Voy cerrando lecturas
de libros que se han quedado atrás durante meses. Quiero hacer “mesa limpia”,
que diría mi madre, y retomar otros caminos. Me gustaría leer ahora sin un tema
fijo. Basta de momento de leer muchos libros sobre algo concreto. Me hastía un
tanto. También he decidido que el blog sea solo un archivo de lo que voy
leyendo, de lo que pienso de esos libros, etc. y no voy a darle ninguna
publicidad: lo voy a dejar asilvestrado, cimarrón…
El libro de Voltes me
pareció al comienzo aburrido y lento. No lograba yo centrarme en su contenido.
Después, poco a poco, lo he ido haciendo y disfrutando. Bien. Me ha gustado. No
diré que sobran detalles históricos, políticos, etc. que son necesarios,
entiendo, aunque no sean los que más me interesan: los detalles de los gastos
fastuosos de la corona no me dicen gran cosa, salvo que se gastaba mucho y se
despilfarraba no poco… Lo que se pudo decir en dos renglones, para mi interés,
ocupa un capítulo entero.
Me sorprende el reinado de Fernando
VI. Quizá al estar emparedado entre su padre, Felipe V (1683-1746),
primer Borbón tras los Austrias, y su hermanastro Carlos III (1716-1788) pasa un tanto desapercibido. Su reinado se ha calificado, de manera opinable,
de gris. Ciertamente su persona no era especialmente atractiva: se llegó
a decir de él que fue “niño sin niñez”, huérfano de madre a los cinco meses;
rudo, tímido con salidas extemporáneas ¡cómo todos los tímidos! Machacado por
su madrastra, Isabel de Farnesio, quien lo mantuvo cuanto pudo al margen de la
corte, del gobierno y buscando siempre el beneficio de sus propios hijos, y hermanastros
de Fernando. Según Federico II de Prusia tenía su madrastra “la soberbia de un
espartano, la tozudez de un inglés, la sutileza de un italiano y la vivacidad
francesa.. Andaba audazmente hacia la realidad de sus propósitos; nada la
sorprendía, nada podía detenerla”. La falta de estudio de Fernando VI, y su
escasa formación, lo hacían persona primaria y simple; aunque no era necio:
poco a poco fue aprendiendo a ser cauto, astuto, cortés, ceremonioso… Tras su
matrimonio en 1728 con Bárbara de Braganza se produjo un notable cambio a
mejor; también ella padecerá el tormento de la Farnesio: de sus modos más
crueles y sibilinos… Sin duda esta reina fue una bruja suripanta…, según
deduzco de lo que he ido leyendo (no he leído biografía sobre ella y ahora no
es el momento).
Muerto Felipe V, “de tristeza y
obesidad” según dijo D’Argenson, ministro francés, Fernando accede al trono,
rodeado de algunos hombres de su confianza y tiene el tino de nombrar dos
ministros muy distintos entre sí que serán quienes manejen los ministerios y
los asuntos de sus reinos: Ensenada y Carvajal, hombres, insisto, distintos
absolutamente en sus planteamientos personales, en el enfoque de sus vidas…,
pero que supieron o se amoldaron a crear un equilibrio en beneficio del reino.
Es posible que, como escribió Julián Marías, con Fernando VI se tuvo la posibilidad de “otra España”… se entiende que mejor y más equilibrada. Hubo un tiempo de paz donde las inversiones, las reformas, el enfoque de los negocios desde la corona hicieron una España mejor, que no pudo terminar de ser por la pronta muerte del monarca. Fallece su esposa doña Bárbara en 1758… y el rey Fernando cae casi de inmediato en lo que hoy calificaríamos de alzhéimer galopante: tardó un año en morir, pero ese último año, digamos, lo fue en blanco para el gobierno del reino. Su último año me ha recordado al loco de su padre: sin afeitar, sin querer comer, mordiendo a quienes se le acercaban, encerrado en una habitación donde apenas cabía la cama… Todos pendientes de él: su madrastra, su hermanastro Luis, su hermanastro Carlos al quite desde Italia para sucederlo en el trono… Feo final de su vida, pero es lo que hubo.
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