458-Pérez Lugín, Alejandro-LA CASA DE LA TROYA
A
Sofía, amable y servicial, mi primera informadora gallega.
Con
afecto,
Seguimos viaje en la
compleja composición biográfica de Alcalá Venceslada. Como él hizo, yo ordeno y
hago mi maleta intelectual e investigadora y me marcho a Santiago de
Compostela.
Estamos en 1915, nuestro hombre tiene 32 años. Partimos de Sevilla, aunque los
últimos años han trascurrido entre la impar, para él, ciudad del Betis, su
pueblo, aunque no de nacimiento, Marmolejo y la capital de España. Ha concluido
sus estudios de Filosofía y Letras en Sevilla, en la especialidad de Historia,
ha seguido sus estudios de Derecho, a caballo entre Sevilla y Madrid, ha
iniciado sus estudios de doctorado en la llamada Universidad Central, la de
Madrid, única universidad de las diez españolas donde se puede cursar y obtener
el título de doctorado. Ha sido, a la vez, concejal en Marmolejo desde 1909 a
1915… Con su cuñado y gran amigo Emilio Caballero-Infante ha iniciado los
estudios para opositar a Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y todo parece
discurrir en su vida por un cauce amable.
En el ámbito de la
creación narrativa y poética todo también va por buen camino. Continúa su
producción y obtiene la confirmación en la elección hecha, no sin las dudas
propias de la decisión sobre su futuro, con la obtención de algunos premios en
los concursos de cuentos convocados por la revista Blanco y Negro, de ABC.
También obtiene el primer premio en los Juegos Florales de 1909 que el Ateneo
de Sevilla convocó.
Se ha presentado junto
a algunos amigos a las citadas oposiciones de Bibliotecas. Ya en 1913 andada
con la idea, en la preparación de ellas… Tenemos algunos escuetos temas
-posiblemente esquemas de estudio- de 1913. Todo ello lo hace bajo el cobijo
del factótum de las Bibliotecas y jefe supremo del gremio quien entonces era
conocido suyo, don Francisco Rodríguez Marín, que llegaría a ser íntimo amigo y
entre ellos colaboraran para la recopilación de léxico, refranes,
comparaciones, etc., como demostró sobradamente el hoy catedrático de la
Universidad de Málaga, y estudioso de la obra de Alcalá, Francisco Manuel
Carriscondo Esquivel.
Se convocaron las
oposiciones para 45 plazas…, se realizaron los ejercicios y en ellas, no muy
brillante en el número obtenido, Alcalá se alza con una de las plazas ofertadas
y se cierra así la incertidumbre profesional. Esto le depara una plaza como
funcionario en la que se jubilaría y etcétera, pero eso es materia que contaré
más adelante, Dios queriendo. ¿Destino? Santiago de Compostela. Biblioteca de
la Universidad. En agosto de ese mismo año, 1915, llega a la ciudad del
Apóstol, y hago gracia de fechas y detalles que quedan para la biografía que
escribo…
Es por ello que me toca
ahora contextualizar el momento y el espacio de dicha ciudad, tal y como hice
con Marmolejo, Jaén en parte, Granada, Sevilla y ahora con Santiago a la que nos
marchamos con el cosquilleo propio del investigador, cargado de incertidumbres:
nieblas y lluvias del norte nos esperan. Un andaluz en Galicia. Él, en algunas
de sus cartas, alega que padece la lejanía y la carencia de la luz y el azul,
pero a juzgar por su trabajo, sus idas y venidas allá, sus relaciones, por lo
que los periódicos y sus jefes dicen de él… no le va mal. Ya sabemos que es
hombre abierto, jovial, simpático. Además, allá se ha juntado con su hermano
Juan Manuel, el eterno itinerante, si me permite el lector, la hipérbole, tras
el título de boticario. Cuatro facultades de Farmacia había en España, tres
recorrió este Alcalá Venceslada con pretensiones de farmacéutico: Granada donde
empezó, Madrid, por donde siguió y Santiago donde llegó para volver a las
anteriores en pro de poder aprobar asignaturas de las que se matriculaba y a
las que no se presentaba a los preceptivos exámenes. Los dos hermanos varones en
Santiago… y cierra, España.
La casa de la Troya,
es libro que comento muy brevemente porque es un clásico del romanticismo
tardío español. Conocido. Con cierto éxito editorial en su momento. Llevado al
cine en 1915 por el propio autor y posteriormente en 1959, también tuvo éxito
en la taquilla. Manejo una bonita edición de Pueyo del 19, y quien la lleva la
sabe.
Un estudiante madrileño
de vida desordenada es destinado a Santiago por su padre, en lo que aquel
entiende que es un destierro. El padre cree que alejado del tumulto festivo
madrileño, el estudiante volverá a los libros y al orden. ¡Dónde irá el buey
que no are! Allí, triste y agobiado por la levítica ciudad (“El aburrimiento,
señor de la ciudad”, escribe Pérez Lugín); se enamora de una hermosa y
distinguida dama santiaguesa y por amor a esta vuelve a los libros y al orden.
Distintas peripecias, muy del estilo y gusto románticos, se suceden entre
descripciones de la ciudad, aventuras estudiantiles de contenido real,
digamos. Por la novela corre la simpatía y la seguridad en el lector de que
todo ha de acabar bien.
Esta es la mejor
ambientación que puedes leer para situar a Alcalá en el Santiago del momento,
me dicen dos entendidos y estudiosos de la ciudad. Pues allí que va el
investigador. Leída la novela, recogidas algunas ideas para conocer el ambiente
santiagués, el estudioso sigue recabando datos, leyendo artículos que empieza a
publicar Alcalá allá en el norte, rebusca en los periódicos de por allí donde
se da noticias de nuestro investigado.
Queda la novela de
nuestro afán atrás. ¿Recomendable? El otro día, me pedía alguien algún título
de novela no traducida de otros idiomas -la que salta al hilo es el Werther
de Goethe- ¡y romántica!, y es que hay gente para todo… Le recomendé la de
Pérez Lugín, en la que yo me empleaba y la María de Jorge Isaacs, que
recuerdo con agrado de mi recorrido por la asignatura de Hispanoamericana, en
la que disfruté… Espero haber acertado, aunque calla el recomendado. Lo de
callar es común.
Lector, en Santiago nos
vemos… Unas tazas de ribeiro y un pulpiño en cualquier rúa, al abrigo de la
lluvia y ahora, ¡oh desgracia!, del aluvión de aprendices de peregrinos que
son, en realidad, diletantes turistas, de ellos guárdanos, Señor. Un saludo,
Por error solo mío, debido a mi despiste, escribí el apellido del autor de la obra con "j" y no con "g", que es lo correcto. Lo descubro sin ayuda porque sigo leyendo sobre Santiago y ando ahora entre hoteles, fondas, hospederías... y se cita LA CASA DE LA TROYA, como modelo, de Pérez LuGín... Menos mal que en todas las páginas pares del ejemplar que usé, arriba, en el encabezado, se escribe el nombre del autor A. Pérez Lugín...
ResponderEliminarAgradezco también a mi mujer, que se decía en la antigüedad, tres erratas que de inmediato descubrió en el escrito. Gracias, Pilar.
Quienes callaron, en este caso, otorgaron una autoridad de la que carece el autor o bien no leyeron el artículo o lo hicieron en diagonal o ¡vaya usted a saber qué! HE DICHO.