Vaya de
inicio y por delante la expresión de mi gratitud a Henry Kamen por la biografía
escrita y recién terminada de leer por mí. Breve y excelente. Es posible que yo
sea, como dicen en mi pueblo, “partidario” de este historiador que siempre,
desde que leí su biografía de Felipe II me deja reconfortado por lo aprendido y
animoso a seguir aprendiendo. Muchas gracias.
Leo la
biografía de Felipe V en la rebusca del origen de las dos Españas. Es posible,
como le leí no ha mucho a un historiador, Fernando del Rey, de quien espero que
llegue mañana su libro (Retaguardia roja. violencia y revolución en la
guerra civil española), que haya más de dos Españas: “Otro tanto sucede con la idea de las dos Españas. «Insisto en que no
existían. Había muchas más: la España revolucionaria, la España contrarrevolucionaria,
la España
de los moderados (liberales, socialistas y católicos,
todos ellos en su versión moderada) y la España que no estaba ideologizada,
pero se vio arrastrada por el resto. Esta última era la más extensa»”, eso será
cierto, pero no lo es menos que el átomo se puede seguir dividiendo, pero no se
me negará que estos grupos o grupúsculos, como los diez Mandamientos, se
resumen en dos: las dos Españas enemigas, que no contrincantes, ni rivales, ni competidoras,
sino solo exclusiva y excluyentemente enemigas.
Escribe Kamen
como resumen de la vida y obra del primer Borbón que aterrizó bajo la corona
española… “Casi había pasado medio siglo desde que aquel joven y vacilante
príncipe ascendía al trono y se convertía en el guerrero belicoso que echó abajo
el tratado de Utrecht y recuperó para su dinastía todo el Mediterráneo
occidental. Había devuelto el orgullo internacional a España, y puso en la
Península los cimientos del Estado moderno. Pero durante todos esos años fue
incapaz de sobreponerse a los estragos de una enfermedad que le privó de su eficacia, de su razón y,
finalmente, de su vida”. Se me va a permitir que eluda los entresijos de la
política internacional por los que Felipe llega a serlo V de España; Carlos II
lo señala como su sucesor: esperaba, como fue, que su abuelo Luis XIV de
Francia cuidara de la unidad del decadente imperio español.
Lo que más me ha llamado la atención
ha sido, sin duda, la enfermedad del rey que le hizo poco menos que imposible
seguir una existencia “normal”: largos períodos de postración en cama y de
descuido personal (hasta casi no poder andar de lo largas que tenía las uñas de
los pies), sucio, impresentable (aunque así recibía a veces a los embajadores:
casi desnudo, en la cama y con un aspecto deplorable: sin afeitar, lavar,
pelar…). A estos períodos severos de su enfermedad le sucedían otros de una
tremenda euforia: períodos de grandes iniciativas, momentos de expansión para
su dinastía y para España. Guerrero expuesto, cazador junto con su mujer,
Isabel de Farnesio, inteligente, francés hasta decir basta… poco a poco se fue ganando a su pueblo y fue
admitido por él durante la guerra de Sucesión (que de tanta actualidad está
ahora por lo sucedido en Cataluña bajo el reinado de este primer Borbón, nieto
de Luis XIV de Francia, repito, quien lo “dirigió” y “asesoró” mucho en sus
inicios como monarca español).
Punto y aparte merecen las bodas que
este primer rey francés hizo. Su primer matrimonio fue con María Luisa Gabriela
de Saboya, matrimonio concertado por su abuelo; ella fue un gran apoyo para
este rey tan hostigado desde su juventud por las enfermedades mentales. En gran
medida, por ella, según Kamen, el pueblo español empezó a apreciar y a amar a
un rey que tuvo que luchar por la corona contra el archiduque Carlos de
Austria, segundo hijo del emperador Leopoldo. A la muerte de esta su primera
esposa se casó con Isabel Farnesio, mujer inteligente y amante decidida de su
marido, dispuesta a ceder cuanto fuera necesario en lo personal por el amor de
su marido y por el bien de España, si bien, en algunos momentos llegó a decir
que odiaba todo lo español que tan tosco y grosero le resultaba en las formas,
en la educación, en los modos (tal como le ocurrió a su marido: ambos incluso trajeron
sus cocineros de fuera, imponer modos de conducta y etiqueta distintos…).
