Marías, Julián, Nuestra
Andalucía
Como en tantas
realidades, quehaceres y actividades humanas, la investigación no es un tren
que debe salir a hora fija: se hace lo que puede cuando se puede. Ahora leo
esta obra que quise tener y leer antes con motivo de lo que escribo de Alcalá Venceslada,
mas no fue posible. Vamos allá.
Dicen que hay erratas
que mejoran los textos donde se hallan. Es posible que los hagan más
simpáticos, por lo menos, alguna conocí. La edición que estoy usando tiene
algunas garrafales que, ciertamente, no mejoran el texto original. En textos
poéticos y filosóficos una errata, el cambio de un singular por un plural, como
en este caso, por ejemplo, son demoledores: derrumban un texto y una obra toda.
Encuentro en el libro un error penoso, que he oído muchas veces y no leí, sin
embargo, nunca, que yo recuerde. Ortega afirmó, es un lugar muy común: que
yo soy yo y mis circunstancias; esas circunstancias así,
en plural tumban parte del pensamiento orteguiano y lo hacen removerse en su
tumba.
Dicho esto, me centro
en el contenido del libro. Leer una obra de Julián Marías es un seguro de elección que el
elector tiene, que no se ha equivocado. Las hay, lógico, mejores y peores, con más o menos
enjundia. Esta no es ni de las mejores ni de las más enjundiosas, pero el rato
de lectura ha sido agradable y de buen provecho: Marías siempre hace reparar al
lector, pensar, remirar lo ya mirado o visto… ¿Repito por enésima vez que es
una pena su arrinconamiento intelectual? ¡Pues dicho queda!
Lo leo a toro pasado
con motivo de la realidad que Andalucía es y a la hora de articular la obra de
Alcalá Venceslada como una existencia netamente andaluza: la obra de este no se
comprendería si no se entiende que enraíza y nace y crece en una circunstancia
andaluza que es enriquecida con la experiencia de su vida, desde niño, hasta su
muerte en Jaén y sus vivencias en Andújar, Marmolejo, Málaga, Granada, Sevilla,
Cádiz y Huelva, lo que no es poco decir, como comprenderá el lector.
El problema es atinar
con claridad en la exposición de qué sea Andalucía. Reconozco mi incapacidad
para hacerlo si no es dando muchos rodeos, apoyarme en muchas imágenes, en
muchas autoridades más sabias y conocedoras de la materia que servidor. Aún así
no es fácil, perdonen la expresión, encerrar ese gato en la talega. Ya
comenté que el libro que más me ha ayudado, por iluminarme muchas de esas
realidades andaluzas, es el de Enrique Baltanás, La materia de Andalucía,
de lectura agradable, entretenida, y que recomiendo vivamente. No solo en los
textos del propio autor, sino en los muchos textos, obras, etc. extraídas y
aducidas por Baltanás: esta obra de Marías que ahora, con tantos rodeos
pretendo comentar, nace de su bibliografía.
He leído muchísimos
libros de Marías. Me atrevería a decir que algunas decenas, sin duda. Me gusta
su pensar y se me antojó siempre, es una opinión particular, más enriquecedor
por su practicidad que el de su maestro, Ortega, como el mismo Marías promovió
llamar al filósofo madrileño. Muchas de las obras de Marías han sido
iluminadoras para mi propia vida.
Este libro, sin
embargo, me va a permitir que lo califique de flojo. Si de suyo, muchos
de los temas que aborda Marías en su pensar y escribir son evanescentes, más aún
se me antoja este sobre lo que podríamos llamar el ser de Andalucía.
¿Qué es Andalucía? Es muy posible que, de no haber leído y meditado muchos de
los textos siguiendo a Baltanás, no dijera que el libro de Marías se me antoja flojo.
Releo las notas que he tomado mientras leía y me da la impresión de si de algo
es posible calificar al libro de Marías es de impreciso, vago, ambiguo… No es
confuso, ni inexacto, pero me temo que se le escapa la realidad andaluza entre
los renglones. Anoto: “El filósofo transmuta en poeta. Textos líricos”. Es
excelente el intento de Marías por atrapar qué es esa Andalucía tan diversa, tan
extensa, tan variable en el paisaje y en el tiempo, sus costumbres, en el paso de los siglos y
los pueblos que la habitaron… No renuncia el filósofo a su intento, pero necesita
de la imagen, de la metáfora, del circunloquio, pero aún así no parece que sea
fácil ver a Andalucía rendida al pie de los párrafos de Marías. Ni lo veo en
los textos de Marías, ni la vi en los textos del llamado padre de la patria
andaluza (por cierto, ¿quién es la madre? Si hay una hija y un padre, debe de
haber una madre y no la identifico en las lecturas que hice de Blas Infante).
Afirmar, como hace Marías, que “Andalucía
es lo diferente de España” no es poco decir, pero no aclara mucho, porque si
escribo que “Cataluña es lo diferente de España” es también verdad, pero no me
queda claro qué diferencia a Cataluña de Andalucía y a esta de Extremadura, tan
parecidas y tan cercanas. No, no es fácil acometer en tan poquitas páginas
realidad tan, perdón por la reiteración, evanescente, inconsútil -ojo, del
verbo latino suo-, una realidad tan inmensa en el tiempo y el espacio.
Sin duda Marías aporta una particular visión de Andalucía que nace de su
experiencia personal en sus viajes por ella -su mujer era de Arjonilla, Jaén-,
de sus lecturas que le dan una personalísima perspectiva que enriquece al lector,
que huele las flores de las macetas, en esos patios, ¡donde los hay y están con
macetas!
Perdonen que aquí me
plante. Tengo más notas tomadas sobre el andalucismo, que ya saldrán por otros escritos, ¡o no!,
pero quede claro que esta obra no atrapa Andalucía, pero pasea al lector por
sugerentes ideas sobre ella. Si usted gusta…
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