Creo que es la única novela del excelente poeta y profesor… Miguel d’Ors.
¿Cuándo el profesor se jubila pierde ese carácter impreso en su ser? Creo que
no. Al jubilarse deja el empleo, pero el oficio sigue, el prurito no mengua y
la comezón por enseñar a quien no sabe no cesa. Pienso. Pues de este profesor
es la obra.
Tras este título, complejo para mí, hay una breve novela del poeta que
narra las vicisitudes de la expedición científica enviada en 1735 por la
Academia de Ciencias de París al virreinato del Perú para medir el valor de un
grado de meridiano terrestre y poner fin al problema de la forma de la Tierra.
¿Eso es todo? Pues sí, como diría, la Domi: por una peseta no dan más. ¿Y
entonces? Yo lo que hago aquí es recomendar vivamente la obra a quienes gusten
de la lectura. Aventuras las hay, pero menores. Lo mayor de la obra es su
composición que es un deleite. Un viejo sirviente del señor Siniergues,
cirujano de la expedición, hace relación de lo vivido en el viaje a un Usía,
joven pariente de su señor y narratario del relato, y que nos recuerda la
artimaña del punto de vista usada ya por quien fuera el hábil tejedor del Lazarillo
de Tormes: en aquella ocasión memorable recababa la información un tal vuestra
merced.
Ya, cuando el lector
tenga el libro entre sus manos, verá que es extraño por bello como objeto. Curioso
librito, impecablemente impreso, en un papel… Servidor no es librero como el supuesto
escritor de la obra y no sabría decir de las calidades de papeles y portadas y
contraportadas, ¡ni tan siquiera de las solapas!… Gozoso es tener el libro en
las manos y gozoso leer a Miguel d’Ors. Me vienen más a las mientes que a los
puntos de la pluma, que ya no uso, otros escritores que, metiéndose en camisas
de once varas, por adoptar lenguas de épocas pasadas y niños que no son suyos,
más salieron escaldados que no con lana porque el léxico, la sintaxis, etc.
debe acomodarse al tiempo y hay que tener muy fino el oído que compone y
articula la narración y atentos los conocimientos. No solo demuestra el autor
su domino en estos campos, suponiendo que tuviera que demostrar algo, que no lo
creo, pero, sin duda, son continuos los guiños de índole ¿culturalista o
cultural? que este lector, no avezado, solo intuye y en él no calan:
conocimientos históricos del momento, geográficos, científicos, literarios. No
olvide el lector que se hace acompañar por un escritor que no ha ganado ningún
primer premio de novela superventas, sino por un escritor sabidor y dominador de
intríngulis extraordinarios en esto que se llama escribir y que va más
allá que el mero hecho de juntar palabras para narrar naderías, si se me
permite.
Cuando uno no puede
hacer más que dar las gracias, con ello cumple y es lo que hago, humildemente,
desde aquí al poeta, novelista, profesor… y, en algún sentido, amigo. Gracias,
Miguel.
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