propio contexto. Para recordarlos con
detalle no basta con ser un lector atento: habría que estudiarlos, pero sí se
va quedando uno con que el Menón trata los problemas del conocimiento;
el Gorgias, la retórica; el Fedón, la inmortalidad del alma; la República,
la justicia como imagen del alma humana; el Parménides, que expone la
doctrina de las ideas, y el Banquete, el amor; y que el más leído
durante siglos, entre otros motivos porque muchos de los anteriores no se
conocían, es el Teeteto, de enorme influencia en los escritores y
pensadores clásicos españoles.
El autor no debate, no
rectifica ni pone reparos a la obra de Platón ni a él, se limita a exponerla
con la sencillez de quien cuenta lo que sabe, que es mucho, sobre ellos: sobre
el autor y su obra (en este sentido me recuerda Tovar al mejor profesor que
tuve de Filosofía: posiblemente no fuera un genio, pero amaba la sabiduría y la
exponía con la sencillez de quien regala y presta). Se trata de una exposición serena
por la que fluye contextualizado el pensamiento del creador de la Academia, sus
disquisiciones, sus debates con el pasado y sus visiones y reflexiones de la
realidad a la sombra de los mitos, del cielo y de la tierra.
El lector, por poca
formación filosófica que tenga, acabará por entender o, al menos, tener a su
alcance las magníficas concepciones platónicas del amor, del alma, etc. El
encanto del estilo sencillo de Tovar, que evoca la figura de un pensador de la
Antigüedad a quien el autor profesa cariño y admiración, hacen la lectura del
libro en extremo agradable. Tal vez el mérito de esta obra resida en un doble
objetivo: primero, explicar las ideas platónicas y aplicarlas a la realidad
humana de todos los tiempos. Segundo, poner de manifiesto la influencia de
Platón en el pensamiento de la humanidad.
En el estilo diáfano de
Tovar sentimos las palpitaciones del espíritu inquieto que busca la unión de
nuestros tiempos con épocas en que florecieron con tanto vigor los valores
humanos, unos valores que no han muerto: ha cambiado la estimativa. El Epílogo
del autor es especialmente luminoso para cuanto ha escrito en el libro y sobre
sus intenciones; no quiero privarme de reproducir dos textos: “Quisiera dar a
nuestra lengua un Platón pensado en nuestro tiempo. Cada época y cada gente ve
a su modo a los grandes hombres, y yo no quería dejar incumplido el deber de la
mía respecto del filósofo. Me siento lejos, nada filósofo, incapaz como
discípulo, pero he intentado la empresa a mi manera” y más adelante “Pero es
que si este libro puede servir de introducción a la lectura del filósofo (que
no de sustituto de ella), también debe advertir del peligro que no la encuentre
el lector suficientemente interesante. Necesita el que lee a Platón partir de
donde él, para medir su originalidad, y repensar todo lo que él pensó para
hacer una pequeña parte del esfuerzo que, para todos los que venían después de
él, hizo el filósofo durante su vida”… Y si empecé citando el famoso comentario
de Whitehead, no está de más que cite el de Tovar que va en el mismo sentido:
“Pero los filósofos todos han aprendido siempre más de la mitad de su filosofía
de Platón”.
Recuerdo quién y cuándo
se me dijo: llegará un día en que no quieras leer nada nuevo, sino releer. Pues
como no se apresure ese día, me veo en el cajetón y no ha llegado… Sigo leyendo
y leyendo “novedades nuevas”, que decía mi sargento en la mili. Este libro de
Tovar, como su Sócrates, me gustaría releerlos si Dios me lo
permite.
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