Gran
promotor de la cultura, Felipe V, siguiendo modelos franceses, fue el fundador-impulsor
de organismos culturales tan prestigiosos como la Real Academia Española de la Lengua y la Real Academia de la Historia. Verdad o no, su mujer hizo que en
aquel horario de locos que llevaban, el famoso castrato, Carlo Broschi,
conocido como Farinelli, le cantara a altas horas al rey mientras permanecía en
la cama y esto, según ella, mejoraba la salud del monarca (era frecuente que se
quedaran en cama hasta el medio día: allí desayunaban y recibían a embajadores
y ministros, asistían a misa a las
15:00, almorzaban, por las tardes, en los buenos momentos del rey, cazaban allí
donde estuvieran: Segovia, Madrid, Sevilla…; solían dormirse ¡a las cinco de la
madrugada! o incluso más tarde, y había veces en que se recibía a los
ministros, para despachar documentos o sencillamente charlar a las dos de la
mañana…).
Rey
viajero a pesar de todo, lo hizo mucho más por España que todos los Austrias
desde Felipe II. Hablaba en francés, aunque leía el español y lo hablaba
también. Le gustaba como escribí arriba todo lo francés e italiano en la
comida, la música, la literatura (fue un gran lector con extensa biblioteca
personal), en el vestir. Ciertamente él, con uno de sus ministros más
relevantes, José Patiño, inició una necesaria renovación en el ejército español
(anticuado y desfasado), en la diplomacia, en la creación de una Marina que
había desaparecido… Con Felipe V se inicia un acercamiento a un Estado centralista
fuerte y eficaz con un poder firmemente asentado en el ejército, pero no
alcanzará en absoluto la fuerza que tenía, por ejemplo, en Prusia (no fueron
pocas las pugnas y las luchas sordas y menos sordas, entre nobles que deseaban
continuar con la gestión clásica española y los nuevos funcionarios y sus modos
de gestión de estilo francés traídos por Felipe y sus ministros principales).
En realidad, defiende Kamen, es falso o no cierto del todo que Felipe V fuera
un rey absolutista, pues no disponía de un Estado centralizado que le permitiera
ejercer el poder de ese modo: Navarra y las provincias vascas, por ejemplo,
eran provincias autónomas, casi repúblicas, dentro del Estado.
Por lo
que a mí respecta, y a las dos Españas, aquí solo veo los recelos propios de
los españoles que son apartados de los asuntos de Estado por ministros franceses
o italianos, por modelos de estructuras de estado distintas… Sí es verdad que
el refinamiento de las clases altas hará que se distancien de los festejos del
pueblo, las costumbres populares: corridas de toros, carnavales, fiestas
populares…, consideradas vulgares y se inclinen por nuevos modelos de diversión:
la ópera, el teatro italianizante, pero aún no percibo en esta obra que ahora
termino nada de lo que busco. Ciertamente no deja de oírse la protesta de las
distintas regiones o reinos que claman por sus derechos y que tienen que ser
acalladas de un modo u otro. Sin duda, la sutura de los Reyes Católicos dejaba
abierta una herida por la que aún respiran algunos en el reino de España.
* * *
La carencia de una teoría política
que diera sustento teórico al Estado hizo que tuviera especial importancia los
escritos que Felipe V deja en 1724 a su hijo Luis como consejos para el gobierno
de la nación y la política interior de la misma. Escribe: “mantened a
los catalanes, valencianos y aragoneses
bajo control, y no les devolváis sus fueros, porque son gente turbulenta,
especialmente los catalanes”, supongo que algunos dirán, desde su ignorancia
culpable y supina que “ese Felipe V, quien fuera, sin duda, es un fascistas”.
Pues eso. Gente de paz.
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