3 de octubre de 2023

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA-32



1917. De regreso a Andalucía- Larga despedida de Santiago. De Compostela a Cádiz

 

Observará el lector que he cambiado la foto de Alcalá Venceslada que ha sido la enseña de las treintaiuna entradas que sobre él llevo escritas en este blog. Ahora tengo un repertorio de fotos suyas de las que no disponía cuando publiqué la primera entrada: el 5 de octubre de 2021. La foto que hoy pongo es la más ajustada que poseo a la fecha sobre la que escribo, 1917; la foto es de 1918.

El título de la entrada es largo, como ella misma, porque quiero explicar los interesantes intríngulis de su regreso a Andalucía. ¡Cómo es la vida en detalle vista tras más de un siglo transcurrido!, admirable. Al lector curioso y atento a estas entradas, seguro que le gustará y espero que no se le atragante tanta fecha y tanto detalle como doy de los diez primeros meses de 1917. Vamos a allá y gracias por leerme y por su atención. Si tiene bulla, luego la lee, si le apetece; o haga lo que el florentino: pase y conténtese con mirar. Le cuento.

* * *

Señalada fecha la del año 17: está el mundo en plena primera guerra mundial; la revolución rusa desbocada siega las cabezas de los Romanov y se cierra el ciclo de los zares: aterriza de la mano férrea y la cabeza de Lenin el caos en Rusia… Año convulso y año en que vuelve el bibliotecario Alcalá Venceslada de Santiago a su tierra.

Le recuerdo que, tras aprobar las oposiciones de Archivos, Bibliotecas y Museos, Antonio Alcalá se ve forzado a escoger la Biblioteca Universitaria de Santiago como destino. A Santiago de Compostela llega el 17 de agosto de ese año 1915. Lluvia, ausencia de sol y calor, su hermano Juan Manuel está allí, el Apóstol, las rúas, un vino suave y rubio claro… La saudade de su Andalucía.

No lleva un mes en la plaza, cuando ya le escribe a Rodríguez Marín el 9 de septiembre de 1915, su mentor y Jefe de los Bibliotecarios españoles, con membrete de la “Biblioteca Universitaria. Santiago de Compostela. Particular”, le dice que añora el sur. Por el tono y tenor de la carta, Antonio Alcalá tiene ya trato con el llamado Bachiller de Osuna, quien en esas fechas está tomando las aguas de Marmolejo con la familia de Alcalá y se ha visto con los padres de este.

La carta, que cito de septiembre de 1915, en principio, es para ponerse a la disposición de don Francisco en su nuevo y primer destino. Sabe que la hija menor de Rodríguez Marín, Carlotita, está con los padres de Alcalá que tenían una excelente casa en Marmolejo e, inmediatamente, añade que su padre “me decía las noticias que Vd. le había dado respecto á la posibilidad de mi marcha a Cádiz” y continúa: “aquí estoy muy contento, aunque, como Vd. comprenderá, deseoso de ir cañadas abajo hacia lugar más cercano a ese pueblo, buscando sitio donde encajar si no definitivamente, por lo menos para no andar mucho tiempo de la Zeca a la Meca”. No pierda de vista el lector que estamos en septiembre de 1915 y ya habla de Cádiz.

        Demos un salto en el tiempo. Pasa el año 1916 y nuestro bibliotecario andaluz sigue tomando las aguas… de Santiago. Tenemos noticias suyas por la prensa el 17 de enero de 1917 donde se nos informa de que es uno de los fundadores de la Sección de Arqueológica de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago. Unos días después, el 25 del mismo mes y año, por el mismo diario, sabemos que se hará cargo de la Biblioteca de la citada Sociedad. “Al frente de ella está el culto funcionario D. Antonio Alcalá Venceslada, Bibliotecario de la Universitaria”, cierra con esta coletilla la noticia. Empezó con bien el año 1917.

