14 de diciembre de 2020

426- Aramburu, Fernando- LAS LETRAS ENTORNADAS

 


Hace cuatro años leí la primera crítica de la novela Patria de Fernando Aramburu. Nunca antes había oído hablar de él. No lo había oído nombrar antes de aquella crítica. Hoy, a una inmensa mayoría de personas de cierto nivel cultural, el título y el autor le dicen algo sobre una obra escrita en torno a las atrocidades y las realidades de ETA en el País Vasco. Me comentan que hay incluso una serie hecha, y he leído de pasada que se ha hecho una película sobre la que no he leído, ni la he visto. Tampoco leí en su momento Patria: me conformé con comprarla y que ocupara espacio de mi biblioteca a la espera de mejor momento. Esto es así y no hay explicación racional que lo conforme y racionalice, que ya lo hemos hablado en otras ocasiones: la oportunidad de la lectura de un libro comprado con ilusión no es necesariamente proporcional al tiempo y el momento en que va a ser leído, que puede ser mucho, regular o poco… ¡vaya usted a saber! Quizá algunos nunca serán leídos.

Se me cruzó, sin embargo, Las letras entornadas del citado Aramburu. No recuerdo por qué ni cuándo lo compré. Necesitaba llevarme un libro con la urgencia de quien va a ser ingresado en un hospital y precisa llevarse algo que leer: lo que sea. Lo cogí de encima de mi mesa del despacho: sin catalogar aún, sin más elementos de juicio que su extensión por el lomo… y que recordaba que la crítica leída había sido amable. De él hablo ahora. Espera Patria tu aflicción; estas Letras entornadas, sin embargo, se abrieron y cerraron con agrado.

El libro lo componen una serie de opiniones, artículos, etc. que se estructuran de un modo, digamos, muy simple. Aramburu se supone que comparte una tertulia con un señor mayor a quien llama el Viejo. En esa tertulia mano a mano abordan temas culturales, más bien próximos a la literatura y a las opiniones que ha vertido Aramburu en artículos sobre autores, obras, opiniones de temas más o menos interesantes o sencillos, insisto, de corte cultural…; además durante la tertulia mano a mano se trasiegan una botella de vino… o más: al parecer el vino que beben por lo que comentan es de calidad, que servidor no sabe. En un par de páginas o tres, el propio Aramburu le da la entradilla a algún tema con el que supuestamente cambia alguna impresión con el Viejo; en la siguiente visita Aramburu lleva un artículo que escribió sobre el tema de la conversación y se lo lee, es decir: lo inserta en la obra… El Viejo y el escritor están de acuerdo en las conclusiones a las que llega Aramburu y en la calidad del vino bebido… Me agradó, porque lo había oído decir a buenos bebedores de vino, que este siempre conviene que sea hablado…

En algunos de estos artículos que lleva escritos y que lee al Viejo, Aramburu cuenta de su infancia. Miro ahora mismo la fecha de nacimiento de Aramburu y observo algo que había percibido mientras lo leía: cierta sintonía entre su infancia y la mía, entre sus años de adolescencia y los míos… Algo mayor que yo, por lo que comentaba de su colegio, pero con muchos extremos que me hacían vibrar en mi recuerdo, si bien… Donosti está, y estaba, muy lejos del Jaén que yo conocí… Insiste él mucho en la condición laboral de su padre, hombre de baja cualificación, etc.; pero entonces, “por aquel entonces”, en los 60… había virtudes privadas, y públicas, que se hacían parte de la sociedad se fuera casi del nivel social y económicos que se fuera: la austeridad, la laboriosidad, la lealtad, la ponderación, la constancia… que cohesionaban y daban mucha unidad y tensión interna a la sociedad de la época (creo que a esto se llama conformidad y lo estudió Solomon Asch). Harina de otro costal es lo que cuenta de ETA y sus horrores, lejísimos de mi Jaén natal.

Habla Aramburu de escritores de quienes antes nunca en mi vida había oído hablar: alguno. El resto son lugares comunes de mis lecturas de adolescencia y juventud, se ve, como de las suyas: he rememorado con cariño a Aldecoa; cita a Baroja, Celaya, Blas de Otero… He echado muchísimo de menos a Unamuno, Cela y sobre todo a Delibes, quien, salvo error, no es citado ni una sola vez… Los temas que aborda en sus articulillos, los autores, los libros… son generales, pero bien trenzados, con opiniones, si se quiere, como tales, muy subjetivas, pero razonadas y no necesariamente impuestas ni dogmáticas; se ve un texto mimado formalmente donde veo el complicado uso del vasco de algunas preposiciones. Tampoco se las da el autor de original y sorprendente, de insólito en lo que dice: casi todo cuanto afirma está al alcance de un bolsillo literario regularmente pertrechado…

Son muchas las sentencias escritas desde la experiencia vital y el sentido común que he compartido con agrado y con simpatía: me ha caído bien este Fernando Aramburu escritor de Las letras entornadas que he leído en situación, digamos, tan particular. Al Viejo y a él, tan Fernandos Aramburus, les doy las gracias por su libro: cuando se despiden, últimos renglones del libro, el Viejo “se lanzó a darme un abrazo. Adiós, Aramburu, me dijo. Adiós, Aramburu, le contesté”, la cursiva no es mía.



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