30 de noviembre de 2020

475- LOS MANDAMIENTOS DE LA GRANJA ORWELIANA. ENSAYO (IV de IV)


“En abril, «Granja Animal» fue proclamada República, y se hizo necesario elegir un Presidente. Había un solo candidato: Napoleón, que resultó elegido por unanimidad”, ¿¡acaso alguien lo dudaba!? No cabía tal, el líder era… el Líder y lo había demostrado por sus habilidades, sus largos trabajos, su esmerado servicio sin tasa a la comunidad. Él que había sido condecorado por él mismo… “Napoleón salió de la casa, luciendo sus dos medallas (porque recientemente se había nombrado él mismo «Héroe Animal de Primer Grado» y «Héroe Animal de Segundo Grado»), con sus nueve enormes perros brincando alrededor y emitiendo gruñidos que produjeron escalofríos a los demás animales”. No tuvo más remedio, ¡pobre Napoleón!, que hacerse cargo, muy a su pesar, de la ingente carga de la presidencia de la República para ayudar a todos sus conciudadanos y dirigirlos al paraíso prometido, a la tierra donde manarían fuentes de miel y leche…, mientras él vivía como un rajá y los demás eran sus míseros esclavos que comían las migajas que caían de su mesa.

El viejo Benjamín, el burro, el intelectual que había previsto y profetizado todo, que no había sido escuchado, al que todos ignoraron, es llevado por Clover hasta donde estaban inscritos en la pared los siete mandamientos. Clover, las madres rusas serían incultas e infravaloradas, pero deben atender las demandas de los hijos, las necesidades del día a día y por ello mismo son más reales que el socialismo real. Habían transcurrido muchos años desde la revolución que echó a andar la Granja Animal. La ilusión de un mundo mejor se había convertido en un leve rescoldo apenas humeante, sin llama, con escasas brasas, un recuerdo lejanísimo, casi un sentimiento de añoranza que no llenaba nada más que desvaídos recuerdos del pasado y mucha frustración del presente. Clover y Benjamín se acercaron a la pared alquitranada con sus blancas letras donde estaban escritos los mandamientos:

—La vista me está fallando —dijo ella finalmente—. Ni aun cuando era joven podía leer lo que estaba ahí escrito. Pero me parece que esa pared está cambiada. ¿Están igual que antes los siete mandamientos, Benjamín?

Por primera vez Benjamín consintió en romper la costumbre y leyó lo que estaba escrito en el muro. Allí no había nada excepto un solo Mandamiento. Éste decía:

TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS.

He comprobado en muchísimas ocasiones que, para muchos, pasa desapercibida que la primera proposición de este mandamiento único es anulada y revocada por la segunda proposición coordinada adversativa. Por favor, preste un poco de atención. Si todos los animales son iguales, pero los hay unos más iguales que otros, es porque hay unos que son desiguales y, por tanto, es falso que “todos los animales son iguales”… Es más, lo que viene a decir es que la desaparición de las clases que la revolución prometió, dijo haber alcanzado, logrado, etc. era mentira: seguía habiendo clases, solo que el señor Jones, quien mandara, quien fuera el dueño de la Granja Manor, había sido desplazado, echado, eliminado y sustituido por una oligarquía que se beneficiaba de todo lo que decían que era de todos: se beneficiaban del trabajo ajeno, de los esfuerzos ajenos, y la plusvalía del capitalista indecente, asesino, cruel, injusto pasa a ser ahora negociado, manejado y disfrutado por una minoría dirigente que vuelve a los justos, benéficos y amables mandatarios al punto de partida: ellos se convierten en los explotadores y disfrutadores del trabajo de todos los compañeros de la Granja, a base de haber manipulado al resto de los camaradas.

Después de eso no les resultó extraño que al día siguiente los cerdos que estaban supervisando el trabajo de la granja, llevaran todos un látigo en la mano. No les pareció raro enterarse de que los cerdos se habían comprado una radio, estaban gestionando la instalación de un teléfono y se habían suscrito a John Bull, Tit— Bits y al Daily Mirror. No les resultó extraño cuando vieron a Napoleón paseando por el jardín de la casa con una pipa en la boca; no, ni siquiera cuando los cerdos sacaron la ropa del señor Jones de los roperos y se la pusieron; Napoleón apareció con una chaqueta negra, pantalones bombachos y polainas de cuero, mientras que su favorita lucía el vestido de seda que la señora Jones acostumbraba a usar los domingos.

Vladímir Lenin, el padre de Stalin, que en parte es encarnado por  Napoleón, el cerdo mayor de Rebelión en la granja, tras el golpe de Estado en 1917 en Rusia creó la «Comisión extraordinaria de lucha contra el sabotaje y la contrarrevolución», comúnmente conocida como Checa, de infeliz y terrible memoria en la España de la guerra civil. Los bolcheviques proclamaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». Su primer anuncio oficial de esta campaña represiva se hizo el 3 de septiembre de 1918 y su título era «Llamamiento a la clase obrera» en el que se pedía a los trabajadores:

 

Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo. Cualquiera que se atreva a difundir el rumor más leve contra el régimen soviético será detenido de inmediato y enviado a un campo de concentración.

Es seguro, hoy lo sabemos, que los 66,7 millones de víctimas del régimen soviético entre 1917 y 1959 que calculó Alexánder Solzhenitsyn estaban muy descaminados, pues habría que aclarar los muertos entre hambrunas, desplazados, bajas militares, represaliados y exiliados…

Ya desde 1991, cuando se pudo acceder a los archivos oficiales y proponer datos basados en documentación soviética, se fueron afinando los datos hasta donde es posible. Uno de los investigadores más prestigiosos de la materia, Robert Conquest, situó la cifra antes de su fallecimiento, en 2015, entre trece y quince millones de muertos. La suya es en la actualidad la investigación más completa.
Me van a permitir que les haga gracia del desglose del total, que hizo el escritor ruso Vadim Erlikman… El sufrimiento de todo tipo, entre todo tipo de personas, causado por la Revolución en la Granja, en búsqueda de una falsa ilusión, partiendo de una falsa premisa, de un concepto confuso, erróneo, de una falsa antropología… creo que no mereció la pena. Su difusión por otros países China, Camboya, Corea del Norte, Cuba, Venezuela… cada uno con sus características da mucho que pensar, al menos, a servidor.

Ciertamente todos los animales somos iguales, pero… para ese viaje ni se necesitaron alforjas y mejor hubiera sido quedarse en casa…

Una vez más, permítame, mi insistencia, le aconsejo que lea Rebelión en la granja y no baje los brazos. No olvide que no hay más libertad que la que uno se toma.


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