En otro orden de sucesos, doy cuenta de una realidad que se ignoraba de la biografía de Alcalá y es la que publica el Diario de Galicia en su número 2634 y con fecha 28-02-1917, donde podemos leer que “Por el Ministerio de Instrucción Pública ha sido nombrado ayudante de la Sección de Letras del Instituto, el ilustrado bibliotecario de esta Universidad, nuestro estimado amigo, Don Antonio Alcalá Wenceslada [sic]. Hacemos presente al Sr. Alcalá nuestra afectuosa felicitación”. También El Progreso se hace eco de la misma novedad en la sección de “NOTICIAS”. Como no había otro instituto que el llamado “Instituto General y Técnico de Santiago” -hoy “Arzobispo Gelmírez”- en la plaza de Mazarelos, en él impartió clase, entiendo, durante ese curso y durante unos meses Alcalá Venceslada. Con este empleo, más su debut como colaborador en la prensa, se ve que esta primera mitad del año 17 dio mucho de sí. A la espera de la información del “Arzobispo Gelmírez” estoy: doña Nieves López tiene el encargo, que me concreta -¡muchísimas gracias!-: la profesora Mascareñas, todo servicio con ese amable tonillo del español en gallego-.

Así pues, ya tenemos pluriempleado al bibliotecario: por la mañana en la Universidad, de diez a dos, y en las clases que tuviere que impartir, como ayudante; y por las tardes de seis a nueve en la Biblioteca de la Económica.

La provincia: Semanario popular independiente, editado en Pontevedra, afirma que ya ha comentado en ocasiones anteriores sobre el abandono en que se haya la Biblioteca de la Universidad de Santiago sin que ningún periódico “de la capital intelectual de Galicia” se haya hecho eco porque “publícanse allí cuatro diarios que son una verdadera lástima”; y continúa

Sin embargo, tenemos que consignar hoy una nota que honra a Compostela. Nos referimos a la Biblioteca de la Sociedad Económica de aquella ciudad, a quien tributa la flor de sus cariños, nuestro buen amigo don Antonio Alcalá Venceslada, bibliotecario de la Universidad.

Esta Biblioteca hállase abierta al público todos los días laborables de seis a nueve de la noche, las mejores horas para que todo el mundo la visite.

Todas las ciudades gallegas deben imitar este ejemplo, y la precursora debe ser Pontevedra.

Nosotros brindamos la idea, que, como muchas otras no menos loables y simpáticas apoyadas en estas columnas nacientes y pujantes, será acogida con un silencio desesperante y cobarde.

En otro artículo del Diario de Galicia, tras el trabajo realizado por Alcalá en la Biblioteca de la Económica, se vierten unos datos espléndidos obtenidos del cambio que se había producido en su uso… Doy algunos:

 

Biblioteca de la Universidad

Biblioteca de la Económica

Lectores

456

Lectores

924

Obras consultadas

Obras consultadas

Teología

3

 

 

Jurisprudencia

29

Jurisprudencia

29

Ciencias y Artes

95

Ciencias y Artes

107

Bellas Artes

104

Bellas Artes

505

Historia

68

Historia

157

Miscelánea

184

Miscelánea

126

 

Es momento de retomar su trantrán, lento pero constante, con el deseo de un destino en su tierra y su vuelta a Andalucía. El camino que usa para conseguirlo es el mismo: escribirle a Rodríguez Marín y buscar sus consejos y recomendaciones. En este caso la carta está fechada en Santiago el día 2 de enero de 1916.

