EL ARCHIVO PROVINCIAL DE HACIENDA DE CÁDIZ
Mis pocos, pero queridos y pacientes y
pacíficos y fieles lectores, en particular de esta serie de artículos sobre
Alcalá Venceslada, mi abuelo, “archivero-bibliotecario,
filólogo, académico, profesor y literato español”, tal y como reza en PARES…
Gracias por vuestras virtudes.
Muchos me preguntáis;
no incomoda, antes al contrario: se agradece. Me explico: Lo que aquí publico
son pequeños resúmenes generales de lo que voy investigando. Lo escrito en la
investigación, que aspira a ser libro para lectores comunes y corrientes (no
quiero hacer una tesis doctoral, que ya hice sobre otro asunto), es más
detallado y extenso y da cuenta más cabal de cuanto en estas entradas escribo.
Empecé en julio de 2021. Hoy, cuando esto se publica, estoy investigando —a
la altura de la vida de mi abuelo— en el segundo semestre
de 1919 y “estoy” en Huelva. Lo que ahora narro va tras la anterior entrada que
nos sitúa en los años que pasó en Cádiz como jefe del Archivo Provincial de
Hacienda. Las entradas en el blog me surgen y sorprenden: literalmente me
brotan y las escribo; ahora mismo no sé si serán una o dos más dedicadas al
paso por Cádiz… Vamos a empezar aquí y ya vendrá lo que venga, con Huelva como
parada: quiero darme unas vacaciones de un mes, pues, desde que me jubilé, no
he tenido ningunas; cada uno es como es y baja las escaleras como quiere, que
decía Serrat: ¡o como puede!
Ya conté que Alcalá
venía a Cádiz de Santiago de Compostela. Su afán por salir de las nubes, las
lluvias, la carencia de sol era notable, a pesar de estar en una buena
situación y bien posicionado y considerado en todos los sentidos en la ciudad
del Apóstol.
La entrada en Cádiz no
fue buena. No tenía domicilio había de buscarlo (que no he logrado ubicar). Va
destinado, quedó arriba dicho, como jefe del Archivo Provincial de Hacienda,
institución que no conocía ni dominaba profesionalmente. Venía con achaques de
salud de Santiago y estos se ven agravados en Cádiz: ignora su etiología. En
Cádiz los facultativos de Archivos, bibliotecas y Museos tenían dos posibles
destinos: la Biblioteca Pública y Museo Arqueológico, uno, y el citado Archivo
Provincial de Hacienda, dos. En mi anterior entrada escribí que esperaba una
información sobre las muy escasas noticias que hay sobre estos: ya la tengo:
poco hemos adelantado y no viene tampoco al caso.
Digamos que la arribada
a Cádiz fue compleja: ya apunté algo que ahora cuento. El anterior jefe del
Archivo, don Ricardo Gómez Sánchez, venía al Archivo de Cádiz vino destinado
allí tras ser de esa misma ciudad el director de la Biblioteca Pública, etc. En
esta había un piso que podía ser ocupado por el director de la misma y así lo
hizo don Ricardo con los suyos. El tropiezo estuvo en que el perla de don
Ricardo, trasladado de plaza, debía, lógicamente, abandonar el piso para que lo
ocuparan la mujer y los tres hijos del nuevo director de la biblioteca: Don
Fausto Martínez del Arco, pero don Ricardo pensó que le venía mejor quedarse de
ocupa. La Junta Facultativa de Archiveros, Bibliotecario y Arqueólogos quien
ejercía la jefatura sobre los facultativos…, harticos de darle vueltas a la
cerrazón de don Ricardo, lo trasladaron forzosamente ¡a Albacete! En este
momento Alcalá llega como jefe al Archivo a ocupar su plaza y don Fausto la
suya como director de la Biblioteca y pretende habitar en el piso que le
corresponde como tal, y que, inicialmente, no estaba dispuesto a dejar libre
don Ricardo: queda dicho, pero…, cuando ya se macha forzoso don Ricardo a
Albacete y don Fausto puede ver el piso que deja este lo encuentra dispuesto para
el blanqueo, es decir: hecho un solar.
Sea por lo narrado o
por lo que quiera que fuese, Alcalá se encuentra con que don Fausto, y así lo
notifica, que, ya daba síntomas de no quemar bien el gasoil, con delirios de
grandeza, etc. en julio, por las calores y los levantes, o por lo que
sea: compró, al decir por escrito de Alcalá a sus jefes, un cuchillazo, con
aviesas intenciones, y decidió regalar en la puerta de la Biblioteca Pública los
libros de la misma así como las estanterías, y no contento con eso decidió
subirles el sueldo a todos los empleados a 12.000 pesetas anuales… ¡y ahí es
nada el rumboso de don Fausto y sus delirios!
La esposa de don Fausto, según ella, al estar sola y no conocer a nadie en Cádiz, con su marido en esas circunstancias y con tres hijos… acudió a Alcalá que hizo de buen samaritano. Decidió que la señora siguiera en el piso; ayudó a que don Fausto fuera ingresado y recogido en el manicomio; y los jefes le encargaron, además, al bibliotecario samaritano que desempeñase la jefatura y responsabilidad de las dos instituciones, mientras enviaban a un sustituto para don Fausto. Alcalá negocia por carta con los Jefes de la cosa en Madrid que este pudiera ocupar una plaza más llevadera, en caso de recuperarse —ignoro cómo—, pero se estrelló contra una verja quedando malparado físicamente también y al borde de la muerte. Se ocupa Alcalá de que el habilitado pague a la mujer de don Fausto su sueldo del mes, va al manicomio para que este firme la nómina (trance complejo en caso del demente), etc.
Palacio de la Aduana donde se ubicaba el Archivo Provincial de Hacienda de Cádiz
Tras la aparente
tragicomedia Alcalá queda hecho unos zorros: no venía bien, estaba agobiado con
el Archivo y don Fausto y su circunstancia vienen a complicarle la vida al
recién arribado a Cádiz, Alcalá Venceslada decide pedirse unos días de
vacaciones e irse a casa de sus padres en Marmolejo, que es su pueblo.
Creía Alcalá que sus
males físicos en Cádiz venían del viento de levante, de la humedad del
ambiente, de la sensación de creerse en aquel Cádiz en un barco que partía
allende la mar océana… No se debían a nada de ello. A todo esto, él anhelaba
estar junto a la amada, con el romance aún fresco en sus inicios, con quien
será su esposa y mi muy querida abuela, doña Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo.
Alcalá, culillo de mal
asiento, no deja por cuanto acontece de participar en la prensa local. En unas
revistas de Eduardo de Ory y con motivo de algún acto lo asoman en alguna
noticia en la prensa local gaditana. No obstante, su vehemente afán, es arribar
al puerto de Jaén cuanto antes en calidad de bibliotecario o de archivero.
Lo dejamos por hoy
aquí. El próximo día haré una entrada donde cuente la relación entre Eduardo de
Ory y Alcalá Venceslada. Diré bastante del poeta gaditano, hoy casi olvidado, y
así nos ilustramos todos.
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