Hace cuatro años leí la
primera crítica de la novela Patria de Fernando Aramburu. Nunca antes
había oído hablar de él. No lo había oído nombrar antes de aquella crítica.
Hoy, a una inmensa mayoría de personas de cierto nivel cultural, el título y el
autor le dicen algo sobre una obra escrita en torno a las atrocidades y las
realidades de ETA en el País Vasco. Me comentan que hay incluso una serie
hecha, y he leído de pasada que se ha hecho una película sobre la que no he
leído, ni la he visto. Tampoco leí en su momento Patria: me conformé con
comprarla y que ocupara espacio de mi biblioteca a la espera de mejor momento.
Esto es así y no hay explicación racional que lo conforme y racionalice, que ya
lo hemos hablado en otras ocasiones: la oportunidad de la lectura de un libro
comprado con ilusión no es necesariamente proporcional al tiempo y el momento
en que va a ser leído, que puede ser mucho, regular o poco… ¡vaya usted a
saber! Quizá algunos nunca serán leídos.
Se me cruzó, sin
embargo, Las letras entornadas del citado Aramburu. No recuerdo por qué
ni cuándo lo compré. Necesitaba llevarme un libro con la urgencia de quien va a
ser ingresado en un hospital y precisa llevarse algo que leer: lo que sea. Lo
cogí de encima de mi mesa del despacho: sin catalogar aún, sin más elementos de
juicio que su extensión por el lomo… y que recordaba que la crítica leída había
sido amable. De él hablo ahora. Espera Patria tu aflicción; estas Letras
entornadas, sin embargo, se abrieron y cerraron con agrado.
El libro lo componen
una serie de opiniones, artículos, etc. que se estructuran de un modo, digamos,
muy simple. Aramburu se supone que comparte una tertulia con un señor mayor a
quien llama el Viejo. En esa tertulia mano a mano abordan temas culturales, más
bien próximos a la literatura y a las opiniones que ha vertido Aramburu en
artículos sobre autores, obras, opiniones de temas más o menos interesantes o
sencillos, insisto, de corte cultural…; además durante la tertulia mano a mano
se trasiegan una botella de vino… o más: al parecer el vino que beben por lo
que comentan es de calidad, que servidor no sabe. En un par de páginas o tres,
el propio Aramburu le da la entradilla a algún tema con el que supuestamente
cambia alguna impresión con el Viejo; en la siguiente visita Aramburu lleva un
artículo que escribió sobre el tema de la conversación y se lo lee, es decir:
lo inserta en la obra… El Viejo y el escritor están de acuerdo en las
conclusiones a las que llega Aramburu y en la calidad del vino bebido… Me agradó,
porque lo había oído decir a buenos bebedores de vino, que este siempre
conviene que sea hablado…
En algunos de estos
artículos que lleva escritos y que lee al Viejo, Aramburu cuenta de su
infancia. Miro ahora mismo la fecha de nacimiento de Aramburu y observo algo
que había percibido mientras lo leía: cierta sintonía entre su infancia y la
mía, entre sus años de adolescencia y los míos… Algo mayor que yo, por lo que
comentaba de su colegio, pero con muchos extremos que me hacían vibrar en mi
recuerdo, si bien… Donosti está, y estaba, muy lejos del Jaén que yo conocí…
Insiste él mucho en la condición laboral de su padre, hombre de baja
cualificación, etc.; pero entonces, “por aquel entonces”, en los 60… había
virtudes privadas, y públicas, que se hacían parte de la sociedad se fuera casi
del nivel social y económicos que se fuera: la austeridad, la laboriosidad, la
lealtad, la ponderación, la constancia… que cohesionaban y daban mucha unidad y
tensión interna a la sociedad de la época (creo que a esto se llama conformidad
y lo estudió Solomon Asch). Harina de otro costal es lo que cuenta de ETA y sus
horrores, lejísimos de mi Jaén natal.
Habla Aramburu de
escritores de quienes antes nunca en mi vida había oído hablar: alguno. El
resto son lugares comunes de mis lecturas de adolescencia y juventud, se ve,
como de las suyas: he rememorado con cariño a Aldecoa; cita a Baroja, Celaya,
Blas de Otero… He echado muchísimo de menos a Unamuno, Cela y sobre todo a
Delibes, quien, salvo error, no es citado ni una sola vez… Los temas que aborda
en sus articulillos, los autores, los libros… son generales, pero bien
trenzados, con opiniones, si se quiere, como tales, muy subjetivas, pero
razonadas y no necesariamente impuestas ni dogmáticas; se ve un texto mimado
formalmente donde veo el complicado uso del vasco de algunas preposiciones.
Tampoco se las da el autor de original y sorprendente, de insólito en lo que
dice: casi todo cuanto afirma está al alcance de un bolsillo literario
regularmente pertrechado…
Son muchas las
sentencias escritas desde la experiencia vital y el sentido común que he
compartido con agrado y con simpatía: me ha caído bien este Fernando Aramburu
escritor de Las letras entornadas que he leído en situación, digamos,
tan particular. Al Viejo y a él, tan Fernandos Aramburus, les doy las gracias
por su libro: cuando se despiden, últimos renglones del libro, el Viejo “se
lanzó a darme un abrazo. Adiós, Aramburu, me dijo. Adiós, Aramburu, le contesté”,
la cursiva no es mía.
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