Comienza el jaenero por deshacer un entuerto habido entre un primo suyo, ignoro quién fue, que le dio una información errónea sobre el destino como bibliotecario de su amigo y colega Javier Lasso de la Vega, facultativo como él del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos. Será según refiere Alcalá el mismo Lasso quien deshace el lío por carta en la que le: “dice que con fecha 26 ha pedido la excedencia y que me lo avisa para que yo empiece á gestionar mi traslado si es que sigo en la idea de ir á aquella tierra”. A renglón seguido Alcalá le comunica el despliegue de recomendaciones que ha pedido, aunque con el solo concurso del propio Rodríguez Marín todo podría estar resuelto “escribo hoy á Don Pedro Borbolla y á Don Lorenzo Domínguez para que ayuden en el empeño; que muchos amenes[1]… Sé que Vd. tiene más que puede, con solo sus asuntos y que no es amigo de las intrigas ministeriales, pero también sé, que cualquier indicación suya á Burell, don Natalio y Fernández Victorio, Maeses Pedros ahora del tinglado, ha de ser atendida inmediatamente”.

En primer lugar, al hilo de lo escrito por su carta, verá el lector que Alcalá procura dejar la menor rendija posible a la intervención del azar para sortear posibles disgustos, porque todo lo que puede salir mal…, sale mal naturalmente; en segundo, y para evitarle al lector rodeos y para que se haga una idea de quiénes lo podían recomendar para el caso, aclaro: Don Pedro Borbolla, que él escribe, era pariente de los Alcalá, pues su hijo Antonio Rodríguez De La Borbolla y Serrano se había casado con María del Carmen Alcalá y Henke el 2 de febrero de 1906, prima hermana de Alcalá Venceslada; en ese año 1916 seguía siendo diputado por Sevilla y había estado hacía unos años en el gobierno de Romanones, que seguía siendo el presidente del gobierno en ese año. El citado don Lorenzo Domínguez era Lorenzo Domínguez Pascual, también sevillano como el anterior, que perteneció al Partido Conservador y fue diputado por Los Alcores desde 1981 hasta 1923, había sido ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1904 con Antonio Maura y en el momento en que nos hallamos era el Gobernador del Banco de España. Los otros tres valedores a quienes Alcalá pretende que don Francisco acuda a ellos son: Burell, es decir, Julio Burell y Cuéllar, cordobés y del partido liberal, que en 1916 era el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y lo había sido en años anteriores, y volvería a serlo de la misma cartera en un gabinete de Romanones entre el 9 de diciembre de 1915 y el 19 de abril de 1917. Don Natalio, era Natalio Rivas Santiago, granadino, del partido liberal como el anterior, y subsecretario de Instrucción Pública con Julio Burell. Con Fernández Victorio se refería a Augusto Fernández-Victorio y Cociña, que era el jefe de la Oficina de Archivos, Bibliotecas y Museos del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Y por si no había amarrado Alcalá suficientemente bien sus deseos, por si acaso, añade en una posdata sobre la solicitud que acompaña para cambiar de destino: “Si la solicitud no vá en forma, tenga la bondad de decírmelo para hacer otra y remitírsela enseguida”. Conservadores o liberales, tanto le da para conseguir sus intereses y acude a unos y otros sin problemas: hombre prevenido vale por dos, que quien no tiene padrino…

Había transcurrido todo el año 1916 sin que se produjera la vacante esperada en Andalucía y, por tanto, la posibilidad de traslado desde Santiago. Retoma las gestiones para regresar a su tierra. El 26 de enero de 1917, escribe a Rodríguez Marín con papel timbrado de la Biblioteca de la R. S. Económica de Amigos del País.

En esta oportunidad le explica que le han escrito desde Madrid: “anunciándome que el Jefe de la Bca Provincial de Málaga, Don Lope Barrón y Ochoa, ha solicitado su jubilación”. Ve así la posibilidad de poder ocupar esa plaza, aunque no parece que le importe exactamente dónde, pues afirma que, si entre la adjudicación de la plaza malagueña y la posibilidad de que otra quedara libre, que le daba igual: “no me importaría ir, en vez de a Málaga, a Cádiz, por ejemplo”. Por segunda vez se vuelve a hablar de Cádiz.

No se concretaba el cambio de destino del bibliotecario jaenero, pero no por ello cejaba en su empeño. Quizá la lluvia de Santiago de la que escribía con afán Pérez Lugín en La Casa de la Troya y ese “ambiente de mortal tristeza [que] invade la ciudad” le recordaran al usar el paraguas que su casa y el sol estaban al sur (y su molestias estomacales; ya hablaré de ellas). Todo el largo proceso de su retorno, por las cartas de unos y otros, entre Alcalá y Rodríguez Marín, entre Bustamante, jefe de Alcalá en Santiago, y este; las solicitudes de Antonio Alcalá al Ministerio; las contestaciones de este y los escritos del propio Bustamante para admitir la indeseable, para él, marcha de Alcalá precipitan y concretan su marcha en septiembre del 17.

        Escribe Antonio Alcalá, y ahora sí transmite nerviosismo e impaciencia, a su ya amigo y Jefe don Francisco Rodríguez Marín. En esta oportunidad, usa unas cuartillas con el membrete de la Biblioteca de la Universidad, tal y como hiciera en otras cartas: “Biblioteca Universitaria. Santiago de Compostela. Particular”, pero en ese caso curiosamente sin fecha. Era norma suya que él consignara el lugar desde el que escribía y la fecha al final de la carta, pero en este caso, al no concluirla él, quizá lo olvidó.

        Le pide cierta confidencialidad e ignora si ya tiene noticias de lo que le va contar. Le explica que el bibliotecario de Cádiz, don Ricardo Gómez Sánchez, le ha escrito una carta “larga y lacrimosa”, que se encuentra mal financieramente, y “me expresaba su resolución de pedir su traslado á Simancas dejándome, si lo conseguía, libre la plaza que él ocupa actualmente y haciéndome por ellos unas proposiciones fantásticas”, de las que no da cuenta ni sé cuáles fueron. Lo que sí sabe Alcalá es que el señor Gómez Sánchez no se marcha motu proprio de Cádiz, según le dijeron a su paso por Madrid. Teme Alcalá que la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas, y Museos, decisiva al otorgar los posibles cambios de destinos, niegue su deseo a Gómez Sánchez “estando tan reciente lo otro”, sin dar Alcalá noticia que sea esto otro; tampoco él ha querido dar a entender en una carta de respuesta a este que él sabe más de lo que le había contado, a su vez, en la carta que le escribió. Alcalá no entra al trapo de la negociación que Gómez le propuso y, a su vez, le hizo otras propuestas más absurdas, si tuvieran cabida y así “quitarme la mosca de encima y agobiado por la lluvia de telefonemas” que lo dejara de una vez en paz. Sea como fuere, algo salió mal en lo proyectado por Alcalá y le consulta a Rodríguez Marín qué le parece que le escriba a Gómez, diciéndole que “mi solicitud ya está en Madrid, y con ello no miento como Vd. sabe y le diré también que he comenzado á hacer las gestiones necesarias, aunque nada haga. ¿Qué le parece?”. Y añade: “Y si habla Vd. con Aguirre este podrá enterarlo del asunto con pormenores”. Aguirre era Ricardo de Aguirre Martínez-Valdivieso, se ve que amigo o conocido de Alcalá, facultativo del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y en ese momento debía de trabajar en el Museo Arqueológico Nacional (fue detenido por la Guardia Nacional Republicana el 27 de septiembre de 1936, y fusilado sumariamente dos meses después, a los pocos días de la incautación del monetario y el Tesoro de los Quimbayas en el antedicho museo).

        Le continúa contando que su jefe en Santiago, el señor Bustamante, de quien ya hemos hablado, ha tenido un “rozamiento con el otro compañero, con el que no ha llegado á identificarse, ni creo que llegue, y a al ver que yo estoy a punto de marcharme, yo, que he coincidido con él desde el principio en el modo de pensar y sentir, se le cayeron, como decimos por allá, los palos del sombrajo”. Era lógico que el jefe temiera el cambio de Alcalá, pero comprende que quiera volver a su tierra, tener su casa y dejar “esta vida de patronas que no está mal por poco tiempo”. Bustamante le pide que le deje espacio en la misma carta para ponerle él unas letras a Rodríguez Marín a quien le dice que Alcalá ha expresado perfectamente lo que él piensa y siente y añade: “Solo siento que al llegar el momento de la marcha de este buen amigo, me voy a quedar sin un poderoso colaborador muy difícil de reemplazar”. Hasta aquí los vericuetos del deseo de traslado de Alcalá.

        Para las siguientes noticias de Alcalá Venceslada y su embrollo de cambio de destino hemos de acudir a la solicitud oficial, escrita de su puño y letra por el bibliotecario jaenero y fechada en Santiago el 22 de septiembre de 1917, donde afirma que a sabiendas de que se halla vacante la plaza de Cádiz la solicita para sí (¿Qué pasaría en Cádiz?): “por convenir así a su quebrantada salud y por tener toda su familia en Andalucía”. ¿Qué ha ocurrido con Gómez Sánchez? Me ha costado unas horas averiguarlo, pero lo he hecho, aunque en este texto, largo y enrevesado, no viene al caso. ¿Cuáles son los quebrantos de salud que padece y alega Alcalá? Lo ignoraba, y ya los sé. La segunda parte de su alegación era que toda su familia estaba entre la provincia de Jaén y la de Sevilla.

        También hallo un documento escrito a mano y en papel oficial, en el que el señor Bustamante, el jefe que se sentía abandonado en Santiago, escribe desde allí dos días después, el 24 de septiembre, y afirma que “Desgraciadamente para este Centro, los motivos en que funda su petición son rigurosamente ciertos, razón por la cual, nada puedo oponer a ella”. El escrito está dirigido al Ilustrísimo Sr. Subsecretario de Instrucción pública y Bellas Artes.

        Como vemos todo se precipita de modo vertiginoso e interesante, con muchos factores en juego, y casi lo he podido seguir al día. Hallamos, por último, un escrito con fecha 29 de septiembre, donde el secretario de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, insta al ministerio, tras una reunión y de recibir un escrito urgente por parte del señor delegado de Hacienda de Cádiz solicitando que se cubra de inmediato la plaza que ha dejado vacante don Ricardo Gómez Sánchez. El secretario de la Junta, Álvaro Gil Albacete, pide y concreta que “D. Antonio Alcalá Venceslada, se traslade a dicho funcionario desde la Biblioteca Universitaria de Santiago, al mencionado Archivo de la Delegación de Hacienda de Cádiz”. Lo que se concreta el día 10 de octubre por parte de la Junta.

        El 21 de noviembre del 17, Bustamante da cuenta de nuevo al Ilustrísimo Sr. Subsecretario de Instrucción pública y Bellas Artes de que el bibliotecario Alcalá Venceslada ha causado baja desde el 19 de ese mes por Real Orden con fecha 20 de octubre del corriente. Esto mismo confirma ya Alcalá, dirigiendo su escrito al mismo destinatario, en un papel sin membrete y solo personalizado con un sellado de tinta donde se puede leer: “ARCHIVO PROVINCIAL DE HACIENDA”; comunica que con fecha 18 de diciembre “he tomado posesión del cargo de Archivero de Hacienda de esta provincia”.

        Con su nuevo destino se cumplían los deseos del bibliotecario Alcalá Venceslada que no había cejado en su empeño por volver a Andalucía, al margen de que, en Santiago, insisto, no parecía que estuviera mal en apariencia. Imposible no poder evitar cierta saudade al despedirse de la ciudad, de los amigos… La maleta ya hecha, un último abrazo al Apóstol, un paseo bajo la lluvia por las rúas tantas veces recorridas, unas tazas de ribeiro con los amigos, una fiesta y una placa de plata de despedida:

Diario de Galicia a Tucho Castelo

Santiago de Compostela, 1917.



[1] El refrán completo es que “Muchos amenes llegan al cielo”, es decir que es buena la oración constante para la eficacia de aquello que se desea alcanzar.

 

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